A mi humor lo acompañan los furiosos Karma to Burn con 34, una banda de stoner que crea piezas instrumentales y las denomina con números y que eligió su nombre a partir de unos versos de Bob Dylan. Le va a la perfección a mi trayecto diario entre el tráfico de la avenida Hincapié mientras me pregunto a mí mismo si ya están devaluadas, por demasiado vistas, las acrobacias del ayudante de camioneta, que camina por el techo del vehículo en movimiento y entra por la puerta trasera de este. Esa pregunta metafísica puede hacerse al ritmo de 20 o de 62. No tiene desperdicio dedicarle unos minutos a un sonido tan sofisticadamente duro.
Los Henry’s Funeral Shoe están allí con Grown So Angry mientras hago el repaso de las noticias que vienen de Quito, que me dicen que el Mundial de Rusia, que de todas formas iba a ver por televisión, no tendrá a la selección ecuatoriana. Una colección de malos resultados, malas decisiones técnicas y peores dirigentes evitará que tenga que calcular mis actividades con base en el horario de juegos en San Petersburgo o Moscú. Algo ganará mi productividad de todo esto. Por cierto, los medios ecuatorianos también dicen que la justicia les aprieta el cerco a los funcionarios de la Revolución Ciudadana (vicepresidente incluido), pero eso no debería ser novedad al tratarse de una banda de ladrones, por mucho que los adoren académicos y activistas de Twitter que vigilan el mundo desde modelos teóricos.
Es el turno de The Atomic Bitchwax, uno de esos descubrimientos que le agradezco a Spotify. Fuck Face y Down with the Swirl. No se puede pedir más de esa guitarra. De hecho, Gravitron, su álbum de 2015, es uno de los componentes que definitivamente deberían formar parte de la colección de alguien que quiere tomar venganza del vecino que amanece con nostalgia de Juan Gabriel o Luis Miguel y decide ponerlos a todo volumen la mañana de un domingo. También puede servir como música de fondo para un fanático de jugar basquetbol en las madrugadas acompañado solo de sus audífonos.
Y mientras el Caribe se inunda, Corea del Norte prepara nuevas pruebas de misiles, Melania empieza a seleccionar sus tacones para visitar las zonas que inundará el huracán Irma, algunos funcionarios públicos tienen pesadillas al imaginarse con trajes de presidiarios, mis amigos peruanos comienzan a pensar en una hazaña en Buenos Aires y la Hincapié sigue allí, simplemente hibernando. Todo debe parar porque es hora de leer cuentos y Pippi Longstocking le está haciendo las delicias a una niña de nueve años.
«La vida también puede ser buena a veces», pienso y matizo mientras escucho a mi esposa tocar Für Elise en el piano.
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