Es prudente mencionar que estar al frente de un evento como el actual es difícil y que el rumbo de este puede cambiar de un momento a otro. Sin embargo, en este caso se han hecho modelos matemáticos que describen y proyectan el fenómeno.
Los modelos matemáticos, es cierto, son modelos. Y, como los de plástico, que representan aviones o barcos, describen bien el objeto, pero tienen errores, pues no son el objeto en sí. De ese modo, las proyecciones matemáticas tienen errores, que son in...
Es prudente mencionar que estar al frente de un evento como el actual es difícil y que el rumbo de este puede cambiar de un momento a otro. Sin embargo, en este caso se han hecho modelos matemáticos que describen y proyectan el fenómeno.
Los modelos matemáticos, es cierto, son modelos. Y, como los de plástico, que representan aviones o barcos, describen bien el objeto, pero tienen errores, pues no son el objeto en sí. De ese modo, las proyecciones matemáticas tienen errores, que son inevitables, más aún con la pobreza de los datos que comparte el Ministerio de Salud Pública.
Un modelo matemático tiene parámetros, y estos pueden clasificarse en dos categorías: los que son propios del fenómeno que se describe y los que podemos manipular. En el contexto de un modelo epidemiológico, se clasifica a la población en distintas categorías: para el covid-19, tenemos la población susceptible de ser infectada, la expuesta a la infección, la infecciosa y los casos cerrados. Se cuenta con varios parámetros, entre los que destacan la tasa de infección, la de incubación y la de recuperación. Las dos últimas son propias de la enfermedad y deberían tener valores muy parecidos en todo el mundo, aunque pueden variar. La que podemos manipular es la tasa de infección, que con distanciamiento social, medidas de higiene y uso de mascarilla podemos llegar a reducir. Este es el objetivo.
Estos modelos se estudian y perfeccionan cada vez más. Afortunadamente, casi toda la literatura científica relacionada con la epidemia del covid-19 tiene libre acceso. Uno de los principales problemas es el subregistro de casos. También es prudente decir que el subregistro en una pandemia tan grande y tan nueva como esta es inevitable. Se estima que en Estados Unidos se registran solo un 3 o 4 % de los casos. En Japón, este porcentaje es de un 10 %. En la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas hemos estimado que, en Guatemala, el registro es similar al de Estados Unidos. Sí, con la poca información que se nos brinda, gracias a la matemática y a las herramientas estadísticas podemos conocer esas cifras. Si el Gobierno se rodea de científicos, puede evitar medidas como las del pasado jueves, que parecen más producto de la improvisación y de la falta de planificación que de un plan elaborado que contempla distintos escenarios. La decisión de cerrar el país fue acertada para la epidemia (aunque demasiado tarde, para mi gusto), pero no ha estado acompañada de las medidas económicas adecuadas.
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Los científicos de datos y de ciencias numéricas tienen la capacidad de proyectar distintos escenarios, los epidemiólogos y los infectólogos pueden sugerir cómo manipular los parámetros que nos arrojan los modelos matemáticos, los científicos sociales pueden estimar el impacto social de las medidas y los economistas pueden calcular los impactos económicos y financieros. Eso sí, zapatero a tus zapatos. Es absurdo que un economista haga el trabajo de un matemático, que el matemático haga el del médico y que el médico haga el del sociólogo. Parece absurdo decirlo, pero es lo que sucede muchas veces. Y con estas medidas repentinas da la impresión de que ese es el caso.
Sin ánimos de ser agorero, debo decir que, mientras el Gobierno de Guatemala siga tomando decisiones basadas en el criterio de personas que no poseen las habilidades adecuadas para realizar un estudio técnico e integral, las improvisaciones seguirán y estas traerá consigo más imprevistos de los que deberían, como la aglomeración en las tiendas de barrio del pasado viernes o el mensaje del jueves, que causó más confusión en la población que cualquier otra cosa. Tener un buen estudio técnico no solo reduce el margen de error en las decisiones que tome el Gobierno, sino también hará que los mensajes que se le dan a la población sean mejor estructurados y menos confusos.
Rodéense de científicos y tomen las decisiones con la menor cantidad posible de imprevistos. Es posible hacerlo. ¡No superaremos esta crisis si no es con ciencia!
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