Ir

Un país de carritos locos

Como las calles están casi vacías, los bomberos llegan al Hospital San Juan de Dios en menos de cinco minutos y bajan al motorista de la ambulancia. Ingresan a la sala de urgencias y de repente se acerca corriendo una joven que casualmente se encontraba en el lugar, acompañando a su padre, y que identifica al motorista como su esposo. “¿Qué le pasó? ¿Qué fue lo que le pasó?”, pregunta, afligida.
En varias ocasiones, cuando ha llegado a la escena de un accidente, ha visto heridos con el celular en la mano o en el suelo, junto al asiento.
Muchas señales no son atendidas, y ello causa muchos accidentes.
Bomberos Voluntarios inmovilizan a un motorista que se accidentó en la 18 calle de la zona 1.
Un motorista chocó contra un arriate y salió expulsado de su motocicleta. Es trasladado al hospital.
La esposa de un hombre herido en un accidente de tránsito se sorprende de verlo herido.
Un autobús de pasajeros cayó en un barranco de la ruta a Santa Rosa. Varias de personas murieron y otras resultaron heridas.
Pasajeros lloran y son atendidos por bomberos luego de que el autobús en el que viajan cayera en un barranco.
Autobús destrozado luego de accidente. El percance se produjo por exceso de velocidad.
Una madre y su hijo salen heridos del accidente que sufrió el autobús en el que viajaban.
Uno de los heridos del autobús de pasajeros que cayó al barranco por exceso de velocidad.
Tipo de Nota: 
Información

Un país de carritos locos

Historia completa Temas clave

Los accidentes de tránsito cobran 130 mil vidas al año en América Latina, más que la violencia y la criminalidad. Pero a diferencia de las muertes violentas, las pérdidas humanas que resultan de un accidente de tránsito son muertes invisibilizadas, sucesos cotidianos que no generan polémicas ni debates.

Suena la campana, estridente y ensordecedora, y los cuatro bomberos voluntarios suben corriendo a la ambulancia con el botiquín en mano. Mi compañera, la reportera gráfica Sandra Sebastián, y yo, subimos apresuradamente, y cuando el bombero Mario Rodríguez cierra la puerta detrás de nosotras, la unidad ya está saliendo a toda velocidad de la estación, ubicada en la Avenida Elena, zona 3.

“¡Agárrense patojas!”, nos advierte Rodríguez. Con la mano alzada, me aferro a un tubo, mientras la ambulancia sale disparada por las calles de la zona 3. Llegamos a la 18 calle y 7ª avenida de la zona 1, donde un motorista yace boca arriba, sobre el asfalto, inconsciente. En la frente tiene una herida de unos tres centímetros, de la cual escurre un hilo de sangre. Ya es casi la medianoche y las últimas vendedoras ambulantes que acaban de desmontar sus puestos y carretas se agrupan alrededor del herido.

Jorge Luis Cartagena, el técnico en urgencias médicas, se agacha junto al motorista y le palpa la nuca. Mira sus manos, y al comprobar que sus guantes no están ensangrentados, asume que el hombre no tiene el cráneo fracturado y le retira el casco con sumo cuidado.

“Topó contra el borde del Transmetro, de plano no lo vio, y ¡pum!”, dice una vendedora batiendo las manos para simular el impacto de la motocicleta contra el concreto. Las demás asienten con la cabeza. “Se hizo mierda”, agrega otra. “Señoritas de la prensa, tómenle una foto a ese bordillo, que es peligroso”, dice una tercera, señalando el punto donde se tropezó el motorista. Todas están ansiosas por darnos su versión de los hechos, como si así sintieran que han cobrado protagonismo y han dejado de ser simples espectadoras.

“Señores, por favor, déjennos trabajar”, dice Rodríguez con tono firme, pero sin alzar demasiado la voz. Los 20 años que lleva trabajando como bombero voluntario le han enseñado que hay que mantener los nervios bajo control y evitar los gritos.

Los curiosos retroceden pero después de unos segundos comienzan a acercarse de nuevo. El morbo los atrae como un imán y su avance y retroceso es como el flujo y reflujo de una marea. Entre el grupo de vendedoras, vestidas con gabachas de encaje, se encuentra un joven indigente con un bote de pegamento en la mano que contempla la escena con ojos vidriosos. Un policía deambula por el lugar sujetando una libreta y un lapicero como un extra superfluo en el set de una película.

Cartagena inserta una cánula amarilla en la boca del motorista para mantenerle las vías respiratorias abiertas. Los dos bomberos lo levantan, lo colocan sobre la camilla y le abrochan unos pequeños cinturones de color naranja que lo mantienen firmemente sujetado. En ese momento, el herido reacciona, siente que la cánula le está provocando náuseas, se resiste y trata de llevarse la mano a la boca para sacársela.

Pero Rodríguez le sujeta el brazo con firmeza y termina de amarrarlo a la camilla. “Tranquilo, papa, tranquilo. Somos bomberos. Te vamos a ayudar pero ayudános también a nosotros”, le dice.

Los bomberos suben al motorista a la ambulancia, al policía le queda la tarea de llevarse la moto al predio de la PNC y los curiosos comienzan a dispersarse.

Un 30 por ciento por ciento de las muertes que ocurren en Guatemala por accidentes de tránsito corresponden a motoristas, según la Organización Mundial de la Salud.

Una noche en el San Juan de Dios

Como las calles están casi vacías, los bomberos llegan al Hospital San Juan de Dios en menos de cinco minutos y bajan al motorista de la ambulancia. Ingresan a la sala de urgencias y de repente se acerca corriendo una joven que casualmente se encontraba en el lugar, acompañando a su padre, y que identifica al motorista como su esposo.

“¿Qué le pasó? ¿Qué fue lo que le pasó?”, pregunta, afligida.

Llega la empleada del hospital encargada de identificar al paciente, anotar sus datos personales y hacer el inventario de los objetos personales que lleva cuando ingresa al hospital. Su joven esposa le dicta los nombres: Crescencio Álvarez, 27 años, mensajero de una aseguradora. Stefany López, 23 años.

En cuanto las enfermeras se llevan al repartidor herido, los bomberos regresan a la ambulancia. Seguimos.

Veinte minutos después, los bomberos han estacionado la ambulancia bajo la Torre del Reformador, un punto estratégico desde el cual pueden acceder con facilidad a las zonas 9 y 10, donde se concentra una buena parte de los bares y discotecas de la ciudad y donde nunca falta un accidente o una balacera. Esperan a recibir la siguiente llamada, limpian la camilla con desinfectante.

Mientras realiza esta faena, Rodríguez cuenta que los accidentes más serios ocurren entre la una y las cinco de la madrugada, los viernes, sábados, días feriados y a fin de mes o de la quincena, cuando los trabajadores reciben su salario y aumenta la ingesta de alcohol.

Cuando termina, se baja de la ambulancia y con una mano apoyada en la puerta, explica que a esas horas de la noche muchos conductores no respetan los semáforos y antes de que pueda terminar la frase pasa frente a nosotros, a toda velocidad, un vehículo negro que hace caso omiso de los dos semáforos rojos ubicados a cada lado de la torre. Si en ese momento hubiera cruzado un vehículo por la calle que intersecta con la séptima avenida es casi seguro que se hubiera producido una colisión.

Unas horas después, nos encontramos nuevamente en la estación de bomberos de la zona 3, uno de los bomberos de turno nos cuenta que mientras estábamos bajo la Torre del Reformador, en la Calzada Aguilar Batres y 5ª calle, una ambulancia llegó adonde habían reportado un atropellado, sólo para darse cuenta de que ya no había nada que hacer. Un hombre había sido arrollado por un vehículo, arrastrado varios metros, y de su cuerpo sólo quedaba un amasijo de carne deshecha y ensangrentada. En 2012, los Bomberos Voluntarios registraron 26,954 personas atropelladas en el país.

Los vehículos matan más que las balas

Cada año, los accidentes de tránsito cobran 1.24 millones de vidas en todo el mundo, según estadísticas de la OMS, lo cual equivale a eliminar a la mitad de la población de la Ciudad de Guatemala –año con año. El 50 por ciento de los muertos son personas vulnerables: motoristas, 23 por ciento; peatones, 22 por ciento; y ciclistas, 5 por ciento.

Las lesiones ocasionadas por accidentes de tránsito son la octava causa mundial de muerte y la primera entre jóvenes entre 15 y 29 años. Si no se toman medidas urgentes para revertir esta tendencia, asegura la OMS, para el 2030, los accidentes de tránsito se convertirán en la quinta causa de muerte a nivel mundial.

Según la OMS, los países de ingresos medios, como Guatemala, tienen mayores tasas de mortalidad por accidentes de tránsito (20.1 por cada 100 mil) en comparación con los países de ingresos altos (8.7 por cada 100 mil) y los países con ingresos bajos (18.3 por cada 100 mil). El 80 por ciento de las muertes de tránsito ocurren en países de ingresos medios, los cuales representan el 72 por ciento de la población mundial pero sólo tienen el 52 por ciento de los vehículos registrados.

Según el Banco Mundial, los accidentes de tránsito en América Latina cobran 130 mil vidas al año, más que la violencia y la criminalidad, lo cual la convierte en la región con los peores índices de seguridad vial en todo el mundo. Pero a diferencia de las muertes violentas, las pérdidas humanas que resultan de un accidente de tránsito se hacen invisibles, figuran en los medios de comunicación como noticias breves, y no generan polémicas ni políticas de Estado.

Por ese motivo, la OMS ha establecido que el 2011-2020 será el Decenio de Acción Mundial para la Seguridad Vial con el objetivo de visibilizar el problema, reducir la tendencia al aumento de las muertes y salvar 5 millones de vidas durante ese período.

Sin estadísticas confiables

En Guatemala existe un vacío estadístico que impide conocer el saldo preciso de muertes y heridos que causan los accidentes de tránsito. El Instituto Nacional de Estadística (INE), con base en datos proporcionados por la PNC, reporta 3,187 accidentes de tránsito en 2010 con un saldo de 5,807 lesionados y 737 muertos −los datos correspondientes a los años posteriores a 2010 todavía no están disponibles en la página del INE. El INE reporta los accidentes de tránsito como la segunda causa de muerte entre la Población Económicamente Activa (personas entre 15 y 44 años).

Pero estas estadísticas difieren enormemente de las que manejan los dos cuerpos de bomberos: Voluntarios y Municipales. En 2012, los Bomberos Voluntarios reportaron 36,254 accidentes de tránsito en 2012, con un saldo de 4,652 muertos −cifra que supera el número de hombres que murieron por arma de fuego en el mismo año: 4,160  y 23,865 heridos. Los Bomberos Municipales manejan estadísticas diferentes, pero todavía no las hacen públicas. Y luego, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), por otra parte, reporta 3,302 muertos por hechos de tránsito en 2012.

“Las estadísticas son un problema gravísimo”, afirma Luis Assardo, un periodista que fungió como Bombero Municipal durante 12 años. “Sólo entre los dos cuerpos de bomberos hay estadísticas y clasificaciones diferentes. ¿Qué certeza tienen las bases de datos? Los bomberos reciben fondos del Congreso y la forma de justificarlo son los servicios que atienden. Si estoy atendiendo menos, ¿cómo voy a decir “denme más dinero”? Mientras que la PNC no tiene un interés oculto y por eso el INE agarra una de todas las opciones. El problema es que la PNC no siempre llega a los accidentes. Si no tengo números confiables, ¿a dónde apunto los esfuerzos de prevención? Se trabaja con las estadísticas que hay porque qué otra queda”.

Tampoco existen estadísticas confiables en cuanto al número de personas atendidas en los hospitales del país por lesiones ocasionadas como resultado de un accidente de tránsito. Según el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), en 2010, fueron atendidas 122 personas por accidentes de tránsito, 139 en 2011 y sólo cinco en 2012.

Ana Lucía Gudiel, del departamento de comunicación social del MPSAS, admitió que era raro que se reportaran números tan bajos, considerando que la mayor parte de las víctimas de accidentes de tránsito son atendidas por hospitales públicos, pero dijo que “así vienen las cifras” de las que dispone el MSPAS con base en los informes enviados por los hospitales públicos del país.

Según el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), en 2010 se atendieron 11,197 personas por accidentes de tránsito, 14,175 en 2011 y 16,273 en 2012. El costo de atender una emergencia oscila entre Q360 y Q479 y el costo de ocupar una cama oscila entre Q995 y Q1,695 diarios (la cifra varía mucho dependiendo de la gravedad del caso y según el IGSS ha incrementado debido a un alza en los costos de los materiales quirúrgicos).

Si se suman estos costos y se toma en cuenta que una estancia hospitalaria suele durar unos 8 días, el IGSS gastó Q94.5 millones en atender a víctimas de accidentes viales en 2010, cifra que incrementó a Q226.6 millones en 2012. Este monto, que se equipara al presupuesto anual de varias dependencias gubernamentales, es una aproximación conservadora a la factura que paga el país por los miles de accidentes viales que se producen cada año.

El mercado de las licencias

En septiembre de 2008 compré mi primer vehículo, un sedán automático, pero mis habilidades como conductora dejaban mucho qué desear, al extremo de que la primera vez que intenté sacarlo del parqueo confundí los pedales y retrocedí de un tirón, en vez de acelerar, y quedé en medio de la avenida, la cual, por suerte, se encontraba vacía en ese momento. Así fue como usé una de mis siete vidas.

Un amigo me contó que un conocido que teníamos en común era dueño de una escuela de automovilismo donde él había pagado Q600 por el certificado que mostraba que había aprobado el examen de conducir. Llamé al dueño de la escuela, quien me preguntó si “sabía lo que tenía que hacer”. Dije que sí y me dio las indicaciones para llegar a la escuela con el dinero. Ese mismo día regresé a casa, sonriente, con mi certificado bajo el brazo y en unos días tenía la licencia.

Obtener la licencia fue lo más fácil, sacar el vehículo sin poner en riesgo mi seguridad y la de otros, fue otro tema. Mi problema no era el gusto por la velocidad sino todo lo contrario. Manejaba tan despacio que los perros y los ciclistas me rebasaban, los demás conductores me pitaban y proferían obscenidades en mi contra, las piernas me temblaban sobre el pedal y no tenía claro quién llevaba la vía en distintas partes de la ciudad.

Mi historia no tiene nada de insólito, de hecho pareciera ser la norma. “La mayoría de las licencias son compradas; las escuelas de manejo tienen mucha culpa”, asegura Guillermo Bran, un integrante del Club Rotario a quien le indigna tanto el hecho de que cada año se pierdan miles de vidas como resultado de accidentes que son prevenibles, que decidió fundar, junto con un grupo de amigos, el Consejo de Prevención de Accidentes y Seguridad Vial (Compreve).

Durante años, se ha documentado caso tras caso de corrupción en la entrega de licencias. En febrero de 2005, el Ministerio de Gobernación detectó que se habían extraviado dos mil certificados de aprobación de examen teórico y práctico de la oficina de contabilidad del Departamento de Tránsito, que posteriormente fueron aceptados en los centros de emisión de licencias. El entonces director de Tránsito, Haroldo Heriberto Quezada Chapetón, firmó los certificados extraviados, delito por el cual fue detenido.

Recientemente, en enero de 2012, durante los primeros días del gobierno de Otto Pérez Molina, el director de Tránsito, Carlos Godoy Aldana, renunció a su puesto en medio de un escándalo en el cual se le acusó de cobrarles a las escuelas de automovilismo por los certificados con los cuales se tramitan las licencias de conducir.

El nuevo director de Tránsito, Estuardo de León Franco, ha implementado medidas que buscan “poner la casa en orden”. Desde junio de 2012, las pruebas teóricas y prácticas ya no se realizan en las escuelas de automovilismo, sino en uno de los cinco Centros de Evaluación de Tránsito ubicados en los departamentos de Guatemala, Quetzaltenango y Zacapa, donde se graban con cámaras de circuito cerrado para evitar la venta de certificados y otras prácticas corruptas.

Según Donald González, vocero del Departamento de Tránsito, actualmente los certificados se hallan en un banco en los centros de evaluación autorizados, el cual puede ser sujeto a una auditoría en cualquier momento. Para las generaciones de conductores que obtuvieron sus licencias fraudulentas sin haber demostrado tener las competencias necesarias, será demasiado tarde pero para aquéllos que recién aprenden a manejar, ya no resultará tan fácil.

Alcohol, celulares y exceso de velocidad

Dado el alto número de conductores que obtuvieron sus licencias sin conocer las reglas, no resulta sorprendente que un 80 por ciento de los accidentes en las carreteras sean provocados por el conductor, según Fernando Regalado, uno de los 300 brigadieres que salen cada día, a las cinco de la madrugada, de la Dirección General de Protección Vial (Provial), en la zona 13, para atender emergencias en la red nacional de caminos que van desde un derrumbe en la carretera hasta un motorista con una llanta pinchada.

Según Regalado, el 20 por ciento restante es causado por otros factores como fallas mecánicas en el vehículo, factores climáticos y el estado de las carreteras, en menor medida, causan un 18 por ciento de los accidentes en las carreteras.

Durante más de una década ha presenciado innumerables tragedias viales y asegura que el consumo de alcohol es uno de los principales causantes. De hecho, según el INE, el alcohol es el responsable de un 61 por ciento de las muertes ocasionadas por accidentes de tránsito.

Al alcohol y a las drogas hay que agregar el exceso de velocidad, sobre todo cuando el vehículo es de un modelo reciente. “La mayoría de accidentes ocurren en vehículos nuevos, corren más, a veces hasta 150 kilómetros por hora, entonces el conductor siente seguridad y placer. Los vehículos que más se accidentan en las carreteras son carros agrícolas, pickups y deportivos”, asegura Regalado.

Con un modelo anatómico de la espina dorsal en mano, como si estuviera impartiendo una cátedra, Carlos Rayo Flores, un especialista en lesiones de columna que trabajó para el IGSS durante siete años, explica que al momento de producirse una colisión, las lesiones más comunes son el “síndrome del latigazo” y el esguince cervical que ocurren cuando el conductor o pasajero es impulsado hacia delante a consecuencia del impacto. Mientras más fuerte sea el golpe, más posibilidades hay de que se abra la columna y se salga el disco, una de las principales causas de muerte en este tipo de accidentes.

La gravedad de las lesiones depende de dos factores: la velocidad y el uso del cinturón de seguridad.  A pesar de que no utilizar el cinturón conlleva una multa de Q200, tan sólo un 50 por ciento de los conductores en el país utilizan el cinturón de seguridad, según la OMS.

Tener cinturones en los asientos delanteros y traseros no es un requisito obligatorio para la importación de vehículos. La Ley de Tránsito tampoco obliga a los padres de familia a instalar una silla especial para niños menores de cinco años en sus vehículos, un requisito obligatorio en casi toda Europa y en Estados Unidos.

El uso del celular también se está convirtiendo en una causa frecuente de accidentes y más que atender llamadas, los grandes distractores son las aplicaciones de mensajería instantánea, dice Regalado, ya que su uso requiere que el conductor desvíe la mirada de la carretera y vea la pantalla del teléfono mientras escribe. El brigadier incluso asegura que en más de una ocasión ha visto choferes de camiones pesados y buses de pasajeros “texteando mientras manejan en la carretera.

Cuando el vocero de la PMT, Antonio Galicia, observa que un conductor maneja temerosamente o volantea de manera repentina sabe que lo más probable es que se encuentre ebrio o que esté usando el celular. En varias ocasiones, cuando ha llegado a la escena de un accidente, ha visto heridos con el celular en la mano o en el suelo, junto al asiento y calcula que de un promedio de siete colisiones diarias atendidas por la PMT, cuatro son provocadas por el uso del celular.

Pero Assardo, el ex bombero municipal, hace notar que si bien es cierto que el uso del celular está provocando cada vez más accidentes, las colisiones causadas por conductores en estado de ebriedad suelen ser mucho más serias, ya que la velocidad a la que se maneja en esos casos, suele ser mucho mayor.

Transporte precario

El 29 de febrero de 2008, el nombre de la vuelta El Chilero, como se conoce la curva en el kilómetro 33.5 de la carretera de Villa Canales a Barberena, Santa Rosa, se convirtió en sinónimo de muerte cuando un bus de transportes Cubanita que viajaba sobrecargado se precipitó por un barranco de 35 metros con un saldo de 56 muertos, entre ellos cuatro niños. El chofer se había dado cuenta de que los frenos tenían un desperfecto pero siguió su camino y al llegar a la curva a una velocidad de más de 100 kilómetros por hora, perdió el control de la unidad.

En noviembre de 2009, la Corte Suprema de Justicia le retiró la inmunidad parlamentaria al entonces diputado Aníbal Salguero de la Gran Alianza Nacional (Gana), el supuesto propietario de la unidad, por haber simulado un contrato de compra-venta del bus para evadir su responsabilidad por el accidente.

Se inició un juicio oral y público en su contra pero en diciembre de 2012, la sala segunda de apelaciones del Ramo Penal lo dio por concluido al dar con lugar una acción de prejudicialidad planteada por la defensa en el cual se argumentó que previo a ser conocido por una judicatura penal se debió de haber solventado por lo civil. Salguero pagó a 70 víctimas una compensación monetaria por un total de Q3 millones pero evadió la cárcel.

Otra tragedia, ocurrida el 10 de octubre de 2006 en la carretera que comunica la cabecera departamental de Huehuetenango con Santa Cruz Barillas, cuando un bus que operaba sin autorización se precipitó por un barranco, dejó un saldo de 38 muertos, entre ellos cuatro niños. Varios sobrevivientes aseguraron que el chofer conducía ebrio y el médico forense que lo examinó confirmó que el cadáver tenía un alto grado de alcohol.

En la Dirección General de Transporte (DGT) no aparecía el registro de la unidad, la cual ni siquiera había iniciado el trámite de inscripción. El caso evidenció el escaso poder de supervisión que ejerce la DGT, la cual no está facultada para retirar de las carreteras las unidades sin registro y únicamente las puede sancionar con multas que oscilan entre Q1,500 y Q2 mil.

Las estadísticas de la PNC no detallan qué porcentaje de los accidentes registrados corresponden a unidades del transporte público. Según un monitoreo del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), en 2010, más de 500 personas perdieron la vida y más de 1,900 resultaron heridas en accidentes causados por el transporte urbano y extraurbano. Durante el primer semestre de 2011, los accidentes del transporte colectivo tuvieron un saldo de 250 víctimas mortales y más de 1,100 heridos.

En el caso del transporte urbano, la costumbre de sobrecargar las unidades, la imprudencia de los choferes, el mal estado de las mismas y el exceso de velocidad cuando dos choferes de una misma ruta “pelean pasaje”, sobresalen como algunas de las principales causas de accidentes. El 22 de enero de este año, Ronald Hurtado, de 16 años, perdió la vida tras caer de un bus, en el Puente Belice. La unidad viajaba a alta velocidad y estaba tan sobrecargada que varios pasajeros, entre ellos Hurtado, iban colgando precariamente de la puerta. Cuando cruzó el puente, el joven, un estudiante de perito contador que se dirigía a clase en la zona 6, cayó sobre el asfalto y fue arrollado por varios vehículos.

Con la inauguración del Transurbano en 2010, se buscó minimizar este tipo de accidentes. Las nuevas unidades sólo pueden detenerse en las paradas designadas y los pasajeros no pueden viajar colgando de las puertas, pero la nueva red de transporte todavía no cubre toda la ciudad y en varias zonas, las vetustas unidades rojas siguen circulando a la par de las nuevas unidades.

La tragedia de Selena

Cuando se dio cuenta de que Selena Cojom, de 15 años, había cruzado por el carril exclusivo del Transmetro era demasiado tarde para frenar. El conductor de la unidad no pudo evitar la colisión y la joven quedó tendida a un lado de la unidad, semiconsciente.

Con mano temblorosa, un transeúnte grabó con la cámara del celular los casi 10 minutos que transcurrieron hasta que los Bomberos Municipales llegaron a socorrerla, a pesar de que uno de los testigos que presenciaron la escena repetidamente exhortó a los mirones: “no tomen fotos, que esto no es espectáculo”. El impacto había sido tan fuerte que el fémur de la pierna derecha había quedado al descubierto como si un animal salvaje la hubiera devorado, y cuando llegó al Hospital San Juan de Dios los médicos no tuvieron más remedio que amputarle la pierna. El accidente ocurrió el 20 de febrero de este año.

Rayo, especialista en lesiones de columna, explica que las que sufren las víctimas de un atropellamiento son las más severas “porque el peatón está estático y llega un vehículo en movimiento”. El proceso de recuperación, si la víctima sobrevive, suele durar entre seis meses y un año.

La mayoría de las víctimas atropelladas en el área metropolitana, según un perfil sociodemográfico elaborado por Jessica Jiménez, de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos (USAC), son agricultores, comerciantes, personas que realizan oficios domésticos y estudiantes jóvenes.

“Los casos de atropellamiento suelen ocurrir tanto por imprudencia del conductor como del peatón. Habiendo una pasarela, por pura pereza, los peatones prefieren torear los vehículos. Tenemos varios videos donde las personas cruzan debajo de las pasarelas”, afirma Galicia, de la PMT de Guatemala, señalando las cámaras con las cuales se monitorea el tráfico en algunos de los puntos más transitados de la ciudad.

Pero Assardo, ex bombero municipal, hace notar que si bien es cierto que los peatones no usan las pasarelas por pereza, las pasarelas no son adecuadas para las personas discapacitadas y de la tercera edad, o no existen –como en las avenidas Hincapié y Las Américas en la zona 13– o los asaltantes las aprovechan para atacar a los peatones. Así el peatón se ve obligado a escoger entre exponerse a ser arrollado por un vehículo y exponerse a ser despojado de sus pertenencias a punta de pistola.

De hecho, en junio de 2012, Julio Rivera Clavería, viceministro de Gobernación, dijo que las pasarelas de las zonas 7, 11 y 12 habían sido identificadas como puntos de atracos y se reunió con funcionarios de la Municipalidad para pedir que se retire la publicidad en las pasarelas con el objetivo de mejorar la visibilidad y reducir la posibilidad de que se produzcan hechos delictivos.

De todos los accidentes que Regalado, de Provial, ha presenciado en las carreteras, hay uno en particular que ha quedado grabado en su mente con tinta indeleble. Una noche, hace unos años, en la carretera que conduce de Palín a Amatitlán, dos hombres fueron arrollados por un vehículo y el impacto fue tan fuerte que uno quedó tirado en el carril derecho de la carretera y otro en el carril izquierdo. Murieron en el acto. Regalado y sus compañeros acordonaron el área y en unos minutos llegaron los fiscales del Ministerio Público (MP) para levantar los cuerpos. Al examinarlos comprobaron que ambos despedían un fuerte olor a alcohol y uno de ellos llevaba una pachita de licor entre sus pertenencias.

“Me impactó mucho.El alcohol es el detonante más fuerte de muertes en peatones”, afirma Regalado, quien asegura que un 3 por ciento de los accidentes atendidos en las carreteras son atropellos.

Comida rápida, muerte segura

Cuando un repartidor de Dominos Pizza, sale del restaurante ubicado en la 7ª avenida y 4ª calle de la zona 1 con una caja grande de pizza en la mano y se dispone a subirse a la moto, aprovecho la ocasión para preguntarle sobre sus condiciones de trabajo.

Le aseguro que no se publicará su nombre y le pregunto sobre la política de Dominos Pizza de “30 minutos o gratis”. El repartidor tiene unos 35 años y afirma que sólo reparten en la zona donde se ubica el restaurante y la empresa no los sanciona si la entrega no puede realizarse a tiempo. Más que la empresa, la presión viene de los clientes, quienes lo reciben con malos modos si consideran que el pedido se tardó más de la cuenta.

Otro repartidor, del restaurante Los Cebollines, ubicado en la 6ª avenida de la zona 1, asegura que los accidentes son parte de la vida cotidiana del repartidor y que hace un año sufrió una lesión en el hombro cuando colisionó contra un vehículo que manejaba contra la vía.

Según Arturo García Aquino, director del Hospital General de Accidentes del IGSS, la mayoría de los pacientes que ingresan tras haber sufrido un accidente en moto son jóvenes entre 18 y 30 años, en su mayoría repartidores de comida rápida. Las lesiones más comunes son los traumas craneoencefálicos (según la OMS, un 40 por ciento de los motoristas en el país no usan el casco).

Galicia, vocero de la PMT de la capital, asegura que “ver a repartidores de comida rápida bajo las ruedas de un bus era una constante”, por lo cual, desde 2006, la Entidad Reguladora de Transporte y Tránsito (Emetra) cuenta con un registro de repartidores y mensajeros y antes de iniciar sus labores con la empresa deben recibir un curso de seguridad vial que dura una semana. Con estas medidas, afirma Galicia, ahora se registran entre cinco y seis accidentes de repartidores a la semana, mientras que antes se reportaban cinco o seis casos diarios.

Pero Assardo, ex bombero municipal, señala que muchas empresas no cumplen con la ley y no registran a sus empleados: “Entre los que están registrados se han reducido los accidentes, pero hay muchos mensajeros que no están registrados y se les cuelan; son como los taxis fantasmas. Duplico un número de moto y puedo repartir sin cumplir la ley”.

Ningún restaurante de comida rápida accedió a una entrevista para hablar sobre las políticas de seguridad que maneja para garantizar la seguridad de los repartidores.

Puntos críticos

Compreve ha identificado unos 40 “puntos críticos” en el área metropolitana y ha trabajado con las autoridades locales, el sector privado y la Dirección General de Caminos, entre otras entidades para buscar soluciones.

A veces esas soluciones –mejoras a la señalización, la colocación de túmulos y vibradores- son sorprendentemente sencillas. Otras acciones emprendidas por Compreve incluyen la elaboración de una Carta de Seguridad Vial que ya han firmado 21 empresas del país (la meta es lograr que 100 se comprometan a implementar las prácticas seguras enumeradas en el documento y que los accidentes se reduzcan en un 25 por ciento a nivel nacional) y un trifoliar con “tips para gozar de un convivio responsablemente”.

Con aportes del sector privado, Compreve también adquirió 40 alcoholímetros y radares, los cuales fueron distribuidos entre las municipalidades de Santa Catarina Pinula, Villa Nueva, Mixco y Quetzaltenango entre 2007 y 2009, pero Bran afirma que ésta última devolvió el equipo después de dos meses porque no quería elaborar informes periódicos sobre su uso, la condición que habían aceptado a cambio de recibir la donación. Plaza Pública se comunicó con la municipalidad de Quetzaltenango para conocer su versión de los hechos pero no obtuvo respuesta.

Compreve ha propuesto cambios al Reglamento de Tránsito, que incluyen una política de cero tolerancia para el consumo de alcohol entre conductores, sobre todo aquéllos que manejan unidades de transporte público, taxis y camiones de combustible, entre otras medidas. Pero lograr que se muevan las grandes y lentas ruedas de la burocracia no ha sido fácil. “El reglamento ha ido y venido seis veces al Ministerio de Gobernación”, asegura Bran.

En septiembre de 2012, el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, anunció que el Reglamento de Tránsito sería modificado sin especificar cuándo ni cuáles serían los cambios más significativos. Según Donald González, vocero del Departamento de Tránsito, se trata de una actualización de las normas de aplicación general como el uso de tecnología para infraccionar además de una reclasificación de las categorías de licencias y de la aplicación de puntos.

Agregó que existe una iniciativa de ley para convertir el Departamento de Tránsito en una Dirección General, lo cual le daría “mayor efectividad y rapidez en la toma de decisiones, programación, ejecución y desarrollo de las actividades señaladas en la Ley de Tránsito”, aún no aprobada por la Secretaría General de la Presidencia y del Congreso. Sin embargo, Pablo Morales, director de la PMT de Santa Catarina Pinula, considera que una dirección general se quedaría corta y que lo hace falta es crear un Ministerio de Transporte, Tránsito y Seguridad Vial.

Bajo este gobierno también se elaboró una Política Nacional de Seguridad Vial que se enfocará en la educación vial, mejoras a la señalización y una sistematización más efectiva de los datos estadísticos relacionados con vehículos, infractores y accidentes. Sin embargo, no se detallan metas concretas ni presupuestos.

Educando a los conductores de mañana

“Ustedes conocen lo que son los pasos de cebra?”, pregunta José Luis Girón, auxiliar del departamento de seguridad vial de Provial a un grupo de alumnos de entre 13 y 16 años del colegio Valverde, zona 1.

“Sííííí”, responde el grupo con una evidente desgana.

Girón, un joven de unos 25 años, lee una diapositiva tras otra en voz alta.

“Un buen conductor utiliza todas las medidas de seguridad como abrocharse el cinturón de seguridad y no hablar por el celular”, recita con aire serio, mientras varios de los jóvenes conversan entre sí. Su presentación de Power Point despierta un escaso interés en los alumnos.

Cuando termina la presentación le pregunto a Angie Campaneros, de 12 años, lo que aprendió. La niña se queda pensativa durante unos segundos y luego responde: “Respetar los límites de velocidad porque son la causante de muchos accidentes, tener conciencia de lo que hacemos”, como si estuviera repitiendo una lección. Admite que cuando viaja en el vehículo de sus padres, no suele abrocharse el cinturón de seguridad.

La presentación le pareció “un poco aburrida” a Johnny Secaida, de 14 años, quien confiesa que suele cruzar la calle corriendo y torear los vehículos en vez de cruzar la pasarela. Cuando le pregunto si la presentación lo ha llevado a pensar en sus hábitos peatonales y si usará la pasarela de ahora en adelante, responde con un tibio “sí”.

Durante el gobierno de Óscar Berger (2004-2007), el Ministerio de Educación y otras entidades firmaron un convenio que incorporaba el tema de la seguridad vial como una unidad en la materia de estudios sociales. Provial se había comprometido a financiar la impresión de los materiales didácticos y la municipalidad de Santa Catarina Pinula había asumido la responsabilidad de capacitar a los maestros. Pero llegó una administración que barrió con los funcionarios del gobierno anterior y la iniciativa quedó engavetada.

Como hasta la fecha la seguridad vial sigue sin ser parte del pensum escolar, cada entidad imparte las charlas a su manera. Provial utiliza presentaciones de powerpoint para los adolescentes y shows de títeres para los niños de preprimaria y primaria, mientras que Compreve se esfuerza en utilizar la teatralidad para hablarles a los jóvenes en su propio lenguaje.

Las charlas comienzan con música y un DJ. De repente se detiene la música y las luces se enfocan en un personaje con quien los jóvenes se identifican, por ejemplo, el “rey feo” de Quetzaltenango quien les cuenta una historia. “Quiero contarles que mi papá me acaba de regalar un carro, me voy a tomar un trago y me voy al puerto”, afirma en tono desafiante. Los jóvenes lo vitorean y le aplauden. Pero luego aparece un agente de la PMT quien les narra algunos de los accidentes que ha presenciado los viernes y sábados por la noche, como resultado de un cóctel letal de alcohol, imprudencia y exceso de velocidad. Mientras habla, se proyecta un video con imágenes que retratan esos accidentes en toda su crudeza. Vehículos deshechos como latas estrujadas. Sangre. Muerte. Vidas truncadas en un instante.

Finalmente, escuchan el testimonio de alguien que vivió en carne propia esa experiencia y que les cuenta lo que significa vivir con las secuelas, como la joven Ligia de León, la ex reina de belleza de Quetzaltenango. Tuvo suerte de no perder la vida en un accidente pero sólo recuperó la movilidad después de 18 dolorosas operaciones.

Luis Assardo, ex bombero municipal, explica que la educación es un proceso lento cuyos resultados sólo se observan después de una o dos generaciones ya que los menores viajan a sus lugares de estudio o recreación en el vehículo de sus padres, donde observan malos hábitos que tienden a reproducir. No obstante, afirma que poco a poco, se observan cambios: “Hace 10 años nadie usaba el cinturón de seguridad. Hoy vemos que los niños se suben al vehículo y les dicen a los papás ‘ponte el cinturón’”.

¿Y los municipios?

La investigación de Jiménez, de la Usac, concluyó que el 52 por ciento de las personas que mueren en accidentes de tránsito en el área metropolitana viven en la ciudad y un 48 por ciento en el interior. Esto indica que diariamente ingresa a la ciudad una gran cantidad de vehículos procedentes de otros municipios y una gran cantidad de conductores que no conocen las reglas.

“Una buena cantidad de vehículos aquí (en la capital) no son de este municipio. Educamos aquí a los niños pero, ¿qué pasa con la gente que viene de fuera?”, plantea Assardo.

Santa Catarina Pinula es un caso excepcional. Fue el primer municipio de más de 100 mil habitantes que se declaró libre de analfabetismo y se enorgullece de ser un pionero en términos de ordenamiento vehicular a nivel municipal.

La PMT de Santa Catarina Pinula tiene 50 agentes, cuatro autopatrullas, un pickup y cuatro motocicletas, además de un call-center donde se reportan las emergencias, un centro de operaciones donde se recopilan estadísticas minuciosamente clasificadas sobre los accidentes que ocurren en el municipio y su propia academia para la capacitación de los agentes.

Aunque fue creada tomando la PMT de Guatemala como modelo, en varias ocasiones se le ha adelantado en términos de innovación tecnológica. Desde 2005, por ejemplo, cuenta con un “semáforo inteligente” que marca los segundos antes de cambiar de color, lo cual le permite al conductor calcular de mejor manera el tiempo que le queda para cruzar, algo que la municipalidad capitalina emuló unos años después.

Pablo Morales, director de la PMT de Santa Catarina Pinula explica que los municipios padecen de tres grandes males: “Primero, las personas creían que el ordenamiento tenía que ser en la capital pero no en los municipios; los ven como pueblos y no como ciudades en evolución cuando en los últimos años ha habido una explosión bien grande. Segundo, nuestros fundadores no tuvieron la visión de definir calles y avenidas; no sabían que iban a tener un movimiento vehicular muy fuerte y por eso las calles están hechas para carretas y no vehículos. Tercero, la cultura. En la vía todos quieren hacer su voluntad; los peatones no quieren utilizar los pocos lugares que existen para ellos y los conductores no respetan las reglas de tránsito”.

Los puntos donde se registra el mayor número de accidentes se concentran en Carretera a El Salvador. De hecho, las seis muertes por accidentes de tránsito reportadas en el municipio en 2012, ocurrieron en esa ruta. “Uno de los primeros problemas que encontramos es que allí hay muchos jóvenes con un alto nivel económico que conducen vehículos muy modernos y pagan seguros con coberturas totales, lo cual hace que sean más temerarios”, afirma Morales.

Además de instalar seis pasarelas entre los kilómetros 13 y 16 de carretera a El Salvador, la municipalidad de Santa Catarina Pinula ha hecho énfasis en la prevención y ofrece clases de educación vial para personas de todas las edades: niños de preprimaria a quienes se les inculcan las reglas básicas mediante juegos en un parque vial móvil, adolescentes, pilotos de transporte pesado y colectivo, y líderes comunitarios de los comités comunitarios de desarrollo (Cocodes), quienes se encargan de socializar las lecciones aprendidas con los vecinos de su comunidad.

Pero Santa Catarina Pinula es un caso excepcional. A un lado de la carretera a Amatitlán, Marvin Mazariegos, director de la PMT de Villa Nueva, tiene que alzar la voz para que pueda escucharlo por encima del estruendo del tráfico. Estamos ubicados en el kilómetro 23, un punto donde ocurren unos ocho accidentes mensuales debido al exceso de velocidad.

La PMT de Villa Nueva acaba de adquirir un fotovelocímetro que permite registrar el número de placa de los conductores que no respetan el límite de velocidad. Por ahora las fotografías se suben a la página web de la municipalidad a modo de advertencia y el próximo mes comenzará la imposición de multas.

“Hemos colocado 3,800 fotos de vehículos que viajan a más de 95 kilómetros por hora. A esa velocidad ya existe el riesgo de que ocurra un accidente. Incluso hemos captado a un mismo vehículo infringiendo el límite de velocidad tres veces”, asegura Mazariegos.

El ordenamiento vial es una novedad en Villa Nueva, a pesar de que se trata del segundo municipio más grande del país. La academia de la PMT comenzó a funcionar hace apenas un mes (antes los agentes aprendían de forma empírica) y la presente gestión edil inició la impartición de charlas educativas en las escuelas. Pero estos esfuerzos son incipientes. La ausencia de una entidad que asegure el ordenamiento vial es aún más palpable en los 229 municipios del país que no cuentan con una PMT.

Los lisiados

Al recorrer los pasillos del Hospital General de Accidentes del IGSS, en la zona 4 de Mixco percibo el intenso olor a desinfectante. Aquí se atienden entre 150 y 300 emergencias diarias que incluyen accidentes laborales, heridos por arma de fuego y arma blanca, y víctimas de accidentes de tránsito.

El director del hospital, Arturo García Aquino, explica que cuentan con todas las especialidades como cirugía de cadera, de mano, reemplazo de articulaciones, y cirugía de columna.

Este hospital, con salas pulcras, helipuerto y equipado con tecnología punta, contrasta con el caos y la precariedad del Hospital San Juan de Dios, a donde fue llevado Crescencio Álvarez, el repartidor de la empresa de seguros que se abrió la frente al caer de la moto.

Cuando entramos a la sala de admisiones me acuerdo vivamente de él ya que en ese momento ingresa un motorista en una camilla. También es repartidor, está consciente y con una mano se aferra al maletín donde lleva los documentos que le encomendó la empresa para la que trabaja.

En esta sala, los datos personales del paciente son ingresados en el sistema y se determina la gravedad de su condición. Si se encuentra grave pasa al “área roja”, una sala con cuatro camas, y si se encuentra extremamente grave es ingresado al “cuarto de shock”, el cual está equipado con un resucitador.

Seguimos con el recorrido. Mientras subimos gradas y recorremos pasillos, García cuenta que entre las víctimas de los accidentes de tránsito, llega un buen número de niños que se caen de la moto donde viajan entre el padre que maneja, y la madre que viaja detrás, como un sándwich humano, uno de los medios de transporte más comunes entre las familias de escasos recursos.

Finalmente llegamos a la sala donde se encuentran los pacientes no rehabilitables, es decir, aquéllos que no tienen esperanzas de recuperarse y que permanecerán en el hospital hasta el fin de sus días. Un hombre de unos 35 años tiene una enorme hendidura en la frente ya que en el accidente que sufrió perdió la mitad de la masa encefálica y parte del hueso del cráneo. Junto a cada cama está escrito el nombre del paciente y la fecha en que ingresó. Este hombre se llama Elder y ha pasado los últimos nueve años de su vida postrado en la cama, perdido en un mundo de tinieblas.

“Pedrito, ¿cómo estás, Pedrito?”, le pregunta el doctor a otro paciente en cuyo rostro se ha dibujado una mueca perpetua. Después de bañar a los pacientes cada mañana, las enfermeras les colocan una gorra con su nombre y los sientan en una silla de ruedas durante unas horas. Varias veces a la semana les ponen música, con la esperanza de que alguna nota pueda penetrar el muro que los aísla y llegar hasta los confines de ese mundo oscuro en el que se encuentran sumergidos.

García reflexiona durante unos segundos y dice que si conductores y peatones pudieran ver el estado en el que puede quedar una persona que sufre un accidente se abrocharían el cinturón, no beberían alcohol antes de tomar el volante, respetarían los límites de velocidad y usarían las pasarelas.

Hace unos meses, falleció, en esta misma sala, un agente de la PMT que fue arrollado por una moto.

Autor
Autor