Algunas de las cosas que pedí, incluso siendo niña, se cumplieron. A los 12 quería convertirme en escritora y lo soy. Veo con cariño a esa preadolescente que soñó no con la fama ni la fortuna, sino solo con el hecho de escribir y publicar: se cumplió. En otros momentos añoré habitar en el silencio de un monasterio en donde estuviésemos solo los libros y yo, y hoy la casa es un lugar mayormente silencioso, tanto que en ocasiones evoco las voces. Lo único que me pasó es que, en esas paradojas, durante los últimos años están los libros, está el silencio, estoy yo, pero también apareció no la sombra sino la realidad de un fuerte bloqueo lector, que me impidió leer. Pero pedí y se cumplió.
Como resultado de una intensa experiencia espiritual en otro momento quise que todas las relaciones tóxicas de mi vida se alejaran como al final sucedió. En medio de esa radicalidad quizás se fueron otras que no lo eran, pero fue el precio de los límites que estaba practicando a diestra y siniestra. En medio de esas turbulencias quedaron personas entrañables a quienes quiero y que sé también me valoran y aprecian como soy.
Llegó asimismo el día en que me enfrenté a los miedos y decidí dejar atrás los pasados. Se fueron, pero olvidé que lo único efectivo era arrasar de un tajo con todos (como el consejo que da Maquiavelo en El príncipe), y por eso fallé. Ahí ando, entonces, lidiando uno a uno con los presentes y los futuros.
Evito hablar de los fracasos porque no me alcanzarían las palabras para enumerarlos. Me caigo y me levanto una y otra vez. Como dijo un amigo, no parto de cero porque tengo muchos fracasos acumulados, así que cada uno es solo otra experiencia.
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Me veo como un ser privilegiado en un país con tantas limitantes para las mujeres. Tuve acceso a los estudios y estudié. Aproveché esas oportunidades. Pasada la etapa del bloqueo con los libros ahora, de nuevo, siento el deseo de aprender. Me atrae el aprendizaje de los idiomas cuando hoy estamos llenos de traductores hasta en el celular y en las apps de la IA. ¿Es un fracaso que luego de cinco décadas aún no haya aprendido bien otro idioma además del materno? Quizás lo sea, pero no lo siento así.
¿Logros? ¿Qué son? ¿Bajo qué perspectiva y la de quién? Todo depende. De lo que sí estoy clara es que me gusta mi vida y no quisiera vivir la de ninguna otra persona. En la literatura de ficción, en las series, en las películas cuentan a veces historias de personajes que con el cambio de un solo hecho transforman sus vidas. Para mí no sería suficiente así que me quedo con lo que hay, que gran esfuerzo y trabajo hacia dentro me ha costado.
Pienso en lo vivido y lo que tengo es un enorme caudal de gratitud. Gracias a las personas de mi familia que me han acompañado sin juzgarme, aceptándome, dándome su apoyo incondicional cuando lo he necesitado. Que comparten mis alegrías y mis penas. Que me dan su amor incondicional.
Gracias a mis amistades, que las cuento con los dedos de las manos. Ellas son la luz que me ha acompañado en los momentos de oscuridad. El hombro, el regazo físico y virtual en el que me recostado para aliviar y desahogar el dolor, para contar mis alegrías y mis fracasos.
Gracias a las personas e instituciones que han estado ahí y han creído en mi historia sin cuestionarme, sin menospreciarme, sin desvalorizar lo que viví. Finalmente, los dolores entre unos y otros no pueden compararse porque cada uno lo vive en su propia dimensión y para quien lo experimenta es único.
Hace poco, en un juego de palabras con mis personas queridas, me tocó al azar hablar del término «agua». Pensé en Heráclito y su famosa frase, pero más que en ello en el hecho de que lo que me toca más que estancarme es fluir. En esas estoy.
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