Para cumplir sus derechos y autonomía plena, es necesario avanzar en tres esferas: física, económica y política, las tres fuertemente interrelacionadas. En el marco del 8M, es preciso evidenciar la situación de la mujer trabajadora, con énfasis en la autonomía económica. Un primer componente de esta autonomía es el acceso al mercado laboral, pues además de que las mujeres logran ingresos propios, logran reconocimiento por la labor que realizan, pueden de disponer de su tiempo y fortalecen sus lazos y redes sociales.
En Guatemala, la tasa promedio de actividad laboral de las mujeres se estima para 2023 (OIT,2022) en 37.2 %, frente al 81.3 % en el caso de los hombres, una diferencia de 44.0 puntos porcentuales. En cuanto a indicadores de participación laboral, Guatemala el país centroamericano con la mayor desigualdad y las mayores brechas. Destaca que 7 de cada 10 razones por las que no se emplean las mujeres en una actividad remunerada están relacionadas con quehaceres domésticos y cuidados. Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos Enei 1-2021, pese a que más de la mitad de población en edad de trabajar es mujer (53.4 %), únicamente 36.7 % de la población económicamente activa es mujer, y, contrariamente, de cada 10 inactivos en edad de trabajar, 8 son mujeres y 2 hombres.
Evaluaciones determinaron que dada la crisis por la pandemia del COVID-19, aumentaron los niveles de informalidad, subempleo y pobreza de las y los trabajadores en general, agravando específicamente la situación de las mujeres y evidenciando la vulnerabilidad de su situación ante las crisis económicas. En Guatemala, aunque la carencia de estadísticas suficientes y confiables ha sido uno de los grandes inconvenientes que han imposibilitado reconocer y medir la verdadera tragedia, en cuanto al mercado laboral, la única encuesta publicada oficialmente desde 2019 es la Enei 1-2021, algunos de cuyos resultados muestran que, si bien los ingresos tanto de hombres como de mujeres de contrajeron, fueron los de las mujeres los más afectados, ya que entre 2019 y 2021 los ingresos nominales se redujeron en 3.5 % para hombres y en 20.6 % para mujeres.
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Contar con un empleo tampoco es sinónimo de igualdad de oportunidades o de estar compitiendo bajo las mismas condiciones. La última información disponible de cargas globales de trabajo y uso del tiempo en Guatemala, evidencia además que las actividades productivas no remuneradas dentro de los hogares no se encuentran distribuidas equitativamente entre hombres y mujeres, con patrones de uso del tiempo muy diferentes. En general, las mujeres empleadas destinan más tiempo a actividades no remuneradas que los hombres, lo que se traduce en jornadas de trabajo diario más largas, que limitan sus posibilidades de acceder a trabajos remunerados con mayores responsabilidades y, en muchos casos, obligándolas a tomar empleos con menos horas o en riesgo de precariedad. Se estima que, en promedio, los hombres destinan a la semana 8.9 horas a actividades de cuido no remuneradas en los hogares, mientras que las mujeres 33.6 horas.
Los contrastes también son evidentes ante la presencia de niños y niñas en los hogares. La caída de la actividad laboral de las mujeres madres se agudiza con el aumento del número hijos e hijas. La tasa bruta de ocupación o la fuerza laboral de las mujeres de 15 años o más que no han tenido hijos es 42.1 %, mientras que la participación de las mujeres que reportan tener un hijo desciende a 40.3 %, y la de quienes tienen dos o más hijos es aún más baja, 34.8 %.
La situación de las mujeres jóvenes en Guatemala es también crítica, sin posibilidades de acceder a educación formal aunado a las responsabilidades de cuidado asignadas en sus hogares, obstáculos importantes que estarán presentes en el resto de sus vidas. Según cifras del XII Censo de población y VII de vivienda (Guatemala, 2018), 47.6 % de las jóvenes entre 15 y 29 años no trabajaban en un empleo remunerado y tampoco estaban inscritas en el sistema de educación, frente al 9.1 % de los jóvenes.
A pesar de la recuperación iniciada en 2021, la actual escasez de oportunidades para mejorar las condiciones de empleo probablemente se agravará con la desaceleración prevista para 2023 por varios organismos y expertos económicos. Es necesario que el Estado tome un rol más protagónico, que se produzcan estadísticas más frecuentes y confiables, incluyendo encuestas de uso del tiempo, estadísticas de género, mediciones en las cuentas nacionales. Además de más y mejor información estadística, urge crear sistemas integrales de cuidados infantiles, políticas de empleo digno, legislar un régimen parental justo, protección social, entre otros. Estas medidas son indispensables y figurar en las agendas como prioridades de política pública.
Promovamos y defendamos que el género no condicione el respeto y cumplimiento de derechos humanos. El 8 de marzo no es una fecha para celebrar, no hay motivos para hacerlo. Es una fecha para exigir que se salden las deudas pendientes que el Estado de Guatemala tiene con las mujeres.
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