Desde que el concierto se anunció un par de meses antes hubo expectativa. No se trataba de un grupo de mucha proyección o fama en Guatemala. Sin embargo, muchos compraron su entrada por el placer de ir a escuchar música original en vivo.
Las entradas estaban a un precio accesible, probablemente porque los productores de eventos han reducido costos gracias a la implementación de la ventanilla única, que ha venido a acabar con la burocracia y a permitir que el trámite de licencias para un espectáculo sea ágil y eficiente. De hecho, en la misma ventanilla se pueden pagar los permisos y derechos correspondientes.
El día del concierto ya no había entradas disponibles. ¡Fue un lleno total! Aunque había varios que no se sabían ni una sola canción de la banda, todos estaban interesados en disfrutar el concierto, en escuchar y apreciar la música. Se respiraba un aire de convivencia, de respeto.
Los patrocinadores no tenían el lugar saturado de imagen. No había edecanes medio desnudas. Por el contrario, los gerentes de mercadeo aprendieron que existen otras formas de activar su marca sin necesidad de mostrar mujeres como objetos. De hecho, sus stands estaban llenos de gente. Todos querían participar en sus actividades.
La banda guatemalteca encargada de abrir el concierto tomó el escenario a la hora convocada en punto. En el lugar ya no cabía ni un alma. Toda la gente quería escuchar también al grupo nacional. El productor del evento le dio la oportunidad a la banda de tocar esa noche no solo para no pagar la ridícula multa que implica no poner a un artista nacional en el evento, sino por el genuino interés de promover el arte guatemalteco y, claro, porque es un hábil hombre de negocios, que sabe que activar y promover a este y a otros grupos nacionales (mientras más, mejor) le va a ayudar en la realización constante de eventos de grupos locales, que además representan un menor costo operativo. Por supuesto, el productor le pagó bien a la banda y trató a sus integrantes tan bien como a los de la banda internacional.
No todos conocían a la banda nacional que se presentó, pero todos respetaron cada minuto de su show, que, hay que decirlo, estuvo increíble. Se notó preparación, ensayo y muchas ganas. Con este concierto la banda ganó varios fanes, a quienes seguro no les dolerá pagar por ir a verlos en su próxima presentación.
Durante el cambio de banda, muchos aprovecharon para ir y rellenar su vaso de cerveza mientras otros buscaban, con respeto y sin empujones, un lugar más cerca del escenario.
Por fin el grupo internacional saltó al escenario. Tal y como sucedió con la banda local, el sonido fue impecable. Los más fanáticos reconocieron la primera canción de inmediato. Muchos la cantaron a todo pulmón. Otros simplemente veían atónitos y disfrutaban cada nota.
Más de veinte canciones después, la banda se despidió. Sus integrantes estaban extasiados con la energía y la buena vibra del público guatemalteco. Tanto que prometieron regresar, algo que seguramente cumplirán con la ayuda del productor.
Cuando las luces se encendieron, los asistentes, sin perder el ambiente de satisfacción, convivencia y respeto, empezaron a salir del recinto de forma ordenada y, por supuesto, dejaron la basura en los recipientes que la organización colocó estratégicamente para contribuir al trabajo de quienes se quedan limpiando al final.
Fue una noche en la que solo importó la música. Así es como todo concierto debería ser. Con resultados como el de esta noche, el productor puede pensar en hacer más y mejores conciertos.
Fue una noche ideal. Fantástica.
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