Si quiere ponerse al día, aquí encuentra el primero y el segundo artículo. Mucho de lo que se menciona aquí proviene del libro «La vida secreta de los árboles», de Peter Wohlleben. Lo recomiendo.
El gran planteamiento del autor, basado en observación y en trabajos científicos, es que «un bosque es un superorganismo» (deténgase un momento para reflexionar sobre el significado de esta afirmación). Se trata de sociedades vegetales donde los individuos se conocen entre sí y establecen relaciones comunitarias y hasta cierto tipo de amistad entre algunos. Estas relaciones se establecen de varias maneras: sustancias segregadas al aire y diseminadas por el viento, seres mensajeros (otros seres vivos, incluyendo insectos), por medio de colores, usando impulsos eléctricos con sonido y por medio de las raíces, con enorme participación de los hongos del suelo que actúan como receptores-transmisores de sustancias y señales.
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Lo anterior es nuevo solo para el hombre moderno. Las civilizaciones antiguas conocían mucho de esto y tenían palabras para describirlo. Nuestra ambición, soberbia e ignorancia han decretado la obsolescencia y la muerte de muchas especies vivientes y también de idiomas cargados de mensajes que nos serían de utilidad.
Veamos algunos ejemplos sobre la desconocida organización del reino vegetal:
La sucesión ecológica (el aparecimiento paulatino y ordenado de especies sobre suelos que se dejen sin intervención humana, así como la desaparición programada de algunas de ellas) nos muestra que el superorganismo vegetal se organiza para crear microclimas capaces de amortiguar el frío y el calor, de almacenar agua, de crear suelos fértiles, de producir aire húmedo y de otros acondicionamientos ambientales a fin de perseguir su biodiversidad y sostenibilidad. La intervención humana es disruptiva de esos procesos. Mucho mejor sería que aprendiéramos a conocerlos y a utilizarlos con respeto.
Hay evidencia de que algunos árboles pueden donar y transportar nutrientes hasta las raíces de individuos enfermos y sostenerlos por mucho tiempo. Eventualmente, ejemplares que se suponía muertos volverán a progresar o permanecerán vivos de manera aparentemente inexplicable.
La dirección del crecimiento de las ramas de los árboles, principalmente los de la misma especie, puede ser una señal de que evitan competir por la esencial luz. Un individuo hará crecer sus ramas en una dirección que no privará de luz a las ramas de otros árboles cercanos.
La relación de las acacias con las jirafas es muy interesante. La evolución hizo que las jirafas crecieran con cuellos muy largos a fin de alcanzar las hojas de su plato favorito, las altas acacias. Estas, sabiendo que las jirafas desarrollaron lenguas resistentes a sus espinas de protección, transportan hacia sus hojas algunas substancias que les alteran el sabor para desagradar a sus enemigos naturales. Además, emiten señales odoríferas para alertar a otras acacias (no para disuadir a las jirafas). La señal viaja por el aire y las acacias receptoras, defensivamente, principian a transportar la desagradable sustancia hasta sus hojas. Por esto, las jirafas permanecen en una acacia por un tiempo limitado y no se dirigen a las acacias vecinas para continuar su alimentación, sino ponen muchos metros de por medio, porque los árboles alertados ya no tendrán el mismo delicioso sabor. Prefieren tomar por sorpresa a quienes ya no recibieron la señal en el aire.
Los sauces tienen flores masculinas y femeninas y solo las segundas poseen ovario para producir frutos. Estos árboles dan vistosidad a las flores masculinas para que los polinizadores las visiten primero y vayan a las femeninas luego de un buen festín. A propósito de sauces, las culturas antiguas utilizaban su corteza para combatir dolores. La ciencia moderna confirma las propiedades analgésicas del árbol e identifica la sustancia clave como salicina, también conocida como ácido acetilsalicílico y como aspirina. Este es un ejemplo más de que mientras algunos restan credibilidad al conocimiento antiguo, otros lo explotan.
Es urgente conocer mucho más y aprender a preservar nuestro entorno natural, residencia no exclusiva de los seres humanos.
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