Cuando nos encontramos las pláticas suceden con la misma continuidad. Una delgada línea va separando los momentos de recordar, los momentos de compartir experiencias vividas (no pocas veces se repiten las mismas historias y anécdotas), los momentos de agradecer a Dios por estar vivos y con buena salud, y los momentos de otear el futuro que se nos presenta ya como como un horizonte de sucesos de donde no podremos escapar.
Palabras más, palabras menos, con alguna frecuencia me hacen las mismas preguntas (a veces muy personales) en los tres grupos y dada la complejidad que podrían tener las respuestas casi siempre las dejo para ese después que nunca llega. Sin embargo, hoy –que recién vuelvo a Cobán después de participar en Encuentro Anual de Estrategia Landivariana 2025– me decidí a responder tres que me han formulado en el mismo orden de sucesión en cada grupo. Así, en los siguientes párrafos listaré cada pregunta y su respectiva respuesta.
1. Por qué trabajas tanto, con tanta intensidad y poniéndote en riesgo dada la edad que tenemos.
Respuesta: «Primero, les comparto que sigo haciendo deporte, no como cuando teníamos dieciocho años, pero no he dejado el ejercicio físico. No obstante, estoy consciente de los riesgos y es una responsabilidad que asumo como propia. Segundo, porque un día (vivido muchos años atrás), decidí ser yo mismo, sentirme a gusto (no solo con bienes materiales) y después de un tiempo de reflexión donde se pusieron frente a frente mis realidades (las buenas y las otras no tan buenas) fueron tomando forma varios propósitos entre los que resaltaron el servicio a los demás y la posibilidad de gestionar, en un proceso colaborativo, la presencia en nuestro territorio de carreras universitarias con las que ni soñábamos cuando nosotros éramos unos jóvenes a la búsqueda de nuestro norte y derrotero».
2. Pero todo tiene un tope, un hasta aquí. ¿No es tiempo acaso de que reconozcas ese límite?
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Respuesta: «La vida física de nosotros, como seres humanos, sí tiene un límite. Y no es necesariamente la muerte. Me refiero a la vida de calidad. De esa cuenta, le pido a Dios que me señale el momento preciso en que deba retirarme. También le he pedido a mis hijas, a mis hijos y a mi esposa que cuando comiencen a notar en mí dislates y resbalones me lo hagan ver con toda sinceridad para tomar las decisiones que correspondan. Ahora, con relación al servicio y a la educación, pues, son procesos que no tienen un límite. Por el contrario, deben recrearse, ponerse al día, tomar nuevos aires según las circunstancias locales, nacionales e internacionales para mejor aprovechamiento de los seres humanos».
3. Dame un ejemplo visible de esas dos respuestas anteriores. No con lenguaje metafórico ni con utopías.
Respuesta: «Con gusto. Miren, nosotros como Sistema Universitario Landivariano somos nueve presencias a lo largo y ancho del país, y desde el año 2022 venimos trabajando planes para asumir –con la debida asertividad– el futuro inmediato y el mediato con acciones estratégicas que favorezcan el desarrollo de los territorios. En el nuestro, la Misión del Plan 2025-2030, relacionada con nuestra vocación que es socio ambiental reza: “Propiciar la recreación del nuevo modelo universitario de identidad jesuita, inspirado en la espiritualidad y pedagogía ignaciana, que promueve la educación, la investigación y la proyección para incidir significativamente en el mejoramiento de la vida de las personas, incrementar el bienestar de la sociedad y cuidar la calidad del entorno del territorio de influencia del Campus contribuyendo de manera asertiva a construir y sostener el bien común”. Y como prueba perceptible para difuminar lo metafórico y lo utópico, los invito a que nos visiten y conozcan el impacto de nuestros proyectos».
Estas fueron las respuestas a tres preguntas concretas que me han hecho en los últimos tres meses.
Cierro este artículo con las palabras que me dijo al oído mi mentor (y padrino de graduación) cuando me impuso la toga el 15 de mayo de 1979: «En todo amar y servir». No sabía que era uno de los lemas de los jesuitas. Se trataba del P. Jorge Toruño Lizarralde, S.J., quien me impelió a enfrentar mis realidades.
Si usted estimado lector, quiere colaborar con nuestros propósitos, será suficiente con tenernos presentes en sus oraciones diarias.
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