La victoria ya se alcanzó

Y es que llevábamos tanto tiempo apaleados como un perro maltratado. Pero esa época fue llenando los insumos necesarios para unir volcánicamente esta pulsión canalizada, por medio de una catarsis colectiva, en la forma más simbólica posible: atiborrar de gente indignada las plazas públicas del país.

Sabemos que esta ola imparable no la detendrán ni siquiera aquellos que le han lanzado salvavidas al presidente-calaca para que se mantenga en su puesto, en esa silla tan carcomida, tan desgastada que hasta en los gestos se le nota lo cansado al general, que ya no tiene quien le ladre.

Se le ve lo resignado, como una cucaracha fumigada, tras cada grito, cada cartel, cada niño que camina en la plaza lluviosa, cada guatemalteco en el extranjero que se toma una foto con una pancarta de #RenunciaYa.

Vemos también el calor humano: en los estudiantes que se abrazan con los de las otras universidades, cada sábado que el parque se incendia de colores o cuando llegó a la zona 1 la multitud ixil vestida con el característico traje rojo sangre. Se siente en el pecho ese tambor que se dilata dentro de una patria que late con un solo corazón sin anestesia.

Repito, amigos. Guatemala ya ha ganado. Y no de una forma romántica nacionalista, sino que los pueblos mostraron la buena voluntad, que no es poca cosa, para salir del letargo en el que pululamos como un Estado hambriento y desesperado desde hace buenos siglos.

Ahora debemos afinar el conocimiento y el músculo social para empujar, empujar y configurar sistemas, órdenes, mapas mentales, incluso más allá de lo imaginable y de lo considerado hasta ahora posible.

Estamos en un momento decisivo cuando la presión estalla en las sienes. Pero debemos soportar. Meditar. Respirar. Y seguir. Porque lo que se vislumbra es hermoso, sobre todo porque depende de todos juntos: este colectivo, que unidos somos un mar. Nos vemos en la plaza. #JusticiaYa #FueraOttoPorTuPropiaSanidadMental