La vida, Ramón, está hecha de retazos y yuxtaposiciones vibrantes, a veces bizantinas, otras tantas lúgubres. Si viera la mía representada en un lienzo sería muy parecida a una obra surrealista de Fuco Ueda cuyos personajes - a decir de los críticos- parecen estar atrapados en una pesadilla dulce y amarga. Pero al menos, tú y yo podemos distinguir “dulce de amargo”, “justo de injusto”, “bondad de maldad”, ello es un privilegio.
No olvido la primera vez que visité...
La vida, Ramón, está hecha de retazos y yuxtaposiciones vibrantes, a veces bizantinas, otras tantas lúgubres. Si viera la mía representada en un lienzo sería muy parecida a una obra surrealista de Fuco Ueda cuyos personajes - a decir de los críticos- parecen estar atrapados en una pesadilla dulce y amarga. Pero al menos, tú y yo podemos distinguir “dulce de amargo”, “justo de injusto”, “bondad de maldad”, ello es un privilegio.
No olvido la primera vez que visité Cite Soleil, uno de los barrios más miserables de Puerto Príncipe y en el cual se asienta alrededor de medio millón de personas. Esta “Ciudad del Sol” es el tugurio más grande y ofensivo que puedas imaginar. Los rostros descarnados de niños y adultos contrastan con la corpulencia de las monumentales ratas que corren libres y confiadas por recodos geográficos hechos de basura. En parte, debe ser porque los gatos se convirtieron en una apetecible vianda desde hace algún tiempo. Pero no sólo los gatos. Pude ver con horror cómo un grupo de niños entre 6 y 10 años destazaban a un raquítico perro callejero. El mayor de ellos lideraba la operación, mediaba y repartía -bajo quién sabe qué criterio de justicia- la parte de las vísceras que a cada quien correspondía.
Muchos de los padres de estos niños, nacieron y morirán en ese tugurio, sin haber conocido o al menos imaginado que otra realidad es posible. No pueden desear aquello que no conocen. No pueden aspirar a lo ignoto. ¿Es posible salir de la pesadilla cuando nunca se ha experimentado la tranquilidad? ¿Se puede distinguir la bondad de la maldad cuando se creció en un universo violento? ¿Cómo reclamar dignidad en un ambiente donde los cerdos con quienes cohabitan son más libres que ellos? Sus descendientes podrían correr el mismo infortunio.
Inhabilitados para amar, desear, soñar, para crear conciencia de sí mismos, así crecen los ciudadanos de la Ciudad del Sol, una ciudad que no brilla, pero tampoco duerme, como New York.
Como bien sabes ahora oso llamarme peace builder. Resulta que ahora la paz se estudia y he invertido algunos años investigando algo que en mi confinada mentalidad, era un tema universalmente conocido.
Hasta que llegué a Haití y con vergüenza constaté que lapè (paz) es una experiencia desconocida para muchos niños y jóvenes que, por ende, son incapaces de definirla. Otros, tienen sólo una vaga idea de lo que significa y pocos - los más afortunados-, dicen que es lo opuesto a violencia. Conclusión: lo universal resultó ser un privilegio.
Haití es un país que exhibe y ridiculiza con la candidez de un niño, nuestra estupidez. Estupidez comúnmente disfrazada de arrogancia intelectual, al colmo de que atrevidamente algunos se auto imponen u otros les atribuyen el título de “expertos” cuando hoy más que nunca deberíamos despojarnos de nuestras malsanas deformaciones.
Así, mi querido Ramón, todo esto es para decirte que hay lugares del mundo en donde la cultura se curva, como la luz de Einstein. Eso que llamamos justicia debe batirse aguerridamente entre el caos, la superficialidad y relatividad de la moralidad contemporánea. Más le convendría a Lady Justice quitarse la venda de los ojos para no pecar de incauta y así notar la languidez de Wendy, nuestra compatriota guatemalteca cuya experiencia rivaliza con la de los críos de la “Ciudad del Sol”.
Un abrazo,
Carmen
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