¿En tu colegio les enseñan liderazgo obediente? Pregunté casi sin darme cuenta. De inmediato me percaté de que estaba provocando disonancia cognitiva en una niña y enfado reprimido en un padre que no estaba interesado en que su hija interpele a una institución educativa que ha incorporado curricularmente el discurso de FranklinCovey ®, empresa de autoayuda y motivación de alcance religiosamente secular.
Tal vez usted recuerde el libro «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva» de Stephen Covey. Personalmente me gustó como ejercicio individualizante para el desarrollo de algunas inteligencias. Creo que ese tipo de literatura puede ser útil para personas que tienen condiciones materiales que les permitan explorar aprendizajes y oportunidades que para la mayoría están negadas. El discurso de Covey es evidentemente inútil si una persona se encuentra en un proceso depresivo o si requiere terapia psicológica. Será mucho menos efectivo si la persona necesita medicación. Pero no por ello vamos a satanizar la motivación. El problema está en colocar al discurso individualizante y creador de obediencia como una ruta educativa en la que niñas y niños llegan a creer que son libres porque se lo proponen y que las cosas buenas dependen de su capacidad para soñar y actuar.
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Aclaro que en Guatemala, el discurso del «líder en mí» no tiene tanta difusión como en otros países. Pero, se articula muy bien con la ideología individualizante y neoliberal, precisamente porque se automutila en el pragmatismo de reconocer lo que el «yo» puede alcanzar y sacar el mejor partido de las circunstancias. Dicho en otras palabras, el liderazgo corporativo es inherentemente obediente e incapaz de interpelar al poder. Ese liderazgo aséptico carece de herramientas para el pensamiento crítico, que es indispensable para trascender las taras religiosas, ideológicas, patriarcales y racistas que atenazan a cada persona en mayor o menor medida. Por lo tanto, el liderazgo y la percepción de libertad se convierten en recursos disciplinarios, precisamente sobre la persona que intenta vivir feliz y disfrutar su vida, sus circunstancias.
Para abonar un poco a la idea anterior, preguntémonos quiénes son los referentes de liderazgo que se muestran en estos discursos despolitizantes. Por lo regular son empresarios económicamente exitosos, que comparten su narrativa de trabajo duro y esfuerzo, que no suelen mostrar el origen real de sus fortunas y los privilegios en que se funda su poder. Otro rasgo de los discursos acerca del éxito individual es precisamente la invisibilización de los movimientos sociales. Puede que se magnifique a figuras como Rosa Parks sin enunciar los movimientos sociales por los derechos civiles, o que se presenten caricaturas de líderes sociales cuidando de no mostrar sus facetas transgresoras.
Así las cosas, los liderazgos sociales para la defensa del territorio o los derechos de las mujeres, son invisibilizados o caricaturizados porque no son obedientes con el poder económico, patriarcal y racista. Por esa razón, el modelo de liderazgo que se está esparciendo por los imaginarios educativos es un liderazgo obediente, aséptico, despolitizante; un liderazgo que tarde o temprano se convertirá en frustración para quienes no poseen capital y creen que la pobreza es un estado mental.
Dedico esta reflexión al escritor Julio Calvo, con quien compartíamos el amor por el pensamiento crítico y de quien aprendí a escribir un poco mejor.
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