Creo que, para mucha gente, la mayoría de esas 160 almas llegan al Palacio Legislativo comprando votos con obras públicas, cacicazgos, narcos, etcétera. Se considera que muy pocos tienen buenas intenciones. Ser diputado, en la mayoría de los casos, es una profesión que conlleva desprestigio.
Ese lunes, cuando Vicenta Jerónimo fue la única que alzó la mano frente a la propuesta de cambiar de horario para no almorzar en el Parlamento, la gente supo qué eran las sesiones de ese día y percibió —que es la realidad para efectos políticos— que el MLP era un antipartido, exactamente como se vendió en campaña. Recuerda a la antipoesía de Nicanor Parra, que rompe con lo determinado y que con ironía devela las causas y las contradicciones del ambiente.
El efecto Vicenta Jerónimo se produjo porque esta diputada les propuso a sus colegas que hicieran lo que ella hacía: renunciar al celular, a la caja chica y al seguro privado. Se viralizó cuando se oyó que Alvarito Arzú la increpó desencajado diciendo que él no dejaría de almorzar. Al hablar, parecía invocar inconscientemente a sus ancestros colonizadores, que le inyectaban la honra necesaria para haber sido el presidente más joven del Congreso porque su papá lo decidió en un momento en el que había que liderar la guerra contra la Cicig.
¿Cómo él, hijo de un Arzú Irigoyen, quien hizo la paz y luego la guerra, iba a pagar sus almuerzos? ¿Cómo así que el Estado no costee ese tipo de cosas, que para él están —por décadas, por siglos— dadas? Las redes sociales, con lo poco que lo quieren, estallaron en memes.
El efecto Vicenta Jerónimo ha durado mucho más. Algunos diputados empezaron a justificar gastos. Otros se sumaron a la propuesta. Se habló de las dietas que pagan, de los privilegios de dirigir comisiones legislativas. El presidente del Congreso, Allan Rodríguez, se tomó fotos pagando él su propia comida.
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Jerónimo puso la agenda a inicios de la legislatura siendo la única en su bancada. Algunos periódicos la sacaron en la portada. El Fo le dedicó una viñeta. Medios internacionales. Llevó a profundizar en esos gastos espurios que derivan en la corrupción. Algunos diputados de Semilla, en una decisión inédita, publicaron su declaración patrimonial.
Pero en eso, por supuesto, se vino el regresón ante la insolencia de posicionar una agenda en favor de la transparencia y contra la corrupción. Felipe Alejos, el articulador del Pacto de Corruptos, aceitó para conseguir los votos suficientes para aprobar la ley contra las ONG, que permite cancelar a las organizaciones incómodas para el Gobierno.
A pesar de que saben que es inconstitucional y que la máxima corte podría suspenderla, Alejos y Arzú, con la anuencia del partido de Giammattei, quisieron demostrar quién manda y enviar el mensaje de que la única agenda que van a permitir que avance es la regresiva. Nada de reformas a la justicia, a la ley electoral, al servicio civil. Mucho menos las demandas campesinas o en favor de los derechos humanos. Luego de aprobada la ley, Edmond Mulet, candidato presidencial del Humanista —partido que votó a favor de la ley de Filipao—, con la cola entre las patas le pidió al presidente que la vetara. Ahora para qué.
El efecto Vicenta Jerónimo posicionó una agenda y asustó a los corruptos. Por eso la contraofensiva, pues se sintieron vulnerables y amenazados. Esto nos dice que tienen miedo y que para proteger sus privilegios están dispuestos a aprobar leyes contra la población. Pero también nos dice que por medio de actos significativos, antipoéticos, se puede arrinconar al bloque que favorece la impunidad.
Ahora esta alianza se está preparando para elegir en las cortes. Veremos si los humanistas y Mulet siguen dando los votos necesarios para hacerle el juego corrupto a Felipe Alejos, Mariscal Zavala y compañía ilimitada de recursos ilícitos para comprar diputados.
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