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Movilidad urbana: decisiones racionales y emocionales

También reflexiono sobre cómo los buses ocupan mucho espacio, complicando aún más el congestionamiento, pero reconozco que transportan al menos a 40 personas mientras que en mi vehículo vamos solo dos.
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Movilidad urbana: decisiones racionales y emocionales

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La movilidad urbana se puede definir como el conjunto de desplazamientos de personas y mercancías dentro de una ciudad, utilizando tanto transporte público como privado. Sin embargo, más que una definición técnica, la movilidad debe entenderse como el conjunto de decisiones que todos los ciudadanos tomamos al salir de nuestras viviendas para satisfacer nuestras necesidades, ya sean racionales o emocionales. Pero, ¿Estamos dispuestos a sacrificar la comodidad individual en nuestros vehículos por el bienestar colectivo urbano? Este cuestionamiento no solo refleja un dilema contemporáneo, sino que también pone de relieve la necesidad urgente de reconsiderar nuestros hábitos de movilidad en favor de un entorno urbano más sostenible y habitable para todos.

El Estado se organiza para proveer servicios a sus habitantes, incluido el transporte público. Aquí es donde empiezan las decisiones racionales: una ciudad debe planificar su sistema de transporte mediante estudios técnicos de demanda, costos de inversión y operación, que determinen, entre otros factores, la tecnología del sistema. Sin embargo, la discusión va más allá. ¿Necesita Guatemala una Ley Nacional de Movilidad Urbana que establezca directrices para las grandes ciudades? Sin duda, es una necesidad apremiante, especialmente en las áreas metropolitanas, donde es crucial establecer una entidad dedicada a la planificación de la movilidad urbana y el transporte entre los diversos municipios.

Las ciudades que son planificadas alrededor del mundo cuentan con un sistema de transporte público funcional, lo cual lleva a otra decisión racional que raya en lo emocional, ¿es posible quitar espacio al vehículo particular para dárselo al transporte público? No parece inteligente quitar un carril al vehículo particular para que los buses de un sistema BRT (Bus Rapid Transit) puedan transitar de forma eficiente en su carril exclusivo, sin embargo, bajo la lupa de estudios e información disponible en varias ciudades, sí lo es.

Hemos fabricado entonces la primacía del vehículo particular en Guatemala, y como consecuencia, según el Observatorio Nacional de Seguridad del Tránsito (ONSET), la siniestralidad vial es la segunda causa de muertes violentas en jóvenes menores de 30 años, en el año 2023 se tuvo una tasa de 15 fallecidos y 96 lesionados por cada 100 mil habitantes en el departamento de Guatemala, además de ser los responsables de una alta ocupación de la atención de emergencias en hospitales nacionales. Como Estado, me parece que se debe actuar racionalmente hacia una política pública nacional de seguridad vial que disminuya radicalmente la siniestralidad vial. No podemos permitir que las vidas se pierdan por la falta de políticas públicas.

Parece muy coherente entonces decir que la movilidad urbana se relaciona con decisiones racionales, las cuales conllevan una satisfacción de necesidades humanas. Sin embargo, pensemos: si existiera un sistema de transporte rápido, seguro y digno en nuestras ciudades, ¿estaría dispuesto a dejar la comodidad de mi vehículo? Al respecto, el exalcalde mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, comenta: «En todos los países, particularmente en aquellos en vías de desarrollo, las clases altas de la población quieren un metro, no importando cuánto cueste construirlo y operarlo. Aun así, no tienen la más mínima intención de subirse a este; no ha cruzado por su mente. Solo quieren mandar ahí a otros ciudadanos, los de clase baja, con la esperanza de que esto reduzca el congestionamiento». Llegamos a una decisión emocional, hemos normalizado el uso del vehículo pese a las implicaciones de inseguridad y a la estadística abrumadora de muertes por accidentes viales.

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Por su parte, la filósofa argentina Roxana Kreimer menciona en su libro, La Tiranía del Automóvil: «La paradoja que representa la normalización del uso de automóviles en relación al ideal que lo promueve; la congestión actual, la pérdida de libertad, la afección ambiental que provocan los millones de autos en las ciudades del mundo y sobre todo la enorme pérdida de vidas humanas provocadas por accidentes de tránsito –superiores a cualquier enfermedad o guerra- resultan en conjunto lo más irracional que trajo el anhelado progreso y han deteriorado significativamente la calidad de vida de las personas, creando además desigualdad social y dependencia». Por lo que la adopción de opciones de transporte más sostenibles y la planificación urbana consciente no solo promueven una mayor eficiencia y accesibilidad, sino que también sientan las bases para un futuro urbano más equitativo y saludable para todos los habitantes.

En medio del congestionamiento matutino a las 6:00 a.m., una decisión impulsiva (emocional) me lleva a pensar que los motoristas son imprudentes al transitar en un carril imaginario y subirse a las aceras. Sin embargo, reflexiono que incluso si las banquetas fueran más anchas, los vehículos podrían seguir haciendo lo mismo. Además, considero que los colegios contribuyen al tráfico, pero luego recuerdo que todas las mañanas llevo a mi hija a la guardería. También reflexiono sobre cómo los buses ocupan mucho espacio, complicando aún más el congestionamiento, pero reconozco que transportan al menos a 40 personas mientras que en mi vehículo vamos solo dos. Los conductores del automóvil pensamos que somos los dueños del espacio público (emocional), mientras que los datos nos dicen que somos el congestionamiento (racional).

Como sociedad, debemos romper con la primacía del automóvil (y de la motocicleta) y abandonar la idea de que poseer un vehículo es un derecho humano. Es fundamental que nos esforcemos juntos para garantizar el derecho a la ciudad, colocando a las personas en el centro en lugar de los vehículos. Urgentemente, necesitamos desarrollar políticas públicas dirigidas a establecer un sistema de transporte público digno, seguro y eficiente. Esto implica reducir la dependencia de los desplazamientos en vehículos y motocicletas, así como priorizar el espacio público para los peatones y el transporte colectivo.

 

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