En los planes militares se nota la necesidad de trabajar con las poblaciones civiles para que estas tomen bando en medio del conflicto con el fin de afianzar alianzas que ayuden a ganar la guerra. Así se logra construir un relato dándoles un sustento lógico a las acciones militares.
El miedo es uno de los principales motivadores humanos. Por tanto, estos mensajes a la población se cimentan en exageraciones con miras a delinear a un enemigo al cual se le culpa de todos los males. Sucedió en el nazismo cuando el judío era caricaturizado de manera tal que se le colocaban los apelativos más procaces para generar rechazo.
Estas formas de difusión continúan empleándose en Guatemala y en el mundo. Acá la realidad se ha configurado con este tipo de propaganda al punto de que los comunistas, guerrilleros, desestabilizadores, etcétera (independientemente de que existan o no) son los enemigos. Tener el estigma de comunista (como casi en ningún país) significa una automática cancelación social, una amenaza de que quien es catalogado así podría justificadamente ser aniquilado. «Comunista visto, comunista muerto» es una frase que aún se repite. Cualquier crítico, al recibir uno de estos motes, puede ser destruido física o civilmente, incluso por motivos personales y alejados de la política, pero lo que se dirá es: «En algo estaba metido».
Muchas de las mafias que existen hoy en día surgieron del Ejército, luego del conflicto armado, mutando y mezclándose con otras estructuras que viven detrás de cada presidente. Cuando se vieron amenazadas con los casos de 2015 a la fecha, para sobrevivir echaron a andar una estrategia de guerra con el fin de expulsar a la Cicig. Desarrollaron una fórmula conocida: quitarle el agua al pez cortándole los apoyos al enemigo interno, la Cicig. Entonces desempolvaron estas narraciones sobre los comunistas —o cualquier otro calificativo—, que aún permanecen y levantan miedos. Al ideologizar los casos, la racionalidad se perdió, pues con solo decir que la Cicig es comunista se despertaron los fantasmas construidos desde hace mucho y ante eso no hay argumento que valga.
[frasepzp1]
La desinformación se aplica en gran medida por medio de las redes sociales, ya que son espacios abiertos que operan con impunidad. Básicamente, se trata de identificar a líderes y de atacarlos con cuestiones personales, de inventarles escándalos (crímenes inverosímiles, cuestiones sexuales, revelaciones exclusivísimas, formar parte de conspiraciones mundiales), con el fin de intimidar a quien tiene un rol público y así crear duda sobre su legitimidad. La idea es acallar la voz y que la persona por sí misma baje la cabeza porque sabe que cada vez que la levante intentarán cortársela.
Los desinformadores gozan de buena cantidad de recursos, entre públicos y privados. Se supo hace unos años que en el edifico del Inguat trabajaba uno de estos netcenters destinados a desprestigiar de cualquier forma a adversarios incómodos. Por ejemplo, en un audio que se filtró decía Gustavo Alejos que a Iván Velásquez había que ventilarle sus amantes y que, si no tenía ninguna, había que inventarle una. En redes sociales abundan usuarios sin nombre real dedicados a difamar y a mover estas campañas de desprestigio. El modus operandi: un usuario es un nodo que publica y los demás alrededor esparcen.
Cuando Twitter decidió desactivar a usuarios falsos, se limpiaron las redes de miles de estas cuentas. Pero vuelven a crearlas, pues a eso se dedican. No hay una regulación precisa respecto a esto, por lo que el consumo de información digital se ha convertido en un maremoto en el cual se difumina la línea entre verdad y mentira. Escuché a un editor decir que la saturación de información también es una suerte de censura, pues es difícil distinguir qué es cierto y qué no.
La opción que nos queda (en lo que las fiscalías persiguen penalmente a las mafias que financian estos aparatos de propaganda) es aprender a discernir entre las fuentes que respaldan la información que nos llega. Si proviene de cuentas sin nombre, si difunden aspectos estrambóticos de alguien sin ningún respaldo, si son largas cadenas de WhatsApp sin firma, seguramente se trata de información falsa que alguien difunde con el fin de amedrentar, sembrar caos y confundir para favorecer a grupos delincuenciales insertados en el Estado.
Más de este autor