Acercarme a los lomos, algunos nuevos, otros raídos, de los libros que ocupan las estanterías de mi apartamento es también acercarme a mi memoria. Localizar un título que marcó algún año o algún día en mi vida, reconocer en colores o diseños las conversaciones con amigos y amigas, que transformaron el tiempo en un alimento.
Pero el libro también ha sido para muchas y muchos, estoy segura, un acto radical de soledad. Un acto necesario de aislamiento. El corte brutal con el ruido. El ref...
Acercarme a los lomos, algunos nuevos, otros raídos, de los libros que ocupan las estanterías de mi apartamento es también acercarme a mi memoria. Localizar un título que marcó algún año o algún día en mi vida, reconocer en colores o diseños las conversaciones con amigos y amigas, que transformaron el tiempo en un alimento.
Pero el libro también ha sido para muchas y muchos, estoy segura, un acto radical de soledad. Un acto necesario de aislamiento. El corte brutal con el ruido. El refugio.
Detrás de los libros yacen hombres y mujeres que escriben, editan, diagraman y venden. Que organizan ferias, como Filgua. Ellos y ellas forman comunidades que aseguran la sanidad mental de una sociedad. Permiten que gocemos el ocio, palabra esta tan desacreditada por quienes localizan el valor del ser humano en el agotamiento de las fuerzas.
Como a otras y a otros, me tocó transitar del libro impreso al libro digital. He aprendido a navegar en plataformas y encender un Kindle en medio de la oscuridad, como un faro que acompaña insomnios. A pesar de ello, el olor a papel sigue siendo un placer insustituible y el recorrido por las bibliotecas una emoción por el infinito.
Por lo anterior, no hay insensatez más grande que disminuir el libro a objeto obsoleto, tal y como aparece en un spot de la campaña del candidato Edmond Mulet: una niña muestra desagrado por los libros puestos en un escritorio y una súbita alegría cuando se le entrega una tableta. Falsos dilemas, falsas promesas. Lo que necesitan las niñas y los niños de este país son escuelas en dignas condiciones, salarios justos para sus padres, barrios sin violencia. En esas condiciones, el libro impreso o digital les alegrará la vida.
Crecí en una casa que se volvió pequeña por los libros. El día que la vi con los muros vacíos comprendí que me había quedado huérfana. Tal vez por ello mi brújula interna me lleva por librerías, bibliotecas, escaparates, archivos y catálogos por lo que ha de venir. Los libros son también volver al principio, aquella frase tantas veces leída, érase una vez.
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