Pero más allá de ello, sobre las formas de educación y los resultados violentos de las mismas. Este par de películas hicieron mella en mí y en muchos otros, quienes consideramos la violencia como la expresión más abominable del ser humano. Y claro, las armas y la accesibilidad a ellas, como el mecanismo de un sistema que nos lleva al abismo de forma permanente.
Este fin de semana, la película alemana Die Welle (La Ola en español) me caló de igual forma. ¿Cómo es posib...
Pero más allá de ello, sobre las formas de educación y los resultados violentos de las mismas. Este par de películas hicieron mella en mí y en muchos otros, quienes consideramos la violencia como la expresión más abominable del ser humano. Y claro, las armas y la accesibilidad a ellas, como el mecanismo de un sistema que nos lleva al abismo de forma permanente.
Este fin de semana, la película alemana Die Welle (La Ola en español) me caló de igual forma. ¿Cómo es posible que un pueblo alegue ignorancia ante masacres ocurridas en y por su propio pueblo?, en ese caso el alemán. ¿Pueden seguirse repitiendo los patrones de conducta señalados como inhumanos a través del tiempo?, ¿es que no hemos evolucionado como nos lo han hecho creer en repetidas ocasiones? No, definitivamente no.
En el caso de La Ola, se narra un proyecto escolar en el que se enseña a los estudiantes la autocracia como forma de gobierno. Luego de una breve discusión, los estudiantes consideran que el pueblo alemán difícilmente puede regresar a un régimen autoritario como el del Tercer Reich, escépticos, los alumnos comienzan a seguir las instrucciones de “su líder”, en este caso el profesor. Día a día van cayendo, unos más aceleradamente que otros, en la dinámica en la que años atrás hipnotizara al pueblo alemán guiado por Hitler.
Con la piel de gallina y viendo claramente que formas simples como la disciplina, la fuerza, la homogeneidad y el orgullo iban transformando a este grupo de jóvenes, no pude más que relacionar estos eventos cinematográficos con lo que nos ha ido sucediendo en los últimos años. Llámense maras, encapuchados, grupos políticos, militares o religiosos, estas comunidades que practican la autocracia parecen una verdadera pandemia en la actualidad guatemalteca. Cada vez son más los que se consideran “distintos”, “mejores” que los otros, los que ostentan la “verdad”, los que tienen la “razón”.
Vale hacerse la pregunta si esta sociedad va en la dirección correcta, si nuestros actos cotidianos nos condenan a convertirnos en individuos atemorizados que solamente buscan en la identidad grupal la solución a sus problemas. El miedo, la violencia o la tan mentada inseguridad que vivimos hoy, resultan ser los vehículos idóneos para adoptar y defender estas formas de gobierno tan cuestionables que nos hacen perder el control de nuestras propia vidas.
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