Boaventura de Sousa Santos es un destacado intelectual portugués conocido por su trabajo en sociología del derecho, teoría crítica, epistemología, derechos humanos y globalización. Recientemente, un grupo de estudiantes y otras mujeres han denunciado a Boaventura de Sousa por agresiones sexuales y, en ese marco, Moira Millán reconocida activista y líder indígena mapuche decidió hablar, después de guardar silencio por razones que expone en una entrevista reciente.
Las denuncias han provocado que el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) anunciara en sus redes sociales que suspendía todas las actividades del sociólogo en esa entidad, que figura entre las más prestigiosas del continente, «mientras se desarrollan las investigaciones en curso». Asimismo, el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra suspendió temporalmente todas las funciones académicas del sociólogo.
En suma, asistimos a la posible muerte académica o cancelación de un referente del pensamiento progresista que, tiene derecho a defenderse y que está sujeto a una investigación institucional y posiblemente a otra de tipo judicial. Personalmente creo que las acusaciones contra Boaventura de Sousa son serias, por lo que debe garantizarse el derecho de las víctimas a hablar sin ser violentadas y también es importante una investigación rigurosa que determine sanciones si fuera el caso. Por supuesto, queda un largo camino por recorrer para erradicar las prácticas patriarcales y racistas de los recintos universitarios.
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Dicho lo anterior me pregunto ¿en qué consiste la cancelación de una figura pública como Boaventura de Sousa? Y mi percepción es que nos estamos refiriendo a la muerte ideológica de un referente del pensamiento de un colectivo; es decir, una especie de descalificación y purga intelectual que puede ir acompañada o no de consecuencias penales o civiles. En ese sentido, no perdamos de vista que los procedimientos judiciales suelen incorporar la presunción de inocencia y que la cancelación como fenómeno, puede ocurrir al margen de las instituciones, pero no está libre de relaciones de poder.
La cancelación, del mismo modo, acarrea una enorme carga afectiva que responde al nivel de empatía o rechazo que podamos experimentar por las víctimas o por las consecuencias de los actos de la persona interpelada. Esto puede acarrear que, en el afán de la coherencia, nos pronunciemos sin considerar la veracidad de las fuentes. O en dirección opuesta, la empatía por un referente ideológico puede hacernos dudar y guardar silencio, algo que también tiene consecuencias y que, ha sido la regularidad en ámbitos académicos donde la duda razonable ha servido para construir impunidad.
Boaventura de Sousa ha sido relevante para mí; lo he estudiado y citado, de manera que la cancelación como fenómeno colectivo, me interpela porque sigo pensando que sus aportes académicos son importantes. Asimismo, no omito mencionar que cada vez que esté frente a su trabajo lo miraré de forma diferente, pero luego me asalta la duda acerca de un caso donde las evidencias no sean tan contundentes ¿qué hacer? Mi única reacción es sugerir que, en caso de duda, busquemos la empatía y la solidaridad por las personas con menos poder y con más vulnerabilidad, por supuesto, sin renunciar al pensamiento crítico.
Boaventura escribió algo que podría utilizarse en su contra y que quiero compartirles: «Podemos distinguir dos formas de conocimiento: el conocimiento-regulación, cuyo punto de ignorancia se designa como caos y el punto de saber se designa como orden, y el conocimiento-emancipación, cuyo punto de ignorancia se designa como colonialismo y cuyo punto de saber se designa como solidaridad»
A partir de lo anterior, elijamos la solidaridad y el pensamiento de emancipación con respecto al poder. O dicho en otras palabras, elijamos estar del lado de quienes históricamente no han sido escuchadas/os y en el camino, tratemos de mantener activo el pensamiento crítico.
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