En principio, dejemos claro que el control de la propia existencia es un asunto subjetivo en muchos sentidos. Asimismo, el concepto de control puede tener muchos significados dependiendo de la posición de cada persona. Pero no se necesita ser una lumbrera ni ostentar títulos académicos para reconocer que la situación material de cada individuo condiciona, como mínimo, la capacidad de pensar y actuar.
En un afán de síntesis, que conlleva sesgos y riesgos, le propongo tres posibilidades ...
En principio, dejemos claro que el control de la propia existencia es un asunto subjetivo en muchos sentidos. Asimismo, el concepto de control puede tener muchos significados dependiendo de la posición de cada persona. Pero no se necesita ser una lumbrera ni ostentar títulos académicos para reconocer que la situación material de cada individuo condiciona, como mínimo, la capacidad de pensar y actuar.
En un afán de síntesis, que conlleva sesgos y riesgos, le propongo tres posibilidades contrastantes para pensar esta realidad:
- La opción libertaria, que se ocupa del individuo, deja lo social por un lado y en pocas palabras establece que las personas actúan con cierto nivel de racionalidad y son producto de sus decisiones. En este escenario conceptual, si usted tiene responsabilidad por sus actos y nadie debe limitarlos, encontramos el caldo de cultivo para la realidad guatemalteca. Cada quien decide, pero unos deciden con chequera en mano y otros por su precaria fuerza de trabajo. Resultados a la vista.
- La opción contraria ha sido básicamente el marxismo, que reconoció una clase social protagonista del cambio social: el proletariado, que el capitalismo industrializado tendería a homogenizar y pauperizar de manera progresiva hasta que en cierto punto los antagonismos explotarían y harían colapsar al sistema. Bueno. Resulta que eso no ocurrió. Citemos el ejemplo de Inglaterra, donde los sindicatos lucharon política y económicamente, pero disgregados. En otras palabras, la clase social del proletariado no operó gracias a leyes que la impulsarían independientemente de su voluntad.
- La tercera opción (sin excluir otras) la propuso Pierre Bourdieu, quien se ocupó de una categoría nueva, el habitus, un conjunto de condiciones que desde la infancia y luego en la escuela moldean a la persona, la ubican social y jerárquicamente en determinados campos y la dominan abierta o simbólicamente. Un elemento interesante del habitus es que constriñe a la persona, pero no la determina como el marxismo ni la asume felizmente libertaria. De esa manera, el habitus que llevamos incorporado puede modificarse. Podemos, en este enfoque teórico, rebelarnos contra los factores materiales, culturales, sociales y económicos. Y, como es natural, para alcanzar cambios socialmente aceptables debemos hacerlo colectivamente. De eso no hay duda.
En suma, aquí hay ideología y una posición. Un grupo muy pequeño, que vive muy pero muy bien, quiere que pensemos que cada quien es responsable de sus circunstancias. Sobra decir que el absurdo se disuelve con un poco de historia. Y en el pasado también hubo un discurso que nos dijo que la sociedad funcionaba con leyes sociohistóricas que indefectiblemente nos llevarían al socialismo. Ya sabemos también que eso era otra utopía, aunque las herramientas de análisis crítico marxistas sigan vigentes.
La tercera posición que les propongo, que no excluye otras, se basa en aceptar que hay un sistema que nos enseña obediencia desde la casa y la escuela. Un sistema inherentemente excluyente, injusto y, lo peor de todo, insostenible para la gente y el ambiente. En ese sistema no es fácil sacar la cabeza del agua porque la mayoría solo tiene energía para sobrevivir. Y por eso el activismo es clave, indispensable. Y activismo significa muchas personas articuladas en los temas comunes.
Por eso, cuando veamos al magisterio o a una comunidad protestando, tratemos de ver en qué estamos de acuerdo y no caigamos mecánicamente en el rechazo que nos enseñan los medios. Cuando usted critica solamente al Estado e ignora a quienes realmente nos controlan, ahí precisamente está emergiendo su habitus. Usted elige si lo alimenta o trata de liberarse de él.
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