Quizá comparable solo con José Efraín Ríos Montt, Álvaro Arzú Irigoyen es uno de los políticos exitosos de Guatemala no por su honestidad y compromiso legítimo, sino por su gran habilidad de engañar a las masas. Tras tres décadas de ostentar varios cargos de poder, hoy Arzú ha degenerado en un avaro, abusivo, racista, flemático, agresivo y prepotente descarado.
Sin embargo, la senilidad que lo aqueja ya en la que por naturaleza es la etapa final de su vida, luego de tantos año...
Quizá comparable solo con José Efraín Ríos Montt, Álvaro Arzú Irigoyen es uno de los políticos exitosos de Guatemala no por su honestidad y compromiso legítimo, sino por su gran habilidad de engañar a las masas. Tras tres décadas de ostentar varios cargos de poder, hoy Arzú ha degenerado en un avaro, abusivo, racista, flemático, agresivo y prepotente descarado.
Sin embargo, la senilidad que lo aqueja ya en la que por naturaleza es la etapa final de su vida, luego de tantos años de rodearse de aduladores rastreros, corruptos de cuello blanco impunes, y de gozar de la victoria electoral de votantes que sostienen la preferencia por el menos peor, lo ha separado de su propia realidad. Le ha hecho creer que es invencible, superior a los demás, y, quizá su peor y más letal error, que el poder es para siempre. Incluso, en sus ridículas ínfulas criollas de nobleza española, pareciera que quisiera crear con sus hijos una suerte de dinastía municipal.
Siguiendo esta arrogancia de décadas de impunidad, no solo se siente fuera del alcance de la Cicig, del Ministerio Público (MP) y de todo el sistema de justicia, sino que está demostrando estar convencido de que él está por encima de la ley y de que posee poderes de ser superior. Poderes que supuestamente lograrían rescatar la presidencia de Jimmy Morales, quien, reiterando sus ya bien conocidas inutilidad y torpeza políticas, se ha creído el cuento de la superioridad de su ahora amo y maestro Arzú.
Pero nada de eso. Las investigaciones de la Cicig y el MP han abierto efectivamente la caja de Pandora, ya que por fin ha salido la verdadera naturaleza de Arzú y de su grupo: ladrones y corruptos que merecen juicio y castigo de conformidad con la ley. Esperaría que quienes quieran insistir en defenderlo y adularlo tengan una dificultad enorme para explicar los negocios sucios con personajes como Byron Lima Oliva, su esposa, su hermano y toda la organización criminal que aquel dirigió desde la cárcel.
No dejan de sorprender las iracundas declaraciones que el mismo Arzú profirió durante el escándalo que protagonizó en la conferencia de prensa de la Cicig y el MP. Claramente convencido de su superioridad ante la ley, de su inagotable y eterna capacidad de permanecer impune, hasta tuvo la desfachatez de confirmar algunos de los elementos de las acusaciones de los entes investigadores: no negó su relación con los Lima y públicamente reconoció haber participado en el intento de expulsar al comisionado de la Cicig, si no es que fue uno de los principales conspiradores y autores intelectuales de dicho intento.
Uno solo puede imaginar la frustración de Jimmy Morales al ver a su amo y maestro Arzú tratado como igual ante la ley, como un ser que no es superior. Supongo que en sus pesadillas abundan el pánico y el horror de darse cuenta de que, si Álvaro Arzú no puede continuar impune, mucho menos él. Me pregunto: ahora, con su amo y maestro Arzú tambaleándose, ¿hasta cuándo Morales podrá sostener su pantomima de firmeza y fortaleza en la presidencia?
Tras el escándalo del apoyo de los narcoganaderos a Jimmy Morales, la semana pasada me preguntaba quién se anima todavía a defender a Morales. El mismo Arzú respondió: nadie menos que él, un megalómano, caricatura de criollo fascista con ínfulas tufosas de realeza española, que se cree superior a la ley y que por su trabajo tiene derecho a impunidad. Yo digo que les respondamos: ¡a los tribunales ambos!
Más de este autor