Los conceptos partes en conflicto o contrapartes nunca fueron usados en los mensajes de Facebook, Twitter o Whatsapp. Los sustituyeron por comunistas, vividores, asesinos, oenegeros, millonarios, secuestradores, proscritos o narcos en el caso de las FARC y por traidor, entreguista, blando, títere, payaso o comparsa en el caso de Santos. Tampoco las pa...
Los conceptos partes en conflicto o contrapartes nunca fueron usados en los mensajes de Facebook, Twitter o Whatsapp. Los sustituyeron por comunistas, vividores, asesinos, oenegeros, millonarios, secuestradores, proscritos o narcos en el caso de las FARC y por traidor, entreguista, blando, títere, payaso o comparsa en el caso de Santos. Tampoco las palabras reconciliación y paz eran utilizadas. Preferían palabras como concesiones, impunidad, regalos, ingratitud, robo, etc. Fue un ejercicio colectivo de sublimación. Es claro que no se referían a Colombia. Todos estos mensajes eran para Guatemala.
Se lamentaban de que ellos no habían tenido la oportunidad de mostrar su rechazo en una consulta como en el caso colombiano. Nada más alejado de la verdad. Los sectores conservadores, apoyados por una clase media consumista, poco informada y ajena al compromiso, han marcado una agenda en la cual predomina la visión oligopólica y corporativista, que tiende al control sin concesiones de todos los aspectos de la vida nacional. La forma como se organizan los poderes políticos y se manejan la economía, la tenencia de la tierra, el uso de los recursos naturales y la misma concepción del rol del Estado muestra que los acuerdos de paz han sido rechazados por este sector con gran poder. Además, no olvidemos que Guatemala votó en contra de la reforma constitucional de 1999, que nacía de los acuerdos de paz.
Las 50 reformas constitucionales propuestas que se sometieron a consulta popular hace más de 16 años tenían aspectos valiosos e innovadores como el reconocimiento de la diversidad cultural, étnica y lingüística, la identidad y espiritualidad de los pueblos mayas, el reconocimiento del derecho consuetudinario indígena, las bases para la reforma del sistema de justicia, la carrera judicial como principio rector en la escogencia de jueces y magistrados, la separación de las funciones jurisdiccionales y administrativas con cámaras diferenciadas para la Corte Suprema de Justicia y una asignación constitucional del 6 % de los ingresos ordinarios del Estado, entre otras.
Veinte años después de la firma de la paz, la realidad nos arrolla. El país dejó postergados los cambios indispensables para la mínima convivencia. No digamos para proporcionar las bases de un desarrollo integral de todos los ciudadanos. Guatemala se cae a pedazos, y no hablo de la infraestructura, que también. Hablo del concepto mismo de Guatemala-nación-lugar común. La mayoría de los ciudadanos se sienten lejos de un Estado ausente, del Estado que debería cohesionar las relaciones sociales para hacer comunidad.
Muchos de los mensajes que salían y circulaban en las redes sociales emanaban rabia y violencia provenientes de esa clase media urbana que ha asimilado como suyo el discurso de las élites, que se resume en que esos comunistas de los movimientos sociales y de la sociedad civil son unos vividores, manipulan a los campesinos, desestabilizan el país y están queriendo quitarles algo que les pertenece solo a ellos. Solo ellos lo merecen. No se alegran del resultado del plebiscito. Celebran y gritan que Guatemala es suya y que nadie se la va a quitar.
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