En las últimas semanas, el mandatario se ha referido en dos oportunidades a este fenómeno. En la primera mostró públicamente la portada de un libro e hizo referencia a este tipo de informaciones y al pánico que se había generado por la erupción del volcán de Fuego. La segunda vez, en la inauguración de un tramo carretero, se volvió a referir a las noticias falsas que diseminan los medios de comunicación.
Ambas ocasiones fueron ampliamente cubiertas por la prensa e incluso se deliberó sobre el tema en algunos programas de opinión. Los medios de comunicación se han valido de la noticia para hacer referencia a una pugna que existe entre ellos y el presidente y la interpretan como una arremetida en su contra. Y no es un hecho de menor importancia. Los medios de comunicación pueden sufrir un desgaste en el corazón de su trabajo: el resquebrajamiento de su credibilidad.
Desde los eventos del 2015 en Guatemala, al menos a nivel metropolitano, se ha construido un imaginario sobre la división entre los medios de comunicación. Unos, los pertenecientes especialmente al monopolio del mexicano Ángel González, señalados de oponerse a la lucha contra la corrupción y especialmente de generar una corriente de opinión crítica y contraria a las acciones del Ministerio Público y de la Cicig. Otros, aquellos medios que cubrieron ampliamente las concentraciones en las plazas y que además han apoyado, incluso editorialmente, todas las acciones contra la impunidad y la corrupción.
A raíz de las investigaciones que han afectado al círculo más cercano del presidente Morales, este se ha puesto del lado de los medios del monopolio de González, que a su vez lo han apoyado e incluso arropado. Y así Morales ha fustigado a los otros medios, a los que de manera indirecta señala de incurrir en la práctica de las fake news. Y justamente allí está el problema.
Recordemos que dentro del monopolio de González se encuentran los canales de televisión abierta, que tienen varios telenoticieros, y una radio noticiosa que se encadena a nivel nacional. Los estudios que ha realizado la asociación Doses durante la última década dan cuenta de que el medio que más impacto tiene en la difusión de información política sigue siendo la televisión abierta. Y si a eso se le suma que Radio Sonora es la más escuchada en todo el país, entonces el mandatario no cuenta con aliados pequeños en la generación de corrientes de opinión. Todo lo contrario.
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Desde esta lógica, fustigar a los medios de comunicación y poner en tela de duda su credibilidad puede tener un impacto negativo que va a repercutir no solo en la prensa, sino también en el desencanto de la población hacia los medios: un fenómeno que puede extenderse y tener consecuencias nefastas en los procesos electorales, especialmente por el papel decisivo que los medios juegan en la competencia electoral y en la construcción del fenómeno de la personalización de la política, pero también en el desempeño de la campaña como espectáculo y en los reiterados usos del infoentretenimiento.
Sin duda alguna, en esta discusión no puede dejarse de lado el papel que juegan las redes sociales. Sin embargo, como señalan los mismos estudios de Doses, si bien es cierto que ha ido creciendo el número de usuarios, los medios digitales aún no logran restar de manera contundente el efecto de la televisión en la información política.
Si bien las estadísticas señalan que el número de usuarios de teléfonos inteligentes y de usuarios de redes sociales ha aumentado considerablemente en Guatemala, aún no existe un estudio que permita establecer el tipo de contenido que prefieren dichos usuarios. Por lo tanto, no hay seguridad sobre cuántas personas se enteran de información política por medio de las redes sociales. Estudios que existen en otros países señalan que el entretenimiento (deporte, música, series, películas y pornografía) y el establecimiento de relaciones sentimentales siguen siendo las mayores preferencias de los usuarios de medios digitales. Por lo tanto, la política en redes sociales no deja de ser un tema de frontera para el gusto de los internautas y quizá Guatemala no sea la excepción.
Así las cosas, mientras las preferencias por el uso de contenidos mediáticos no cambien, toda corriente de opinión que se genere desde los medios tradicionales, especialmente la televisión y la radio, sin duda alguna impactará en el espacio público. El imaginario que se construya de que los medios de comunicación promueven noticias falsas puede quedarse instalado y trascenderá este y quizá otros períodos presidenciales. Este fenómeno puede poner en aprietos incluso a la democracia misma.
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