Guatemala es feliz y el mejor lugar para ser indígena, mujer, niña o para construir y expresar cualquier identidad porque se garantiza la protección de las personas. En este país la pobreza extrema no existe y la pobreza ha sido reducida significativamente.
Para lograrlo fue esencial que las mujeres tuvieran derechos y acceso a servicios de salud integrales junto a otras intervenciones del Estado. Guatemala respira tranquilidad porque la educación es universal y la salud está garantizada. Las niñas y los niños están protegidos y tienen acceso a educación integral donde se fomenta el pensamiento crítico y se honra la diversidad. Hay menos iglesias y más escuelas, hospitales e instalaciones deportivas porque la gente tiene menos temores y más oportunidades que les permiten acceder a un techo, servicios, comida, seguridad y educación. En Guatemala los pueblos indígenas viven con dignidad y protegen sus territorios garantizando formas de democracia inéditas y un sentido de protección del ambiente que no tiene comparación en este hemisferio.
En Guatemala no hay trabajo infantil ni explotación como en el pasado porque los derechos laborales se hacen cumplir y aunque las corporaciones internacionales no vienen a invertir como antes, eso no ha importado mucho porque las empresas que se fueron son las que más contaminaban cuerpos de agua y acaparaban la tierra. Ahora, el Estado gestiona la minería siempre y cuando las consultas populares así lo permitan. Los oligopolios casi han desaparecido y existe un verdadero mercado para el gas, el pollo, el azúcar, los combustibles, el acceso a Internet, la telefonía, las medicinas, los servicios financieros y otros productos necesarios para la vida. Los productos nocivos para el ambiente y para la salud han sido prohibidos o regulados y el territorio se utiliza para producir alimentos para todas y todos como una prioridad de Estado que, se fomenta respetando y protegiendo a cada pequeña unidad productiva. Una nueva generación empresarial anti-oligárquica se fortalece generando empleo, consumo interno y tributación justa y transparente.
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Guatemala tiene una política exterior respetuosa de la libre determinación de los pueblos. Se honra el derecho al asilo y se rechaza cualquier guerra o acto que viole los derechos humanos. Por fin se han establecido circuitos comerciales y cooperación cercana con Belice que, junto a otros países de Centroamérica promueven modelos sociales y políticos democráticos. Por supuesto que no ha sido fácil, pero hoy en día el país tiene relaciones sólidas y respetuosas con Estados Unidos, China, Rusia, toda Europa y otros países con los cuales se comparten valores democráticos. En ese marco, Guatemala como Estado ofrece un respaldo irrestricto a la población migrante en los Estados Unidos. Mediante consulados dotados con recursos, se garantiza el derecho a contar con identificación, el derecho al voto y a un conjunto de medidas de apoyo legal cuando los connacionales lo necesitan. Del mismo modo, bancos nacionales garantizan que el envío de remesas se realice sin pagos abusivos y tasas leoninas. Esto ha permitido el retorno de connacionales y la migración irregular se reduce cada año.
El Congreso de la República tiene una representación diversa que se identifica con la legislación progresista que ya ha encaminado un modelo económico sostenible, un sistema de ordenamiento territorial y catastro a nivel nacional, la ley de aguas, leyes antimonopolios y medidas para rescatar y proteger el medio ambiente; lo que ha provocado un crecimiento sin precedentes del turismo nacional e internacional. Por supuesto, hay voces descontentas porque han perdido sus privilegios históricos, especialmente cuando se recuperaron empresas nacionales estratégicas que habían sido vendidas para el enriquecimiento de unas pocas personas. Pese a lo anterior, existe un vibrante diálogo político y se garantiza el derecho a la libre expresión porque el sistema judicial es independiente, como el Ministerio Público, gracias a nombramientos transparentes y basados en méritos.
Lejanos son aquellos días cuando la gente más corrupta se alió con la élite depredadora, mafias emergentes y los narcotraficantes más poderosos. Lejano es el tiempo cuando los carteles de las medicinas y los alimentos dictaban el destino de las mayorías empobrecidas. Por supuesto que hay retos y problemas nacionales, pero estos son debatidos políticamente en el Congreso, no en el edificio de alguna cámara empresarial. Somos un país feliz y honramos a quienes sobrevivieron a las épocas más oscuras. Nadie esperó que un día diéramos un viraje radical y que el país se refundara rechazando el modelo criollo, patriarcal, racista y excluyente, pero ocurrió. Y desde entonces, cada día estamos mejor.
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