Una pregunta frecuente ante este tipo de noticias es por qué las personas emigran. Por qué dejar a tu familia y trasladarte a un entorno incierto y, en el caso de los que viajan de manera irregular, lleno de riesgos de violencia y muerte en el tránsito, así como de discriminación y deportación en el destino.
Las razones del desplazamiento humano son múltiples. Diversos factores de atracción y empuje se combinan para movilizar a las personas hacia nuevos territorios, los cuales resumiré en cuatro en este espacio: la violencia estructural, las redes migratorias, el elemento sociocultural y el demográfico.
Por violencia estructural me refiero a la falta de cumplimiento del Estado en cuanto a proporcionar aquellas condiciones sociales, económicas y políticas del país que permitan que una persona o familia obtenga bienestar y calidad de vida. Esta incluye la falta de oportunidades económicas, de empleo, de un salario digno y estable, de protección laboral o seguridad social y de opciones de crecimiento y movilidad social, así como la falta de acceso a los servicios de salud o educación y la baja calidad de estos, la violencia criminal y la inseguridad ciudadana, la violencia machista en todos los ámbitos, desde la casa hasta la calle, y la inexistencia o insuficiencia de infraestructura y espacios de ocio.
Todo lo anterior repercute en la percepción de bienestar y vida digna de las personas, por lo que la opción que encuentran es emigrar. No obstante, emigrar solo no es fácil. Es casi indispensable contar con alguien al otro lado de la frontera que apoye desde lo económico, por ejemplo pagando parte del viaje con un coyote, buscando una vivienda o un empleo o proporcionando instrucciones para la vida en la nueva ciudad. Por tanto, un segundo factor que reproduce las migraciones es la red migratoria que se construye desde el lugar de origen hasta el lugar de destino, dado que facilita que nuevos migrantes se desplacen hacia las ciudades donde sus paisanos, familiares o amigos se encuentran asentados.
Estas redes se fortalecen en la actualidad a través de las tecnologías digitales, que mantienen el contacto entre quienes se han ido y quienes todavía permanecen en el lugar de origen. El uso de Facebook, Twitter, Skype y otras herramientas de comunicación favorece el intercambio de noticias, información y afecto a través del envío de fotos, de sesiones telefónicas transnacionales y de videos de la vida cotidiana, tanto familiar como comunitaria, a muy bajo costo. De esta manera, a ambos lados de la frontera las personas se actualizan sobre los eventos familiares, sociales, comunitarios, nacionales e internacionales que les son relevantes.
Hablamos entonces de un elemento sociocultural, pues se va creando y reproduciendo un imaginario sobre la vida migrante que también favorece el desplazamiento de población. Las fotos e historias de quienes están ya en Estados Unidos, sus logros económicos que se traducen en remesas y en bienes para las familias que dejan y el conocimiento que transmiten sobre el cruce indocumentado y las opciones de viaje con o sin coyote informan a los que se quedan de los beneficios de realizar el viaje y de cómo llevarlo a cabo. La expectativa de quienes se quedan es que, al cabo de un tiempo, una vez pagada la deuda del viaje, podrán también disponer de una casa nueva de bloc o de un vehículo de doble tracción, mandar remesas para mantener a la familia, comprar un terreno, pagar la escuela de los hijos o los médicos de los padres… En fin, acceder a un bienestar y a una calidad de vida que Guatemala no ofrece o que se vislumbran muy lejanos para el guatemalteco promedio.
El emigrar también es fuente de prestigio. Quien se va y regresa con bienes y capital para un negocio es una persona exitosa. Quien manda remesas y mantiene a su familia es un jefe de hogar responsable que se esfuerza por superarse. Quien logra construir una casa o comprar un terreno en la comunidad, en la cabecera o en la capital es de admirar. Asimismo, este prestigio obtenido con la migración se interrelaciona con otras dinámicas comunitarias que se han investigado muy poco en Guatemala, tales como la idea de masculinidad, los ritos de paso comunitarios, los valores de las nuevas generaciones de jóvenes, el sentido de progreso, el empoderamiento de las mujeres y la configuración de familias transnacionales. Todo ello también contribuye a explicar por qué las personas eligen salir del país.
Por último, el elemento demográfico se relaciona con los cambios en el flujo migratorio guatemalteco, cuya historia de desplazamiento se remonta a por lo menos la década de 1970 y que ha tenido dos momentos importantes en los que se ha incrementado el volumen considerablemente. El primero ocurrió a principios de la década de 1980, asociado al recrudecimiento del conflicto armado interno, y el segundo, a finales de la década de 1990, por diversas causas, como la caída de los precios del café, la privatización de empresas estatales, los ajustes estructurales y otros eventos que impulsaron la salida de población. Por tanto, existe una población migrante asentada en Estados Unidos (tanto documentada como indocumentada) con trabajo, vivienda y formas de vida gringa que busca la reunificación familiar con sus hijos, parejas y otros miembros.
Todo lo anterior se interrelaciona con las oportunidades que se perciben para realizar el cruce a partir de la información que proporcionan los coyotes, las noticias falsas o verdaderas que se reciben desde Estados Unidos sobre ventanas de ingreso fácil por una u otra frontera, nuevas leyes, etcétera, que son aprovechadas por las personas y estimuladas por las redes migratorias. Dada esta multicausalidad de las migraciones, cuando los Gobiernos pretenden establecer medidas para frenar la migración deben ofrecer algo más que incentivos puramente económicos para quedarse. Deben ofrecer desarrollo real, entendido como bienestar integral: algo que sustituya el sueño americano por un sueño guatemalteco que todavía no tenemos.
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