Se trata así de una tecnocracia muy especial, sobre la cual diversas resoluciones alumbradas por este escribiente y otros colegas han venido recomendando que al menos, al final de la carrera pública en dicho banco —que para la mayoría es longeva— se establezcan diversas cortapisas para que los burócratas. Ya peinando canas, o bien con cabellera brillante —porque dicho sea de paso la mayoría son hombres—, no pasen a engrosar las filas de la gerencia financiera privada con la que la legislación y la cultura actual permiten un tránsito permanente y una comunicación constante entre las esferas: estatal y la privada.
El Banco de Guatemala, como otros de su tipo en América Latina, muy bien son epítomes de ese proceso muy bien estudiado por cientistas sociales como Jurgen Habermas que tiende a llamarse «la colonización del mundo vital», que se refiere al mundo de la cotidianeidad, de la vida diaria en donde se interactúa y que en forma contundente hoy es invadido por los sistemas económicos (la esfera privada principalmente) y burocráticos, amenazando precisamente esa autonomía de pensar y actuar del hombre y la mujer comunes y corrientes.
Eso ocurrió en fechas recientes con el barullo de un articulado del Congreso de la República, contenido en la Ley del Presupuesto de la Nación para 2026. Resulta ser que el artículo 85 del mismo permite canalizar un monto en dólares que tiene como fuente las billonarias Reservas Monetarias Internacionales (RMI) para adquirir acciones de la Corporación Andina de Fomento hoy denominada Banco de Desarrollo de América Latina.
Vale indicar que el históricamente denominado Grupo Andino estuvo estudiando por largo tiempo la integración económica centroamericana como un ejemplo incluso de modelos de programación industrial que se venían diseñando en el ambiente de la integración istmeña desde finales de la década de los cincuenta, y que dieron el alumbramiento del Tratado General de Integración Centroamericana, que luego de diversos protocolos a lo largo de las décadas hoy le da vida al Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
La historia bien nos enseña que a partir de las grandes tribulaciones y sueños del libertador sudamericano, el gran Simón Bolivar, un grupo de países medianos de la región si bien sin accesar al sueño bolivariano, sí mantienen una miríada de transacciones económicas que han venido ampliando el radio de acción de sus instituciones económicas; tal es el caso de la Corporación Andina de Fomento (CAF). Esa instancia hoy supera en tamaño a su primo hermano regional el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), con el que mantiene, dicho sea de paso, una serie de relaciones académicas y de trabajo, buscando el acceso a los grandes mercados internacionales de capitales.
La antigua Corporación Andina de Fomento es hoy un importante conglomerado que ha extendido sus ramas fuera de la región andina, y que incluso incorpora en su sistema de gobernabilidad a diversos bancos privados. El hecho de que sus cuarteles generales estén domiciliados en Caracas también ha activado a netcenteros criollos, que pretenden guiar cual influencer a una ciudadanía y medios periodísticos carentes de cultura económica, que buscan seguridad y acomodamiento en el famoso estribillo de la «notable estabilidad macroeconómica de Guatemala».
Lo cierto es que el artículo 85 congresil alborotó el cotarro y los periodistas comenzaron a buscar a los principales defensores de la reforma constitucional de 1993 que, aprovechando la oscuridad del punto, introdujo reformas al artículo 133 de la Constitución Política, judicializando así, al más alto nivel, la máxima de que: «como el déficit fiscal del gobierno es el causante de la inflación….. entonces hay que prohibir el engrosamiento de un potencial déficit futuro por parte de financiamiento directo con moneda creada por el banco central». Así fue que los principales corifeos defensores, adeptos a la denominada escuela monetarista de pensamiento, ocuparon los principales micrófonos y cámaras del mundo de la opinión, advirtiendo que ello era algo así «como un asalto a la autonomía del banco central».
Este escribiente publicó un X (@Edgar_Balsells 4 dic) afirmando lo siguiente: «Tanta razón tiene Habermas que la Ciencia y la Técnica pueden ser usadas como IDEOLOGÍA !!!!! Y los galimatías de esos expertos citados a dedo por Urías Gamarro así lo muestran !!!!!».
El notable cientista social Jurgen Habermas publicó un interesante libro, reproducido en español por tecnos titulado: Ciencia y Técnica como «Ideología».(2010). El libro data de 1968 y resulta ser una confrontación a la tesis desarrollada por Herbert Marcuse sobre «la fuerza liberadora de la tecnología». La misma, afirma Habermas, puede convertirse en una traba para la liberación, convirtiéndose además en una instrumentalización del hombre… y de la mujer digo yo.
Y es que la técnica —y sus tecnócratas—, como parte de un proyecto histórico social, suelen responder a los intereses dominantes de su época. Veámoslo entonces en ese reportaje de Urías Gamarro, quien a dedo pasa revista de tres personajes muy propios del monetarismo y celosos a muerte de la autonomía del Central: Edwin Matul (ex Gerente del Banguat), Ramón Parellada (investigador de la Universidad Francisco Marroquín) y Enrique Font, Presidente de la Cámara de Industrial. Revisemos lo que dice su discurso:
En primer lugar, Urías Gamarro un periodista de la sección económica de Prensa Libre, incluso sesga el discurso con el titular del pasado 4 de diciembre (Prensa Libre) con el título «Desviar reservas podría afectar macroeconomía». Nótese la gravedad de tal discurso y lo exagerado de una usual inversión de Reservas Monetarias Internacionales (RMI) en los mercados de capitales internacionales.
Las palabras de Matul son las que aparecen en primer plano, quizás por la autoridad tecnocrática que él representa. Al preguntársele qué son las hoy famosas RMI nuestro protagonista afirma lo siguiente: «se les atribuye al Banguat porque para adquirirlas, la entidad tuvo que haber emitido quetzales. Así el Banguat compra dólares al Gobierno cuando este se endeuda o a los bancos cuando participa en el mercado cambiario. Por cada dólar registrado en el balance del banco central, se ha emitido una cantidad equivalente en quetzales. (…) cada dólar que se utilice de las reservas debe tener una contrapartida, ya sea la reducción de los depósitos del Gobierno del encaje bancario u otra operación de carácter desmonetizante». Luego, Urías resalta otra proposición de Matul: «sería un espejismo creer que las reservas pueden ser utilizadas para otros fines ilimitadamente».
Después le toca el turno a Parellada quien, sencillamente, coincide con tal planteamiento técnico y enredado, según la nota de Urías. Parellada sostiene que (¿…..). Parellada, además indica que las RMI respaldan la emisión de Quetzales, y que «no se pueden usar las RMI para financiar al Gobierno ni para otorgarle préstamos desde el banco central».
A todas luces un comentario exagerado frente a una simple inversión cercana a los US$300 millones, en un lago de más de US$ 35,000 millones de RMI, muchas de las cuales son parte del esfuerzo y sudor de la diáspora!!!!.
Finalmente, el turno de Enrique Font, quien debiera ser, acorde con los estándares actuales centroamericanos, uno de los más preocupados del constante influjo de reservas que abaratan las importaciones e impactan negativamente en el acervo de producción de bienes del mercado interior. Font resulta ser incluso más generalista y aduce que por años el país ha preservado su estabilidad macroeconómica. Todo ello «gracias a una política monetaria manejada con criterios técnicos por el Banguat y las reservas —que actualmente ascienden a US$35,000 millones— son un pilar fundamental para respaldar divisas, enfrentar crisis, garantizar el comercio internacional y permitir intervenciones en el mercado cambiario».
Cabe aseverar que el galimatías iniciado por Matul muy bien reflejan la gran paradoja en la que se encuentra el pétreo modelo monetario del banco central guatemalteco. Cuando se encumbró la reforma constitucional de 1993 de colocar cerrojo al financiamiento público, ello se dio en un ambiente de astringencia de divisas y de un relativo asalto al financiamiento vía bonos públicos con apoyo de la creación monetaria del banco central.
Profetas y gurús de tales tiempos como Manuel Ayau culpaban al déficit fiscal como el factor monetizante creador de inflación. Y a dicho dogma se debió el asalto de 1993 con reformas monetarias y presupuestarias por parte de los grupos de poder que se sentían frustrados de ciertas garantías y ventajas sociales conquistadas por la Constitución de 1985.
En las entrevistas que hice durante la realización de mi tesis doctoral diversos expertos me externaron que el cerrojo al financiamiento del gobierno por parte del banco central es una medida singular que sólo algunos países poco complejos africanos tienen. Ello no corresponde a una economía mixta moderna.
Pero dejémoslo allí ahora, porque resulta ser muy ilógico e iluso el creer que una inversión de RMI en acciones de una banco de desarrollo sería un asalto a las RMI. Y de lo que sí estoy bien de acuerdo y recomiendo es que, en caso remoto de que ello llegare a realizarse, los dividendos de tal inversión deben muy bien ser parte de los productos financieros del Banco de Guatemala.
Cabe advertir al lector que el famoso Banguat vive precisamente de los productos financieros de la inversión de tales reservas en los mercados internacionales. Y en tiempos pretéritos se dieron una serie de travesurillas como invertirlos en valores y acciones de empresas en quiebra como el caso de ENRON, que se ventiló poco por la prensa diaria allá por el 2008. Cabe indicar que tales travesurillas obligaron a la Junta Monetaria a una mayor vigilancia en tales inversiones.
Ahora bien, en el galimatías iniciado por Matul sí cabe una advertencia de los riesgos que actualmente tiene el Banco de Guatemala, ante una nueva realidad que, ni por asomo se avizoraba en 1993: la continua afluencia de dólares producto de la diáspora, de la dinámica de las exportaciones, y de los réditos de diversas actividades poco ortodoxas que se transan principalmente en el mercado negro, que corre paralelo al mercado oficial de divisas, y del que se habla con extremo sigilo y secretividad. Sin mayores investigaciones serias por cierto.
Lo que Matul señala es que existe una andanada de dólares, principalmente los que vienen en concepto de verdadera remesa, fruto del esfuerzo del migrante, que se cambian por quetzales y constituyen HOY EN DÍA, la principal fuente de creación de Quetzales; es decir de moneda local.
Hace ya varias décadas autores como Harry Johnson advertían del enfoque monetario de la balanza de pagos que prescribía que, al rebajarse los aranceles y demás barreras, la moneda local estaría impulsada principalmente por la entrada dólares; y eso es lo que sucede con las remesas, al cambiarse por Quetzales constantemente para atender las necesidades de consumo de numerosos hogares guatemaltecos. Son hoy entonces ¡La principal presión inflacionaria!
La bonanza de dólares es entonces hoy, al contrario del déficit fiscal, la principal presión para crear moneda local, y constantemente la banca central entonces debe estar esterilizando dinero, mediante operaciones de mercado abierto, para que los bancos del sistema estén contentos, con un rédito, dado su abultado balance de activos, que no se dirigen, como debiera, a crédito productivo, sino a tarjetas de crédito y bonos gubernamentales que habitan en el balance del banco central.
Disculpas al lector por lo enredado de las terminologías, pero así es la ciencia y la técnica, y más: ¡Peligrosa cuando se torna en ideología!
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