Rabia

La historia (repetida incesantemente en las redes sociales) reza que, en pleno intento fallido de avanzar con la grabación de Lithium, un Cobain extremadamente frustrado y furioso se desquitó tocando esta canción tan cruda que acabaría con la guitarra rota. La interpretación alcanzó a ser registrada por el productor (el mítico Butch Vig, que es, entre otras cosas, baterista de Garbage) de manera casi accidental. 

Y es a partir del origen indecoroso de esa pista que pretendo escribir unas líneas acerca de esas sensaciones que, en el grunge y el punk, se trasmiten cuando a un poderoso riff de guitarra lo acompañan un par de gritos, salidos usualmente desde un alma atormentada. Esto, en mi caso, se traduce automáticamente en caras largas y expresiones agrias, que vetan desde el asiento de atrás con un «quita esa música». 

[frasepzp1]

Para eso, me sumerjo (audífonos de por medio) en el último disco de Dying Wish, Flesh stays together, lanzado en el pasado mes de septiembre de este 2025. Un álbum concebido desde la desesperanza como su columna vertebral. Demuestra cómo una banda puede madurar fielmente dentro del hardcore metal. Expande los límites al conjugar letras crudas y ritmos poderosos con la capacidad de la vocalista Emma Boster para dominar el estilo vocal conocido como Fry screams.

El álbum está lleno de alaridos. Maravillosos alaridos que, entre mi círculo de amigos, suelen tacharse de música del demonio, aunque hoy se estudian en academias de canto. Canciones como I don’t belong anywhere demuestran que pueden coexistir diferentes estilos vocales, con resultados especialmente oscuros y satisfactorios, que se expresa en líricas como:  Reject me/ hate what you don't understand/I am defiance shoved down your throats… 

O en el caso de I'll Know You're Not Around, que tiene una propuesta visual que combina la intensidad con una mezcla de agonía y belleza. Además, de actitud de jamás rendirse. 

Entro en el terreno de describir sensaciones. Y no se trata de romantizar casos extremos de soledad y depresión o glorificar violencia… porque no todo puede tratarse de canciones de amor desesperadas, o del autotune que estará en el medio tiempo del Superbowl.  

Al finalizar estas líneas me tropiezo con Tourettes (1992). La descripción de un trastorno del sistema nervioso, convertida en una canción.