Leí la reseña de una revista juvenil mexicana en un consultorio médico. En cinco o seis líneas, el periodista hablaba de lo ingenioso, creativo e irreverente del disco. Sin haber escuchado ni una sola canción, cuando lo vi en la tienda, no me pude resistir.
La primera vez que lo escuché me voló la cabeza. La voz femenina, el rock sin ser rock, lo cercano a la música latina, la actitud, el humor, las letras desinhibidas y los temas tan cotidianos, a la vez tan surrealistas y por momentos casi infantiles. Música como nunca antes había escuchado.
Seguí la carrera de Aterciopelados hasta su último álbum de estudio, Río (2008), y tuve la oportunidad de entrevistarlos para hablar justamente de este disco.
Ahora me topé con el álbum Reluciente, rechinante y aterciopelado (2016), una recopilación de las canciones más representativas de la banda en vivo, un disco que me hizo recordar por qué amé con locura a un grupo que, como muy pocos, se salió del molde del llamado «rock en tu idioma».
Aunque el disco se disfruta desde la primera canción, Baracunátana, y se escapa más rápido de lo que uno quisiera con temas como El estuche, El álbum, Rompecabezas y otros que fueron vitales para que esta banda colombiana se hiciera única, hay que decir que sí se extrañan temas de sus discos Oye (2006) y Río (2008), tomando en cuenta que este último fue listado en la posición seis de los mejores discos latinos de toda la historia según la revista Rolling Stone.
Hay que anotar que, aunque faltan canciones de esos discos, el álbum incluye dos joyas extraídas de los proyectos solistas de los dos integrantes de la banda. Se trata de la canción Yo, del disco Dos, de Andrea Echeverri, y la sencillamente genial Soy la semilla nativa, del disco de conciencia ambiental Niños cristal, de Héctor Buitrago.
El álbum, que también es un DVD, fue grabado en los estudios RTI de Bogotá, con un escenario decorado con materiales reciclados como llantas y botellas. Además, contó con la participación de varios músicos invitados como el bandoneonista Giovanni Parra y León Larregui, de Zoé, en una poderosa versión de Maligno, así como del español Macaco en Luz azul y de Catalina García, de Monsieur Periné, y Goyo, de la banda colombiana de hip hop ChocQuibTown, en la clásica Florecita roquera.
Reluciente, rechinante y aterciopelado cuenta también con un tema inédito: Re, una canción de estilo norteño dedicada al álbum de Café Tacvba del mismo nombre. Sobre esto, Echeverri explica que fue un disco que Aterciopelados escuchaba mientras grababa El Dorado y en el cual encontraron la misma intención de construir identidad desde «un lado inesperado».
Con este disco es muy fácil volverse a enamorar de una banda completamente atípica, progresista, que sigue aferrada al lenguaje incluyente, al cuidado del medio ambiente, a la no violencia de género, al poder femenino y a la idea de que el rock puede ser identidad y cultura.
Y ahora que Donald Trump, que representa todo lo contrario a la música y a las ideas de esta banda, se hizo con el poder de Estados Unidos, este disco y su buena vibra nos dan la esperanza de que el futuro siempre puede ser reluciente, rechinante y aterciopelado.
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