Cuando tengo dudas acerca de qué piensa la gente más conservadora de nuestra sociedad sobre cualquier tema, basta leer la columna editorial para entender. La voz de la rancia podría llamarse, o quizá Vitrina oligárquica, y quedaría completo el cuadro.
Abrí ese periódico el día después de que el Ministerio de Finanzas presentara su propuesta de presupuesto y no pude evitar el regodeo triunfalista: ¡Se lo dije! ¡Se lo dije! Cito textualmente su editorial de ese día: «El Gobierno parece haberse metido una vez más en el costal de los problemas al plantear el más grande aumento en el gasto público y pretender llevar el presupuesto general de gastos para el período 2017 a casi 80 000 millones de quetzales sin que exista una mejora convincente y sostenible en la recaudación tributaria...» (las cursivas son mías).
Aparte de la obvia mala práctica periodística que implica poner montos absolutos de dinero sin citar relaciones proporcionales, ¿sabe por qué no existe una mejora convincente y sostenible en la recaudación? Porque acabamos de torpedear, una semana antes, entre todos y con la plena connivencia del Ejecutivo y el Legislativo, el más reciente esfuerzo de recuperación fiscal. Otra vez, una vez más, como siempre.
¡Qué aburrido esto del presupuesto! Aburrido porque nunca progresa, nunca mejora. Aburrido por repetido, aún más que por su intrínseca aridez, que ya es bastante. Usted y yo no tenemos obligación de ser especialistas en finanzas públicas, pero como ciudadanos sí podemos, debemos ser responsables leedores de presentaciones y debates para conocer los datos, determinar los argumentos y dejar de ser peleles ideológicos. Empiece por leer con ojo crítico la presentación del presupuesto que hizo el Ministerio de Finanzas. Reflexione sobre la entrevista al diputado Barreda y al viceministro de Finanzas. Es lo menos que podemos hacer.
¿Por qué? Porque así descubriremos que la expansión del presupuesto que se propone ni siquiera recupera la tendencia de expansión de la década pasada. Veremos que la deuda con que espanta el editor de Prensa Libre está dentro de lo que ha sido la proporción de deuda pública de los últimos cinco años. Una deuda que no está ni cerca de la de nuestros países vecinos, así sean más o menos exitosos que nosotros. Encima, parte importante de esa deuda es compromiso con la misma banca privada nacional, beneficiada en las maliciosas reformas constitucionales de 1994, cuyos dueños hoy quieren hacerse los buenos de la película. Porque sin recursos no hay forma de atender las urgentes necesidades de seguridad y justicia, salud, educación y alimentación. Esas necesidades que cada quien se apuró a destacar en las consultas que organizó el Ministerio de Finanzas, que más que de presupuesto abierto parecen de micrófono abierto. Y sí porque tampoco se vale que los ministerios pidan dinero sin esfuerzos serios para mejorar su capacidad de ejecución y purgar la corrupción grande y pequeña que los envenena.
Así que ya, pongámonos serios. Asumamos una ciudadanía adulta. Reconozcamos el perverso juego, el malicioso círculo vicioso y nuestra parte —deliberada o ingenua— en él: se estrangula al Estado rechazando todo impuesto y se corrompe dejándolo en manos ruines. Luego, y por ello, deja de ejecutar. Así se consiguen malos resultados. Finalmente, ¿adivine qué? Se justifica con esto el estrangulamiento del Estado. Y, a menos que el MP y la Cicig estén atentos, hasta se corrompe más. Reconozcamos nuestra parte en haber llegado hasta aquí y, más aún, nuestra responsabilidad —grande para los más grandes y pequeña para los más pequeños— en el sacrificio que tomará salir de aquí.
Este callejón sin salida reiterado ilustra claramente la ingenuidad de quienes gobiernan al pensar que con retirar la propuesta de recuperación fiscal del Legislativo podrían ganar algo de cara a presentar el presupuesto (o, para el caso, conseguir cualquier otra ganancia política). Por si no lo han entendido y para que se nos quede a todos, se lo pongo con cursivas y negritas: nunca habrá un momento políticamente propicio para aumentar la carga tributaria. Nunca. En Antitributamala, el presupuesto y la carga tributaria tendrán que crecer a pesar del momento político, no gracias a él. Es en esto donde se verá la fuerza del valiente. Da igual que esté dormido o solo meditabundo.
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