Ha sido impresionante la reacción que ha causado el vil y trágico asesinato de Charlie Kirk entre los conservadores guatemaltecos. La conmoción es entendible: el video es aterrador, y no imagino el dolor de sus seres queridos y seguidores. Huelga decirlo, su vida es valiosa, su asesinato injustificable. Repudiables también las «celebraciones», que no representan al progresismo y quienes lo afirmen solamente están contribuyendo a la violencia que supuestamente denuncian. Nada de lo anterior está en discusión.
Lo que merece más discusión es la reacción conservadora guatemalteca que tapizó las redes sociales con expresiones de angustia y solidaridad, pero también de violencia y odio. Me centraré en quienes fueron panelistas y/o organizadores del reciente Festival de la Libertad, por su exposición pública y acceso a recursos, en lugar de fijarme en tuiteros de «izquierda» con nula incidencia, como algunos miembros de las juventudes Codeca. Es importante aclarar que, aunque las personas seleccionadas quizás no sean representativas de la derecha conservadora en su totalidad, sí los posiciona dentro de la creciente extrema derecha. La catarsis que presentaré canalizó la intolerancia y, al mismo tiempo, promovió un discurso en el que Kirk se presentaba como un cristiano ejemplar y moderado –incluso como un héroe–, mientras que la «izquierda» era retratada como inherentemente violenta.
La selectividad con la que se condena la violencia queda aún más clara al mirar lo que ocurre en Gaza. Dada la magnitud de la violencia que presenciamos en la vida real, resulta difícil tomar en serio su preocupación por la violencia cuando ninguno de estos organizadores o panelistas ha condenado públicamente el genocidio en Gaza, que vemos a diario en nuestras pantallas. No hace falta ser un experto para denunciar semejante barbarie: organismos internacionales y reconocidas voces judías lo han llamado por su nombre desde hace meses. ¿Cómo se puede conciliar esa supuesta defensa de la vida con un silencio tan abrumador frente a la masacre de tantos inocentes? Suele ser la derecha la que guarda un silencio tan terriblemente inmoral sobre este asunto, colocándose, como ellos mismos dirían, en «el lado incorrecto de la historia» —una frase, por cierto, bastante espantosa.
Esta falta de coherencia discursiva no termina ahí, volviendo a Kirk, fue irresponsable que muchos se lanzaran a culpar a la izquierda del asesinato del influencer sin conocer los detalles. Muchos tenían al culpable antes de tener al muerto. Con lo que sabemos hasta hoy (21/09), el perfil no encaja del todo con el de una persona «progresista», ni en términos políticos ni programáticos, sino más bien con alguien radicalizado en Internet. Incluso si se tratara de alguien vinculado a la «izquierda», por sus mensajes Antifa o su defensa de la diversidad, no parece sensato denunciar la violencia política con más polarización, miedo y violencia. ¿No es precisamente eso lo que se dice rechazar?
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Los mensajes salidos de tono abundaron, acompañados de desinformación y exageración que pretendían mostrar a la «izquierda» como inherentemente violenta y a los conservadores como víctimas. Esa mentira no solo aumenta la polarización y el miedo, sino que ignora los datos que gritan algo más complejo (y quizás contrario), y oculta el contexto en el que se dan, como el acceso a las armas y la responsabilidad del discurso radical del liderazgo MAGA (Make America Great Again). Nada de ello resulta favorable para su narrativa belicosa, ni para la «guerra» que fabrican llamando al público a alistarse y cerrar filas, olvidando los problemas reales que abundan en Guatemala. Si eso no es capitalizar una muerte, no sé lo qué sea.
Emanuel Danaan, influencer y panelista del Festival, afirma en X que mataron a un «moderado» [Kirk] y que «agradezcan a Dios que ellos van a la guerra con palabras, hijos de puta». Eso lo retuitea Ligia Briz, directora de AFI y panelista del Festival, diciendo «No pudo decirlo mejor». Con un maniqueísmo de manual, donde los violentos son únicamente los otros, se retratan con una hipocresía de diccionario cuando invitan a Agustín Laje, conocido beligerante de derechas que afirma que la izquierda no es adversaria sino enemiga, «siempre» violenta. Daniel Cabrera, coorganizador y panelista del Festival, afirma en varios tuits «o nos unimos o nos matan» y retuitea otro que dice «no odiamos lo suficiente a la izquierda». Además de varias veces hacer referencias e incitaciones a la guerra.
¿Qué cristianismo es este? ¿Es Kirk un cristiano ejemplar? ¿Y lo son MAGA y el dictador en ciernes, Trump?
Así que no sean irresponsables, no inflamen más el discurso, ni polaricen con exageraciones y mentiras. Sean serios, prudentes y bien intencionados porque problemas abundan y podríamos trabajar para resolverlos. Guerras santas hemos tenido muchas (¿hay alguna que no lo sea?) y nunca terminan bien. Para refrescarse la memoria podrían leer el Terror en la tierra del Espíritu Santo: Guatemala bajo el general Efraín Ríos Montt. Recuerden que el cristianismo también es un mensaje de amor y paz, convivencia y solidaridad. Porque con esa manipulación y violencia a la que incitan, alejan a la gente del cristianismo, del mensaje de Cristo y la salvación.
No vale la pena seguir por ese sendero del odio y el conflicto.
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