La canción me recuerda una película que inauguró el festival Icaro del año anterior. Ese festival que poco a poco ha ido creciendo. Ahora se le ve robusto, con una personalidad bastante definida. El Icaro es la mejor y casi única oportunidad en el año para darle un vistazo a la producción audiovisual en la región. Por efectos nocivos, me interesan los trabajos que hablan acerca de Guatemala. Esta película no tuvo mayor trascendencia en los medios ni en las salas de cine comercial. Tal vez se deba a que los medios día a día nos cuentan la misma historia con lujo de detalles.
Toque de queda, se llama. Para resumirla, yo le hubiera puesto algo así como “Toque de queda, ahí viene el cuco”. Algo de humor, como el que intenta poner en escena la película. Una colonia residencial, de esas que tienen garitas y mallas perimetrales. Una clase media aspiracional, llena de miedos, de rencores. Seguramente, los arquitectos que diseñan estos suburbios observan la idea de proporcionar a su mercado objetivo, un lugar donde finalmente puedan sentir que lograron alcanzar su espacio. Su espacio privado.
Pero resulta en una trágica burla. Individuos incapaces de compartir. Y obligados a hacerlo. Detrás de los muros que los separan de “los otros” y de ellos mismos, se acumulan las ganas de agarrarse a patadas o a balazos que en Guatemala resultan siendo sinónimos.
Toque de queda metaforiza la violencia como un virus sumamente contagioso, convirtiendo a los que son expuestos en zombies. Y sí, somos zombies, vivimos atrincherados. En nuestras supuestas burbujas. Incapaces de razonar, incapaces de entender ese postulado que de tan repetido se ha vuelo cursi. “La violencia no se combate con violencia” o para efectos de la película, “La violencia engendra violencia”. Estribillos de campañas políticas o publicitarias. Nuestros mejores argumentos cuando discutimos. En la película es ficción. Lo de que nos convertimos en zombies.
Detrás de esta realidad-ficción se esconden preguntas necias que como sociedad hemos sido incapaces de plantear y responder honestamente. ¿Cómo es que hemos llegado a este punto que parece no tener retorno? Espiral infinita de violencia, funcionarios incapaces, formadores de opinión y políticos con discursos llenos de demagogia y retórica. El resto, un conglomerado evidentemente acrítico. ¿Qué lo produce? ¿Acaso un sistema injusto? ¿O será solo que estamos así porque no nos esforzamos lo suficiente para salir del atasco, del subdesarrollo? ¿A quién beneficia este estatus violento y ya cotidiano?
Preguntas obvias detrás de ese fango maloliente en el que nos retorcemos como babosas después de sentir los primeros granos de violenta sal sobre la piel. Termina la canción, empieza otra que tampoco logro identificar. Espero, eso sí, que el tipo que acaba de subirse no tenga malas intenciones y no se le ocurra replicar las escenas de las películas y que el que viene a la par, deje ese inquieto movimiento de piernas.
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