Les ofrecí (a él y a sus compañeros) escribir un artículo a manera de respuesta y cumplo con ello. Comprenderá entonces el lector que se trata de lineamientos básicos y sencillos dedicados a personas que se están iniciando en el quehacer de las letras. De tal manera, no se espere un consumado discurso académico, sino un inicio de coloquio, digamos, de primera hora y algunos ejemplos que les prometí.
Empiezo compartiéndoles la advertencia que encontré en uno de mis primeros libros de cirugía. Se trata de una advertencia de sir William Osler (cirujano) en el prefacio del Tratado de patología quirúrgica de Davis-Christopher (México, 1974): «Resulta asombroso lo poco que necesita leer un médico para ejercer la medicina, pero no asombra lo mal que puede hacerlo». Dice antes del prólogo: «No asusta lo poco que tiene que estudiar el médico para ejercer la cirugía. Lo que sí asusta es lo mal que puede hacerlo». Pasados algunos años, yo trasvasé dicha prevención no tanto a la literatura, sino al intento de ser escritor. Lo hice así: «Asombra lo poco que necesita leer una persona para escribir un libro, pero no asombra lo mal que puede hacerlo». En pocas palabras, para ser un buen escritor, primero hay que ser un buen lector.
Otra condición indispensable para tener éxito es identificar el género que a uno le gusta o el que mejor domina. Invoco en este momento a mi amigo, el editor Luis Leyva, quien hace más de 15 años me aconsejó: «Si usted quiere contar algo real o algo que creó en su imaginación, debe remitirse a la narrativa en cualquiera de sus derivaciones (novela, cuento, historieta, etcétera). Si quiere expresar sus sentimientos, tiene entonces a mano la poesía. Y si quiere profundizar en un tema, utilice el ensayo». Yo abono el consejo con la siguiente observación: cada género tiene sus propios subgéneros y sus propias modalidades.
Debe tenerse muy claro que diferente es un programa académico de Letras, Filosofía o Literatura a la vocación para ser un escritor. Por ejemplo, no se necesita tener una licenciatura o un doctorado en Letras para ser un excelente novelista. Empero, el conocimiento en relación con lo que se escribe es indispensable. Ni qué decir del dominio de la sintaxis, la semántica y sus relaciones. El buen uso de la gramática es fundamental.
El tiempo es otra variable que ha de tenerse muy en cuenta. Una persona muy entusiasta me compartió un día: «Mira. Yo escribo uno o dos libros grandes por año». Comprenderán ustedes que guardé silencio ante semejante confesión. Salvo que el autor esté dedicado cien por ciento a dicha actividad, aquello que produzca en tales condiciones de tiempo será un mamotreto, o sea, un objeto rudimentario, poco logrado y de utilidad cero. Por supuesto, un consumado poeta, inspirado a la luz de un enamoramiento, por ejemplo, producirá un inigualable poemario en cuestión de semanas. Conste que es la excepción de la regla. Colofón: para ser un buen escritor se necesita tener un buen acopio de paciencia.
A guisa de ejemplo en cuanto al tiempo o a los tiempos, pongo en el tapete la novela histórica que con relación al obispo Antonio de Valdivieso pretendo escribir en los próximos tres años. Se trata de un prelado que fue martirizado en León, Nicaragua, en 1550. En una primera fase leí y releí toda la información documental que los dominicos del Centro Ak’kutan Bartolomé de las Casas me proveyeron acerca de su vida: diez obras entre mayores y menores. Luego, hace un año, hice una primera visita a León, León Viejo y Granada (lugares donde ejerció su obispado). Durante una semana busqué y rebusqué en áreas geográficas y en algunos templos, dialogué con los vecinos del antiguo poblado de Sutiaba para indagar en la tradición oral de los pueblos y me he mantenido en contacto por vía digital con personas que saben acerca del personaje principal de mi futura novela. Me falta visitar Burgos, la ciudad donde nació y se formó, también el convento desde donde salió hacia América. He de regresar a otros lugares que no pude visitar durante mi primera estancia en Nicaragua, así como a los ya recorridos, a fin de contrastar lo visto y estudiado con nuevos hallazgos documentales. Buscar en orden a nuevos datos será indispensable. Y cuando termine estas fases de investigación comenzaré a esbozar la novela.
En pocas palabras, ser escritor no es cuestión de soplar y hacer botellas. Para moldear el cristal de Murano (isla de Venecia de la cual ya les hablé) son precisos estudio, dedicación, tiempo, paciencia y, principalmente, mucha pasión. Mi consejo es: háganlo sin titubeos. Serán infinitamente felices.
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