Para las pandillas y sus crímenes horrendos, naturalmente debe hacerse que no queden en la impunidad, pero es igualmente importante desincentivar el ingreso a pandillas de jóvenes pobres en una sociedad tan desigual. ¿Cómo se hace? Pues con intervenciones estatales en bienes públicos (educación, salud, escuelas abiertas) mientras adquieren capacidades para que puedan aprovecharse del mercado. ¿Qué hizo este Gobierno? Disminuir a un tercio las escuelas abiertas. Más calle voraz para los jóvenes. Más carne para las pandillas y escuelas de sicarios.
Hay otros crímenes que hacen que sigamos estando en el top 15 más violento del mundo y que no disminuyan con más velocidad las muertes violentas. Los que fomenta la cultura, el dinero y las armas del crimen organizado. Aunque sólo se registre el 1 por ciento como narcotráfico –pues ni los diputados se atreven a catalogizar asesinatos de ser por narcotráfico-, imagínese usted si es un policía de esos indefensos o un médico del Inacif, es obvio que hay muchísimas muertes por las armas, el dinero o la cultura del narco. Esa cultura que dice que todo vale (cualquier violencia) con tal de ascender y tener poder.
Y me parece que lo que está haciendo el canciller Fernando Carrera liderando la batalla por regularizar las drogas para desactivar esta fuente de dinero y de violencia es loable. La semana pasada estuvo en Londres en la BBC y la entrevistadora no sólo no pudo rebatirle con argumentos la propuesta, sino que casi llegó a decirle “usted viene de un paisito lleno de problemas, cómo se atreve a proponer algo distinto al mundo”. Y Carrera se las batió.
Finalmente, más que solucionar cuestiones estructurales, hay asesinatos, como el de la abogada Lea de León, que tienen que ver con mafias. Y para eso el responsable es el Ministerio Público. Tienen una prueba de fuego –como con Cabral o con tantos casos paradigmáticos, porque de eso es este país– para llevar a los tribunales y (no desperdiciar la oportunidad) de probar ante los jueces que necesitan penas de mucho tiempo en las cárceles.
Es fácil decirlo, pero a tres púas no hay toro que se resista.
* Publicado originalmente en elPeriódico, 19 de febrero.
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