Si bien no son muchos los guatemaltecos que residen en esta provincia francófona de Canadá, en ambos vuelos encontramos a las mismas tres personas. Tres personas con tres historias que representan a los tres tipos de guatemaltecos que se encuentran en dicha provincia.
Primero tenemos a un hombre mestizo de 40 años de edad que viajó durante dos semanas a Guatemala con su esposa e hijas. Quería enseñarles el país donde él nació. Visitó a sus tíos y primos, a quienes anteriormente su padre enviaba algunos dólares. Si bien se fue satisfecho por la visita, al mismo tiempo agradeció que sus padres se hubieran ido de Guatemala. Durante los años 1980, sus padres fueron perseguidos políticamente por el Gobierno y tuvieron que irse cuando él apenas tenía cinco años. Sin embargo, tuvieron suerte. Encontraron apoyo del Gobierno canadiense para instalarse como refugiados en la provincia de Quebec. Este es uno de los perfiles de migrantes guatemaltecos más recurrentes en esa provincia: de acuerdo con Statistique Canada, aproximadamente el 70 % de la población guatemalteca en esta provincia inmigró entre 1981 y 1994, siendo la guerra y la violencia las motivaciones principales para salir del país.
Luego tenemos a otro hombre de 35 años de edad, indígena, que la mitad del año vive cerca de la cabecera departamental de Chimaltenango. No habla inglés ni francés, pero a él no le importa. Él solo va durante cinco meses a Quebec. A través de una empresa de reclutamiento en la capital encontró un puesto temporal para trabajar en la siembra de tomates en invernaderos de una empresa québécoise ubicada en Shawinigan, un pequeño pueblo al norte de Montreal. No es la primera vez que hace este viaje: lo viene haciendo desde hace dos años y se está volviendo recurrente entre los chimaltecos ir a trabajar por un tiempo a Canadá. Pero no todo es fácil. Las condiciones laborales pueden ser complicadas: inviernos con temperaturas de -20 grados, jornadas laborales muy largas, obligación de residir dentro del complejo de la empresa y pagarle a esta por tener un alojamiento, salarios más bajos que los de los trabajadores mexicanos y, peor aún, la imposibilidad de organizarse sindicalmente. Actualmente, la explotación de los trabajadores temporales guatemaltecos es un tema recurrente y complicado, que abre el debate sobre las políticas migratorias canadienses. Desde hace varios años este tema empieza a resonar entre los medios informativos de la provincia.
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Finalmente tenemos a un joven capitalino de 26 años nacido entre las clases privilegiadas del país, que tuvo la oportunidad de estudiar en uno de los mejores colegios y en una de las mejores universidades. Al finalizar su carrera se dio cuenta de que el mercado laboral guatemalteco para los jóvenes profesionales estaba en detrimento. Trabajó un año, consiguió una beca y se fue a Quebec para seguir estudiando sin pensarlo dos veces. Estando allá se enteró de nuevas oportunidades profesionales apegadas a sus intereses. Decidió quedarse y ahora está en el proceso legal de obtener su residencia. Este tercer tipo de migrante hace alusión al fenómeno del brain drain: jóvenes preparados y con educación que no encuentran apoyo, recursos o trabajos dignos en sus países de origen, por lo que se ven obligados a irse al extranjero para poder seguir sus carreras profesionales.
Tres personas con tres historias totalmente distintas, pero con un problema en común: el contexto político y socioeconómico de Guatemala. Tres perfiles que nos muestran tres motivaciones por las cuales irse del país: la vida corre peligro, el salario no es suficiente, las carreras profesionales no tienen futuro.
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