El miércoles 25 de julio se inauguró la feria de Santiago Atitlán, en honor a Santiago Apóstol, patrón del pueblo.
El ruido ensordecedor de la explosión de las bombas fragmentaba la monotonía de la música de la banda. El aroma a incienso, que acompañaba la procesión religiosa, se fundía con los olores de pizzas y hamburguesas.
Las playeras de equipos deportivos europeos a la venta enmarcaban el corredor en que lentamente transcurría el grupo de cofrades y comadres, que lucían sus ...
El miércoles 25 de julio se inauguró la feria de Santiago Atitlán, en honor a Santiago Apóstol, patrón del pueblo.
El ruido ensordecedor de la explosión de las bombas fragmentaba la monotonía de la música de la banda. El aroma a incienso, que acompañaba la procesión religiosa, se fundía con los olores de pizzas y hamburguesas.
Las playeras de equipos deportivos europeos a la venta enmarcaban el corredor en que lentamente transcurría el grupo de cofrades y comadres, que lucían sus trajes ceremoniales.
El lenguaje antiguo usado para dirigir las oraciones al santo reflejaba aquel legado con el patrimonio cultural impuesto por la Colonia, que se revitaliza cada año en esta ocasión. Atrás del pueblo, el volcán solemne, silente testigo del paso del tiempo.