La familia, la propiedad privada y el amor
Tengo grabada la imagen de una fotografía icónica de la revolución. Una mujer sonriendo con un fusil al hombro mientras le da pecho a su chaval. Contra los pronósticos, el FSLN perdió las elecciones en 1990, desgastado por una guerra financiada por los EEUU que había impedido el avance de las reformas más radicales que los sandinistas tenían en mente y sumido al país en una abyecta pobreza. Hubo cambios importantes. Las mujeres por ejemplo transformaron el escenario político y abrieron brecha para el avance en el reconocimiento de sus derechos y autonomía. La legalización del aborto terapéutico, aunque una medida mínima, fue un logro sin precedentes en el istmo.
La posibilidad del regreso de Daniel Ortega al poder en 2007 (que no es lo mismo que el regreso del Sandinismo, aunque el FSLN sea el partido de Ortega) se consolidó con el pacto –el acuerdo de gobernabilidad– sellado entre Arnoldo Alemán, entonces presidente de Nicaragua, y Daniel Ortega en 2000. El pacto permitió cambiar la Ley Electoral y con ello Ortega ganó las elecciones con un 38% de los votos. En 2003 Alemán fue sentenciado a 20 años de prisión por corrupción. En 2009 se le retiraron los cargos y salió en libertad. ¿El precio? Las malas lenguas dicen que se contó en votos en el congreso.
Ortega se acercó a quien fuera su acérrimo enemigo durante la revolución, el cardenal Obando y Bravo. El excomandante se casó por la iglesia con la compañera Rosario Murillo, la eternamente fiel, en 2005, el congreso aprobó la prohibición total del aborto en 2006 y Obando y Bravo recibió un cargo en el gobierno de Ortega. El apoyo de la iglesia católica le era quizás fundamental en caso de que tuviera que volver a enfrentar las acusaciones de incesto presentadas por la hijastra de Ortega, Zoilamerica. Dichas acusaciones han enturbiado el horizonte político de Ortega y Murillo durante más de veinte años. Murillo defendió a su marido y con ello quizás jugó su mejor carta política. En 2004 Rosario y su hija se “reconciliaron” públicamente en un programa de radio. En 2008 se retiraron los cargos contra Ortega. En 2013 Zoilamerica vuelve a afirmar la veracidad de su historia. En una entrevista con un periódico español dijo: “Yo soy la historia, el recuerdo de un gran abuso de poder, porque el abuso sexual es un gran abuso de poder y el abuso de poder que empezó en mi cuerpo es el abuso de poder que hoy tenemos como una conducta política”.
Nicaragua, Nicaragüita
La revolución sandinista no alcanzó a completar la redistribución de la riqueza o la inclusión significativa del campesinado en un modelo integral de desarrollo como era su ambición, en mucho debido a la guerra de los Contras. Los gobiernos que se sucedieron durante diez y seis años después de la derrota electoral del FSLN no lograron mejorar los medios de vida de la mayoría de nicaragüenses. En 2005 la mitad de la población vivía en condición de pobreza. Entre los recuerdos más vivos que tengo de mi trabajo en el área rural de Nicaragua, están los relatos de mujeres de un pueblo de Matagalpa. Me contaron que sus hijos no pudieron ir a la escuela durante el gobierno de doña Violeta porque no tenían dinero para pagarla y porque además, durante largos periodos no tenían ni trabajo ni nada que comer. El gobierno de Daniel Ortega puso en marcha una serie de programas sociales -hambre cero, usura cero y desempleo cero- y restituyó el acceso universal gratuito a la educación y la salud. Los programas sociales así como los comités de “participación” desde donde se administran son coordinados por Rosario Murillo.
La experiencia de los años de la revolución tuvo un efecto en la estrategia y la sensibilidad de algunos empresarios. Mientras que durante el Somocismo no existían organizaciones de base ni sindicatos, la revolución obligó a los empresarios a sentarse a la mesa a dialogar con obreros y campesinos.
Esta capacidad de diálogo desarrollada por la elite durante los años de la revolución le ha redituado a Ortega. La ley del salario mínimo creó las comisiones tripartitas –gobierno, empresarios y trabajadores– en las que se negocian cada dos años los incrementos salariales de los trabajadores. Entre 2007 y 2011 hubo un incremento real de salarios del 133%. La aceptación de esta forma de negociación y de los incrementos en los salarios son signos de la concurrencia que existe entre el sector empresarial y el gobierno. Aunque Ortega controle la negociación y a los sindicatos. La aceptación de las reglas del juego se extiende también a la tolerancia por parte de la elite, de modestos incrementos a la recaudación fiscal entre 2009 y 2012. A pesar de la debilidad institucional nicaragüense y contrario a lo que sucede en otros países centroamericanos, ni la elite política, ni la económica han permitido la infiltración de grupos ilegales en sus redes. En Nicaragua la gente confía en la policía, y los agentes tienen salarios dignos. Esto explica en parte por qué Nicaragua nunca presenta los niveles de violencia de El Salvador, Honduras o Guatemala. El bajo índice de criminalidad y los bajos costos de producción confieren a Nicaragua una ventaja competitiva en relación a sus vecinos y contribuye a atraer inversiones.
Los fantasmas bastardos de Bolívar, Sandino y el Tío Sam
En 2007 Ortega se unió a la Alianza Bolivariana (ALBA) financiada por Venezuela. Con ello accedió a sustanciales sumas de asistencia e inversión directa que crearon oportunidades de las que también se benefició la élite. Igualmente importante, permitió el alcance de objetivos de desarrollo social y económico dirigidos a los sectores más pobres de la población. El dinero venezolano, canalizado a través de ALBANISA (una organización privada controlada por la familia de Ortega, financiada con fondos públicos), y de la agencia de micro-crédito CARUNA, suministraron recursos para financiar una serie de iniciativas públicas que incluían subsidiar el transporte colectivo, la producción ganadera a pequeña escala, la construcción de viviendas populares y los incrementos a los salarios de funcionarios públicos.
Todo esto también estimuló la economía de pequeños empresarios y del sector empresarial de la elite. Venezuela se convirtió en un mercado considerable para los productos nicaragüenses como la carne, el azúcar, el café y los productos lácteos.
El incremento de las exportaciones trajo beneficios tanto al sector empresarial nicaragüense y al internacional establecido en el país (por ejemplo la industria láctea es dominada por una empresa de capital italiano y el 25% de la inversión extranjera directa viene de los EEUU) como a los productores rurales.
Aunque Ortega continuó criticando el imperialismo yanqui, se alineó con Venezuela, hizo amistad con el presidente iraní Ahmadinejad y con el difunto Gaddafi, así como con el millonario Chino Wang Jing y recibe visitas de Putin, la orientación neo-liberal de su política económica se mantiene intacta.
A excepción del periódico “La Prensa”, propiedad de la otrora influyente dinastía Chamorro, y de otros medios de comunicación de poca importancia, la familia Ortega y sus amigos controlan desde 2007 los medios de comunicación en Nicaragua. Nuestro conocido magnate mexicano, Ángel González, es uno de estos amigos fieles del excomandante. Juntos controlan el 75% de la televisión.
El discurso de Ortega y Murillo, y del FSLN con el que ganó las elecciones en 2006 y que se mantiene hasta hoy es completamente desideologizado. Amor, paz, reconciliación, alianza, perdón. Yo lo escuchaba día sí y día no en la radio nicaragüense. Y todos con quienes platiqué desde Rivas hasta Waslala simpatizaban con Ortega, excepto mis colegas: ellos eran sandinistas de verdad. Tampoco fueron ideológicas las negociaciones en el Congreso que permitieron los cambios que hoy aseguran la continuación de Ortega. Más bien representaron una economía de la conveniencia personal.
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Las dinastías del vigorón con yuca
El repudio de las elites al Somocismo, y su eventual apoyo al FSLN, más que malestar por la tiranía y la violencia era una reacción a un régimen que se constituía en obstáculo para sus intereses de acumulación. El romance de las elites con el FSLN se deterioró pronto, produjo rupturas y condujo a una relación de confrontación. Sin embargo aún en el periodo de confrontación hubo segmentos nacionalistas de la elite que tomaron distancia de esa estrategia. Y finalmente, una nueva elite constituida por oficiales sandinistas que se beneficiaron con la “piñata”, es decir la apropiación de los bienes del Estado luego de la derrota electoral del FSLN.
A su regreso al poder, Ortega se encontró con una elite que se había diversificado, reorganizado, modernizado e internacionalizado a causa de cambios en el contexto económico mundial y a las políticas neoliberales impulsadas por Violeta de Chamorro y sus sucesores. Los apoyaron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, así como de la cooperación internacional.
Cuestionando por su apoyo a Ortega, Carlos Pellas dijo en cierta ocasión a la prensa que si el sector privado seguía confrontando al gobierno, era imposible avanzar [ellos y Nicaragua].
El grupo Pellas, la dinastía Pellas, bajo la dirección de Carlos Pellas Chamorro desde 1985, ha llegado a constituirse en un conglomerado de 21 empresas diversas, incluidas la producción de azúcar y del ron flor de caña, así como compañías que operan en otros países del istmo incluida Guatemala. El grupo Pellas y otros grupos familiares de la elite se han beneficiado de la expansión de servicios financieros en la región. La “piñata” condujo también a lo que ha sido llamado el aburguesamiento de la dirigencia del FSLN, lo cual definitivamente influyó en la orientación de la política económica del partido.
Por otra parte, a ojos de la elite este aburguesamiento de la dirigencia le dio otra imagen al FSLN. El ala pro empresarial del FSLN, que se identifica con el excomandante Bayardo Arce, también contribuyó a consolidar las relaciones entre el sector privado y el FSLN. La cooperación y la colaboración entre las elites y los partidos políticos no son de ninguna manera exclusivos de Nicaragua, ni tampoco del FSLN.
La continuación del régimen rosa-chicha
La lógica neo-liberal del gobierno de Ortega no sirve solamente a los intereses de la familia Ortega-Murillo. A pesar de la falta de transparencia y la debilidad institucional en Nicaragua el gobierno ha asegurado estabilidad social, promovido la estabilidad macroeconómica, atraído inversión extranjera, ampliado el mercado de exportaciones e implementado programas sociales.
No sabemos cuánto más logrará mantener el balance (es decir, mantener la alianza con las elites), contener la movilización social y neutralizar la oposición política. Dependerá de su capacidad de diversificar sus mercados de exportación ante la crisis de Venezuela y de ganar simpatías internacionales, de la forma en que el gobierno responda ante las crecientes protestas contra el canal y la minería y de la capacidad de organización de la oposición.
El régimen de Ortega no es ni socialista ni totalmente autoritario. Parece más bien una versión renovada del caudillismo tropical, que conocemos tan bien en Centro América.
Pero eso sí, es diferente al de Somoza.