Eso era considerado ejemplo de disciplina fiscal y responsabilidad macroeconómica.
La clase media se redujo (es decir que la pobreza se incrementó) y la desigualdad se hizo aún mayor. Y eso justo cuando los países estrenaban democracias liberales luego de dos décadas (o más) de dictaduras militares. No en balde muchos latinoamericanos aún hoy desconfían de la democracia. Esa palabra quedó maldita por su asocio con políticas económicas anti-democráticas, cuyo único fin era reducir los niveles de endeudamiento enormes que asfixiaban a los gobiernos.
Una década perdida para que banqueros mundiales pudieran reportar ingresos de deudas impagables y en su mayoría generadas por gobiernos dictatoriales. La democracia pagando las deudas de la dictadura. Y una generación completa totalmente perdida por la falta de inversión en la educación y la salud, sumado a la informalización del mercado de trabajo. Los hijos de esa generación son los jóvenes menores de 30 años que hoy sobreviven en barriadas populares urbanas donde el crimen es una carrera y el estudio universitario una utopía.
España (y varios países europeos) también está enfrentando ahora una crisis de deuda. Y para muchos latinoamericanos nostálgicos del Consenso de Washington dicho ajuste debe pasar por un recorte brutal a los presupuestos sociales (“desmantelar el Estado bienestar”) y socavar las bases del pacto de convivencia europea. Pero el gobierno conservador de Rajoy posee un mejor conocimiento sobre el funcionamiento del capitalismo, y sin que se le arrugue la cara ha dejado en claro que el ajuste es una cuenta que pagarán varios, y no solo la clase media.
Empecemos por indicar una primera diferencia con el ajuste ortodoxo latinoamericano: los impuestos. Mientras el ajuste estructural latinoamericano jamás se planteó el incremento de la carga tributaria como un objetivo fiscal válido para cerrar la brecha en las finanzas públicas, los españoles lo han planteado de una manera contundente. El incremento de impuestos además no solo es para la clase trabajadora, sino también para los ingresos superiores, para los cuales se ha creado una tasa especial de más del 50% para que tribute de manera progresiva el 1% más rico.
En segundo lugar, si bien hay recortes enormes en el gasto social, existen medidas compensatorias que permiten proteger (aumentar los beneficios económicos) para los más pobres (incluyendo los pobres más ancianos). La idea de generar redes de protección social en América Latina fue un planteamiento que apareció tan solo luego de casi 12 años de ajuste brutal donde la clase media y los más pobres pagaron toda la cuenta.
En tercer lugar, los banqueros e inversionistas tenedores de deuda española también tendrán que contribuir con el ajuste. A los bancos no se les pagará todo lo que exigen, y a los tenedores de deuda se les ajustarán los pagos de acuerdo a una prima de riesgo razonable. En cambio, en América Latina los banqueros prestamistas y los tenedores de deuda hicieron su agosto durante décadas, cobrándose beneficios sin asumir el castigo por sus decisiones arriesgadas y su avaricia financiera.
El gobierno conservador de Rajoy ha dado muestras de estar años luz con respecto a los preceptos impulsados por el Consenso de Washington en América Latina. Porque entiende que se trata de salvar a la economía pero sin hundir la democracia. Y porque sabe que la cohesión social y la equidad valen más que las rentas de una banca internacional irresponsable y usurera.
Puede que el ajuste no saque a España de los aprietos fiscales en que está metida (la recesión no parece ser una fórmula sólida para asegurar prosperidad a mediano plazo). Pero el ajuste al menos no hundirá la democracia española.
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