Que si él era la antítesis de la masculinidad, que si janano, que si tibio. Que si ella era muca, shuma, cholera, guerrillera, corriente, cualquiera, maldita, bruja, perra, con peinado pasado de moda, con cara de mono, con ropa espantosa y zapatos que no combinaban. Que si el divorcio era la quintaesencia de la inmoralidad. Cualquiera que no compartiera esos insultos ad hóminem (aunque buscara, en todo caso, razones verdaderamente objetivas para criticar) era tachado de partidario de...
Que si él era la antítesis de la masculinidad, que si janano, que si tibio. Que si ella era muca, shuma, cholera, guerrillera, corriente, cualquiera, maldita, bruja, perra, con peinado pasado de moda, con cara de mono, con ropa espantosa y zapatos que no combinaban. Que si el divorcio era la quintaesencia de la inmoralidad. Cualquiera que no compartiera esos insultos ad hóminem (aunque buscara, en todo caso, razones verdaderamente objetivas para criticar) era tachado de partidario de ese régimen del mal, de antipatriota.
A como son las cosas en Guatemala, el país de la eterna doble moral, un año después pareciera que la misma gente que meses atrás no se tentaba el alma para atacar ferozmente la apariencia física de esa mujer se da ahora golpes de pecho indignada, escandalizada y aterrada porque algunos nos dimos la libertad de criticar y expresar nuestro desacuerdo con una campaña publicitaria convenientemente abanderada por un cantante nacido en Guatemala. Aunque las críticas que podrían ser útiles no debieran centrarse en meros gustos musicales ni en poesía alfabeta básica, hasta donde entiendo cualquiera tiene derecho de expresar su opinión sobre lo que se le ronque su mugre gana. En el caso que cito, es más, las críticas no han llegado –menos mal– a la fisonomía ni a los atuendos adolescentes del cantante, como sí ocurrió con la bien llamada sandrofobia. Ah, pero es que ella era una villana y, por el contrario, el cantante es un héroe: dicotomías de mentalidad infantil; nuestra trágica hambre de mesías, todo muy ad verecundiam, cuando no ad crumenam.
En este país se cría a los niños con la idea de que tener opinión propia es pecado, que es mejor ser parte quieta y callada de un rebaño que, tristemente, no es tan metafórico como debiera; dicen que mejor veamos solo lo bueno, porque lo malo es, ush, muy feo y no vale la pena señalarlo. Aunque le huimos y despreciamos la crítica como si toda fuera igual de vacua, no dudamos en revolcarnos en ella en su forma más barata y menos útil desde la comodidad de la hipocresía. Aquí la gente se ofende si alguien dice “la campaña de Pepsi persiste en la invisibilización de la verdadera causa de los problemas nacionales” pero no duda en decir “mirala cómo está de gorda y encima se pone ese escote de peperecha” mientras viperinamente mastica su desayuno cuchubalero.
Criticar (que no pelar) no es tan fácil como suelen decir; ciertamente no es tan fácil como nunca criticar. No es fácil en su origen, porque requiere bastante más seso del que nos acostumbra la sociedad a usar; no es fácil en su resultado, porque conlleva la probable ignominia de quienes otrora fueran amigos y hasta algún grado de vergüenza familiar hay, bien lo sé yo. Pero la crítica es el único primer paso para sacarnos del hoyo porque es el solo medio que tenemos para señalar los problemas. Hasta que no estemos claros sobre cuáles son nuestros clavos, no podremos aceptarlos ni empezar a buscar conjuntamente soluciones. Todo es cuestión de irnos acostumbrado a debatir, a ver más allá del dedo que señala. Y no va a ser fácil, porque a varias generaciones les quedó tatuado el miedo de intentarlo y ese miedo luego se volvió pereza y henos aquí. Yo, a partir de este domingo, con seriedad, aunque nunca sin algo de humor –que vaya que también nos hace falta– me comprometo a utilizar este espacio para intentar cuestionarme y cuestionarnos, desde nuestro entorno más inmediato, todas esas vendas que los guatemaltecos pareciéramos insistir en mantener cubriéndonos los ojos.
Les recuerdo que toda la Gloria es siempre para Joan Sebastian, Laura Branigan y su Secreto de Amor.
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