Las guerras no nacen de una generación espontánea ni son exclusivamente la continuidad del fracaso de las negociaciones políticas o diplomáticas (que también lo pueden ser). Las guerras tienen sus raíces en las profundas desigualdades económicas y sociales de los pueblos y pueden comenzar en un problema de barrio y terminar en el estallido de una revolución que sobrepase las fronteras del país donde sucedió el conflicto.
La historia nos demuestra cómo las pandemias han estado amalgamadas a insurrecciones focalizadas, a guerras internas o a conflagraciones regionales o mundiales cuya basa es la misma: rivalidades económicas usualmente relacionadas con el acaparamiento de los bienes de producción por unos pocos en detrimento de las grandes mayorías, hostilidades entre familias poderosas (como sucedió en Europa al inicio de la Primera Guerra Mundial), la ignorancia crasa de los grupos poblacionales a los que se les ha escamoteado la educación (con fines tan preconcebidos como perversos), nacionalismos exagerados y conceptos mal entendidos de democracia y de monarquía que terminan siendo dictaduras.
De igual manera, las noticias falsas, hoy denominadas bulos y fake news, han existido desde que la serpiente engañó a Adán (metáfora), pero, en orden a la causa de las epidemias, no ha habido siquiera originalidad para mentir. Las falsedades han seguido la misma tónica. A manera de comparación, en 1389, durante uno de los brotes de la peste bubónica en Francia, un grupo de dominicos fue acusado de envenenar los ríos a causa de los conflictos que había entre ellos, el papa Clemente y quienes no estaban de acuerdo con la ortodoxia de santo Tomás de Aquino. Pocos años antes, unos judíos habían sufrido la misma difamación y había sido llevados al sacrificio por las turbas. De ese modo, asústese usted, estimado lector. Una grotesca réplica de aquellas calumnias sucedió en Guatemala durante la epidemia de cólera que azotó el país entre 1837 y 1838, cuando el gobierno de Mariano Gálvez fue acusado de envenenar los ríos para propagar la enfermedad. Los difamadores fueron los opositores conservadores. Mariano Gálvez era liberal reformista.
[frasepzp1]
Más cerca en la historia, la mal llamada gripe española (1918-1920), cuyo nivel fue de pandemia, provocó más muertes que los caídos (civiles y militares) durante la Primera Guerra Mundial (1914-1919). El número estimado de víctimas a causa de la pandemia fue de entre 60 y 100 millones. El número estimado de fallecidos a causa de la guerra fue de 60 millones, máximo.
En Guatemala, la epidemia en mención fue una de las causas de la caída del gobierno de Manuel Estrada Cabrera. El 20 de julio del año pasado publiqué: «De acuerdo con diversos tratadistas, Manuel Estrada Cabrera (El dictador de los 22 años) tuvo tres posturas entre 1917 y 1920. Al principio de la epidemia, nada hizo (excepción hecha de gritar, regañar y echarle la culpa al pueblo por sus malos hábitos higiénicos). Luego, cuando comenzó a resentirse la economía, aceptó que sí había un problema monumental por falta de mano de obra (barata, cuando no gratis) y en consecuencia quiso emprender algunas acciones. Este intento fue la tercera postura: proveyó de servicios sanitarios básicos a la población urbana (pero no a la rural) para paliar su impopularidad. Y la disconformidad de la población siguió en aumento. Fue depuesto el 15 de abril de 1920».
Pero el derrumbe de ese gobierno no fue algo grato. Baste saber que al consejero más cercano de Estrada Cabrera, identificado como Miguel Cara de Ángel en la novela El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, lo descuartizó una turba en pleno centro de la ciudad capital.
¿Qué hay entonces detrás de ese maridaje entre pandemias y conflictos bélicos? Las respuestas siguen siendo las mismas: injusticias, rivalidades, hostilidades, ignorancia y las incorrectas decisiones tomadas por los líderes políticos (en los momentos de crisis) que generan incertidumbre, frustración e irritabilidad en las poblaciones.
¿Podemos contribuir a evitar ese maridaje durante esta pandemia de covid-19? Yo creo que sí. Meditar acerca de cómo ha sido nuestro comportamiento desde el 11 de marzo de 2020 —cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la enfermedad como pandemia— puede ser el punto de partida. Recuerde usted el fenómeno conocido como efecto mariposa.
Recordemos: la salida del túnel pandémico está cerca, pero en este momento la muerte ronda en las calles.
Más de este autor