La dignidad humana

Cabe mencionar que, ante situaciones alarmantes y preocupantes que vulneran la integridad de las personas —como el deslave en carretera a El Salvador o los árboles caídos en la calzada Roosevelt, calzada San Juan y Anillo Periférico, por mencionar algunos espacios del área urbana cuyo colapso experimenté—, al observar las imágenes, la situación y la reacción de las personas ante los múltiples desastres, llegué a identificar que, para algunos (por no decir la mayoría), estos hechos han resultado «tolerables» y «soportables». Tanto así, que muchas personas no dudan en poner en riesgo su vida con tal de llegar a su lugar de trabajo o por la urgente necesidad de retornar a casa (lo cual no se discute).

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Nuestra sociedad se ha dedicado a rezagar sus demandas reales ante las injusticias, ante el incumplimiento de necesidades básicas y ante la urgente atención en la integridad humana cuya dignidad ha sido vulnerada por quienes han tenido el privilegio de ocupar espacios en lo público y manejado la cúpula de lo privado. Ante el desastre, creo que el mayor riesgo se asienta en la aterradora idea de una sanción laboral, lo cual trasciende la importancia de resguardar la integridad personal. No culpo a los «colaboradores» de obviar el valor de su vida por sobre la insaciable necesidad de producir para sobrevivir. No debería ser, pero es.

Sobrevivimos en un sistema de consumo, ese mismo que nos ha llevado a la competencia irracional de producir y producir para poder consumir, consumir y seguir consumiendo. Porque quien no produce no consume y ello implica, no tener ingresos para poder sobrevivir.

Más allá de las risas, la gracia, la mofa y la burla y el sin fin de memes ante la situación y condición a la que hemos llegado como sociedad, debemos analizar: ¿Cómo es la calidad de vida que experimentamos? ¿Por qué debemos cruzar calles inundadas y con deslaves, para no permitirnos ausentarnos del espacio laboral? ¿Por qué debemos poner en riesgo nuestras vida en transporte público no regulado? ¿Por qué no pasa por la mente el resguardo de nuestra integridad física y emocional ante la situación?

Puede que ese espacio laboral encaje en la lógica de «quien produce, consume» y «quien no produce, no consume», una idea que se ha arraigado en la psique humana y que responde al instinto de supervivencia adaptado a las exigencias del mundo moderno.

Es necesario detenernos un momento para razonar que, más allá de caer en la mofa de las desgracias cotidianas, necesitamos trabajar en identificar y reconocer que somos personas y como tal, merecemos condiciones dignas de vida, de desarrollo personal y profesional.  ¿Qué nos queda como sociedad si inesperadamente en el contrato social estamos dispuestos a arriesgar la vida para llegar a nuestro trabajo?