Un vehículo cargado de huevos, un comerciante agobiado que debe pagar una multa, un par de agentes de la Policía Municipal de Tránsito (PMT) de la ciudad de Guatemala, un grupo de mirones y alguien grabando: todo se combinó en un video que se hizo viral por la reacción violenta contra los agentes. En suma, un pequeño circo para quienes disfrutan humillar a esos personajes uniformados que tienen poder para multarnos si violamos alguna norma vial.
Existe cierto nivel de hartazgo hacia las PMT a nivel nacional entre quienes conducen automotores. Y, de forma paralela, se percibe un vehemente rechazo del sector del comercio informal, que suele ser perseguido y que en no pocas ocasiones ha sido víctima de arbitrariedades. Por ejemplo, decomisar un carretón con fruta puede equivaler a causarle hambre a una familia. Y, evidentemente, alguien tiene que poner orden en una ciudad, pero resulta inevitable recordar a Anatole France: «La ley prohíbe tanto al rico como al pobre dormir bajo los puentes, mendigar en las calles y robar pan». En el caso de Guatemala, las PMT les prohíben tanto a los ricos como a los pobres vender fruta en la calle o ejercer el oficio de taxista sin el permiso respectivo.
La Municipalidad de Guatemala, de la cual depende la PMT mejor desarrollada, se caracteriza por su opacidad en el uso de los recursos municipales, por la pésima gestión de los desechos sólidos y por algo que no es poca cosa: el equipo que controla la Muni ha sido un activo defensor del pacto de corruptos. Y no tengo dudas de que tienen poderosas razones para que la regresión autoritaria que vivimos se profundice. O, dicho en otras palabras, los grandes negocios inmobiliarios y de infraestructura, los contratos para renovar asfalto que dura solo una temporada lluviosa y muchos otros negocios son solo para amigos ricos de los herederos de Arzú, esos que no necesitan vender fruta en la calle o hacer de taxistas piratas. Para ellos y ellas hay protección y buenos negocios.
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La responsabilidad del arzuísmo en la corrupción estructural de la Municipalidad alcanza a todo el país. Como escribí tiempo atrás, a Álvaro Arzú no le dio la gana impulsar leyes de ordenamiento territorial de nivel nacional. Tampoco creó el distrito metropolitano cuando tenía aplanadora oficial en el Congreso y en todas las alcaldías del departamento de Guatemala. Atribuyo lo anterior a su plan de regresar a la Municipalidad sin que hubiera mecanismos a los que debiera subordinarse. Como consecuencia, tenemos planes y procesos para la ciudad que exhiben elementos positivos, pero que son inherentemente mediocres porque solo abordan una parte de la mancha urbana y las cuencas respectivas. Esa mirada corrupta y miope ha sido heredada a sus sucesores junto con un escenario inmanejable para los desechos sólidos o para la gestión del agua, entre otros graves problemas.
Pese a lo anterior, apalear a un agente de la PMT de esta o de cualquier otra ciudad no solo es un delito, sino un acto condenable por múltiples razones. Los agentes de las PMT son trabajadores que dedican la mayor parte de su tiempo a hacer menos insufrible el tránsito. Del mismo modo, en cualquier ciudad tiene que haber un orden mínimo del tráfico y de ciertas actividades comerciales formales e informales.
Uno espera un poco más de empatía, y estoy seguro de que se pueden prevenir arbitrariedades, pero dejemos claro que una multa es un mecanismo de castigo y control. Las multas, los cepos, las grúas y otros recursos de control son tristemente necesarios para cualquier ciudad mediana o grande. Sin dolorosas multas, nadie respetaría las áreas donde se prohíbe el estacionamiento. Y si el tráfico actual nos parece espantoso, les aseguro que sin las PMT descenderíamos a niveles dantescos de descontrol asociados a mayores problemas de seguridad.
Al escribir esta columna llueve, como suele ocurrir en octubre. Y allá afuera hay miles de policías municipales de tránsito con las botas mojadas haciendo menos espantoso el tráfico de cada mañana. Criminalizar a los y las PMT es un acto de miopía política, y prometer cambios a ese nivel sin tocar estructuras de corrupción y de negligencia es más de lo mismo. Les aseguro que habrá promesas electoreras en la siguiente contienda que se enfocarán en las arbitrariedades de la PMT de esta ciudad y de otras, pero sin interpelar los mecanismos que han convertido a la ciudad de Guatemala en la finca personal de un pequeño grupo de parásitos amigos de la élite depredadora.
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