En este sentido, como colectivo social, en los últimos días hemos observado a través de la difusión de vídeos las imágenes donde un auto colisionó contra un motociclista. Este sería un hecho hasta cierto punto común, si no fuera porque la embestida se dio por tres veces consecutivas. Por su impacto, este es uno de los accidentes que más polémica e indignación ha generado entre la ciudadanía, en los últimos tiempos.
Por otro lado, por estos días también ha circulado otro vídeo en donde el chofer de un autobús extraurbano de parrilla, para evitar un accidente personal, bloqueó el tránsito: «El tráfico de la bajada de Villa Lobos fue obstaculizado por unos minutos luego que (sic) el conductor de un bus extraurbano (…) detuvo la marcha, cruzó la unidad en medio de la vía y descendió del vehículo para orinar a un costado de la unidad»[1].
Ambos casos, vistos en su conjunto o de manera individual resultan sorprendentes e inauditos, inexplicables para la mayoría. Analicémoslos uno por uno y en su conjunto.
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Primero, hablemos de las cuestiones fundamentales. Estas se relacionan (mencionamos solo dos) con el pésimo estado en que se encuentran las carreteras y la falta de un transporte público seguro y eficiente. Ello genera cada vez una mayor carga vehicular que se detiene por horas al menor incidente, ya sea como el que protagonizó el chofer del bus parrillero o una simple lluvia. Es decir, si el transporte público fuera eficiente, al menos uno de los dos conductores tal vez no habría estado ahí y, en consecuencia, no se hubiera dado este percance. Pero como sabemos, los «hubiera» no existen.
En segundo lugar, la falta de educación vial se evidencia con mayor fuerza en los accidentes, especialmente en aquellos que podrían evitarse. ¿Cuándo se dará un giro de 180° para mejorar la situación? Sin duda, sobran proyectos que proponen dichos cambios, pero no ha habido voluntad política para llevarlos a cabo.
Tercero, existe un obvio descontento ciudadano por lo que se percibe como la aplicación parcial de la ley, lo cual es evidente en los comentarios vertidos en las redes con respecto a estos casos. En cuanto todos sean juzgados y castigados como corresponde según las leyes, sin privilegios de ninguna clase, sin duda las críticas y el sentir negativo popular disminuirá de manera considerable. Ello con el tiempo generaría más confianza social y un mayor deseo por hacer las cosas bien, presuponemos.
Cuarto, reflexionemos si en medio de las limitaciones para quienes adquieren un vehículo, ¿valdrá la pena replantearse la importancia de invertir en un seguro?
Quinto, quien compra un vehículo tiene la responsabilidad de aprender a manejarlo de manera confiable. Se comprende que –con lo sucedido en el caso del motorista– la persona del vehículo de cuatro ruedas pueda tener desconocimientos técnicos, pero ello no justifica que salga a las calles sin contar con la preparación adecuada. También, quien lo vende, debe proporcionar una capacitación efectiva y a largo plazo para quien adquiera vehículos con otro tipo de tecnología.
En cuanto al segundo caso, ¿cómo es posible que un chofer de un autobús extraurbano lleve a cabo semejante acción? Solo es explicable en un contexto de impunidad. Es decir, alguien que está acostumbrado a hacer lo que quiere y cuando quiere, sin pensar en los demás. ¿Qué especuló el chofer? Probablemente algo como esto: «Ya no aguanto, me voy a hacer. ¿Qué hago? Para evitar que me miren y que rebasen el bus voy a cruzar la camioneta y así todos tienen que parar sí o sí». Dicho y hecho.
Provocar accidentes, generar el desorden, propiciar el caos, dañar a otros de manera directa o indirecta; si lo vemos desde la perspectiva de los casos enunciados no parecen preocupaciones típicas del ciudadano común y corriente. Pero, ya sea un conductor anónimo o uno del transporte colectivo, aunque de lejos las suyas se vean como acciones distintas, en realidad tienen un trasfondo compartido.
Responden nada más y nada menos que a una actitud de sentirse dueños del mundo, como lo dice la canción de José Alfredo Jiménez magistralmente interpretada por Vicente Fernández: «Con dinero y sin dinero /hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la ley».
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[1] https://www.publinews.gt/virales/2025/10/01/piloto-de-bus-cruza-la-unida...
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