Las emociones no solo son fundamentales en la política, también en la raíz de la vida misma. Ya decía el filósofo Baruch Spinoza que el ser humano se mueve por el deseo. Particularmente, afirmaba Spinoza, el bien debe desearse para que nos mueva a actuar, y es la alegría el afecto que el hombre o la mujer deben buscar, ya sea en forma de amor, esperanza o de estar contento con uno mismo. Lo que he percibido en la campaña política de Semilla ha sido precisamente la defensa de esta alegría. En cruces de calles, en medio del tráfico, en largos recorridos por la geografía del país, en las declaraciones frente a instituciones públicas y en las publicaciones en redes sociales se ha sentido el júbilo, la esperanza. O lo que es lo mismo, nunca las maneras del odio.
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Esa alegría de la que hablo, entiéndase bien, no significa banalidad, como tampoco la apología de un positivismo que nos obliga a aceptar realidades sin cuestionarlas. Por el contrario, aquella alegría se fundamenta en el convencimiento por un proyecto político creíble de cambio, como también en el liderazgo de hombres y mujeres honestas que comunican cercanía. Indudablemente el peso de una generación joven ha implicado, en este último caso, articular un discurso ágil lejos de los lugares comunes de la escena política guatemalteca.
Por lo tanto, la defensa de la alegría de Semilla, en medio de condiciones nacionales difíciles, se abre paso después de ocho años de cinismo de quienes han ignorado el dolor de tantas y tantos guatemaltecos. Quiero pensar que no se escuchará más la risa chabacana y el chiste soez de Jimmy Morales. Quiero pensar que la mentira envuelta en discurso colérico de Giammattei se convertirá en declaración ante los tribunales, por la responsabilidad de tanta corrupción y tanto daño.
Finalmente, en el fondo de la alegría yace la memoria. Contra lo pensado, rememorar a quienes nos precedieron, a quienes se esforzaron por construir un país mejor, no significa sucumbir a la nostalgia. Es en aquella memoria de hombres y mujeres, como Juan José Arévalo, por ejemplo, donde emerge el convencimiento y la confianza. En clave personal están también nuestros ausentes, nuestros muertos, quienes también se alegrarían de participar en las batallas de esta segunda vuelta.
Porque falta un mes para la segunda vuelta y la movilización de la gente se nota. Les mueve/nos mueve la voluntad de cambio. Y en esa voluntad, se van formando signos que hacen menos pesadas las luchas. Como Semichi, ese gato de pelambre blanco que irrumpió en la conferencia de prensa de Semilla, caminando despreocupado en la cornisa de la pared, y arrebatando la atención de los presentes. Esta imagen convertida en eslóganes, carteles y declaraciones, como "Michis por Semilla” o "Semichi contra las ratas corruptas", articulan los afectos colectivos de una población guatemalteca que hace suyos aquellos versos del poema de Mario Benedetti: defender la alegría como principio, defenderla del pasmo y las pesadillas, defenderla de la miseria y los miserables, defender la alegría como una certeza.
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