Identificar, reconocer y visibilizar a mujeres en el círculo inmediato, en los medios de comunicación y en distintos espacios de toma de decisiones, que ejercen roles no tradicionales y rompen patrones asociados al sexo biológico, es un factor relevante para afirmar que: «sí es posible»
Olimpia Altuve nos confirmó en 1919 que era posible obtener un título universitario en Guatemala. Valentina Tereshkova, en 1963, nos demostró que las mujeres podemos llegar a conquistar el espacio. Vigdís Finnbogadóttir inició su primer periodo presidencial en 1980, demostrando que las mujeres podemos llegar a optar por la presidencia a través del apoyo popular. Finnbogadóttir ejerció históricamente la presidencia de Islandia en cuatro ocasiones, tras ser reelecta en 1984, 1988 y 1992.
Además, debemos identificar y reconocer que contamos con referentes locales en muchos otros escenarios. Tal es el caso de Luz Castillo Díaz-Ordaz, quien se graduó como abogada en 1927; María Isabel Escobar Quintana, quien en 1942 se graduó como la primera mujer médica y cirujana en Guatemala; y Ana María Xuya Cuxil, quien en 1985 representó a las mujeres indígenas por primera vez en el Congreso del país. No es menor que, al indagar en la historia, estas mujeres referentes nos muestran el camino y logran posicionar en el imaginario colectivo que, sí es posible.
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Si observamos nuestro entorno inmediato, la lista sigue ampliándose, lo cual es altamente positivo. ¿Qué mujeres en nuestra familia han roto el esquema tradicional? ¿Quiénes han cuestionado la vida y el desarrollo desde una perspectiva de género? Puede que los conceptos utilizados en esta columna sean percibidos como modernos, pero las acciones y el haber identificado las diferencias desde una reflexión sobre el sexo biológico han marcado la historia desde hace siglos, siendo un proceso tanto individual como colectivo.
Estas mujeres en la historia y en nuestras vidas nos demuestran que es posible continuar los estudios, decidir sobre nuestros cuerpos, vivir solas sin necesidad de salir casadas del hogar familiar, optar a un cargo público, trabajar en la NASA o ejercer la presidencia de un país.
Cada una de estas mujeres, tanto en el entorno histórico como en el inmediato, nos demuestra que han existido prácticas que constituyen barreras limitantes a nivel emocional, psicológico, social, económico y público. Sin embargo, al cuestionarlas, es posible desestructurarlas. Es importante reconocer que, junto con la motivación y la decisión, un factor determinante es la capacidad económica, que en muchos casos conlleva un privilegio de clase. El recurso económico tiene grandes implicaciones para poder actuar y transformar realidades.
Es posible que un primer paso para poner en práctica nuestro derecho a decidir y anular patrones, esquemas y prejuicios sea reflexionar desde la gratitud y la admiración. Así, podremos identificar: ¿Qué mujer o qué mujeres a mi alrededor son referentes para distintas acciones? ¿Qué mujeres se han cuestionado y posicionado contra la reproducción de violencias? ¿Qué mujeres han optado por vivir solas? ¿Qué mujeres han decidido libremente su tipo de vínculo afectivo? ¿Qué mujeres ejercen su voz en el espacio público? ¿Qué mujeres se dedican a sus pasiones?
Y, ante estas interrogantes, también debemos reflexionar con compasión sobre aquellas mujeres que se cuestionaron el injusto esquema de desarrollo basado en la diferencia sexual, pero que, debido a la falta de oportunidades, no pudieron actuar.
Tener una red de apoyo es fundamental para el acompañamiento en todo proceso. Si bien parece fácil desear romper el modelo tradicional de desarrollo, no lo es. Cuestionar una sociedad inmersa en machismos, prejuicios y violencias de género es un reto enorme, ya que estas limitaciones afectan el desarrollo profesional y económico, reduciendo la capacidad de disidir.
Es por ello que Guatemala necesita políticas públicas y un presupuesto adecuado que impulse el desarrollo de las mujeres en todos los aspectos: educación, salud, empleo digno, y, por supuesto, que aborden de manera transversal la erradicación de las violencias de género
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