Gracias por escribir sobre el hambre, gracias por impulsar el tema en la agenda pública, gracias por exponer las vergüenzas del país, por desentrañar la vida miserable de millones de compatriotas campesinos, sin tierra, sin futuro y sin esperanzas en una democracia hambrienta que apenas les da migajas en bolsa de plástico. Gracias por forzar la mano del Gobierno para que actúen con contundencia. Y, sobre todo, gracias por implicarse a nivel personal, y no porque es noticia de moda. Solo manteniendo vivo el debate alimentario en Guatemala tenemos alguna esperanza de enfrentarlo como se debe.
Segundo acto. Los periodistas de Guatemala se sorprenden del comentario. —¿Por qué gracias, si sólo hacemos nuestro trabajo? Los periodistas, como colectivo, no acostumbran a recibir agradecimientos por su trabajo como cuarto poder. También es verdad que no acostumbran a funcionar como cuarto poder organizado, no siendo conscientes de que con su trabajo pueden influir en el Gobierno y recomponer un rumbo perdido en la lucha contra el hambre. Ahora parece que sí se han dado cuenta y han entendido la gravedad del tema alimentario en este país de la eterna primavera y el hambre perpetua. Y por eso, al unísono, con distintas perspectivas, desde los medios de prensa, radio y televisión, están clamando, indignándose, gritando que basta ya de medias tintas, basta ya de bolsas caritativas electoralistas que apenas palian el hambre una semana, basta ya de programas raquíticos con presupuestos ridículos, y basta ya de no ser capaces de gastar los millones de euros y dólares de la cooperación internacional por culpa de la inoperancia del Congreso y los ministerios. ¡Basta ya! Digamos ¡No!, neguémonos a vivir en un país de miseria, hagamos algo, empujemos al Gobierno a hacerlo, no aceptemos con resignación ser el país más hambriento de América Latina. Necesitamos ponernos las pilas y enfrentar el problema con toda la fuerza y recursos económicos que merece. Como si fuera una guerra: la guerra contra el hambre. Es labor de todos, como bien ha dicho Oscar Clemente Marroquín en un editorial. Asunto de todos, asunto de Estado.
Tercer acto. El que suscribe diría que los periodistas están indignados, visceralmente enfurecidos al ver que los niños se siguen muriendo (y lo que queda, ya verán, pues estamos solo empezando la temporada), y por ello reclaman un accionar más contundente del Gobierno. Como muy bien escribió Stephan Hessel en un reciente manifiesto por el cambio social, que fue bien presentado por Juan Luis Font hace unas semanas, la indignación es el motor del cambio y la indiferencia la peor de las actitudes. La indignación profunda, verdadera, sentida es el germen de la revolución pacífica. Sólo estando indignados de verdad podemos hacer algo y presionar para que otros lo hagan. ¿Será que los periodistas de Guatemala por fin se han indignado con la lamentable situación alimentaria y nutricional de su país? Parece que sí, y bienvenida sea esa indignación. Ojalá no sea flor de un día y se mantenga con este y el próximo Gobierno. El cuarto poder es fundamental en una democracia y también para acabar con el hambre. Sin presión no hay acción y sin rendición de cuentas no hay derechos.
Aunque mi agradecimiento va para todos, no quiero dejar pasar esta oportunidad sin mencionar el excelente trabajo que están haciendo los periódicos de tirada nacional, como Prensa Libre, La Hora, El Periódico, Siglo XXI o Plaza Pública, para mantener el tema en la agenda del Gobierno, y para sensibilizar a los ciudadanos. Miren sus recientes editoriales, que son acertados y, en muchos casos, demoledores. He visto muchas muestras de indignación y ganas de apoyar por parte de ciudadanos normales que comentan las noticias, guatemaltecos y guatemaltecas de calle que se sienten indignados y quieren aportar su grano de arena ante esta barbarie, ante este apocalipsis como fue acertadamente calificado por un editorial de Prensa Libre. Hay que encontrar vías para canalizar esta energía positiva del pueblo, de la fraternidad de las personas con sus conciudadanos.
He visto también que las emisoras de radio, como Emisoras Unidas o Radio Punto, y los canales de televisión están dando una buena cobertura al tema, recogiendo testimonios y lanzando propuestas de la mano de invitados especializados. Ese es el camino correcto: huir del “sensacionalismo de titular” y lanzar una campaña seria, documentada, con análisis de fondo y propuestas concretas, que movilice y permita entender. Esto antes no pasaba, y los medios sólo buscaban la foto de la niña desnutrida a punto de morir, como sucedió en Jocotán en 2002. Noto que ha habido una madurez del periodismo en este tema del hambre y una sensibilización de periodistas de calle y editores, que son los que al final filtran lo noticiable. Hace diez años, cuando empecé a trabajar en Guatemala, el hambre no era noticia de portada, no importaba, y los niños se morían en la oscuridad de sus chozas. Hoy se siguen muriendo, pero a la luz de los focos, y eso supone un enorme cambio, pues las muertes que se hacen visibles no son en vano. Amartya Sen, Nobel de Economía por sus trabajos sobre el hambre, señalaba la importancia de los medios al decir que en los países con libertad de prensa no se desarrollan hambrunas. En Guatemala ya no hay hambrunas, pero el hambre crónica sigue campando a sus anchas. Esa parte no la explicó bien el doctor Sen. O no vino a estudiar el caso de nuestro país.
Cuarto acto y epílogo. Mi recuerdo de hoy va para esos dos infantes que han fallecido en Jalapa estos días por hambre extrema. Nos recuerdan que el hambre mata y que es responsabilidad del Gobierno que ningún guatemalteco y guatemalteca muera de hambre. Por ello, animo a los periodistas a reportar este año cada caso de muerte por desnutrición, como hacen regularmente con las muertes por balaceras o asesinatos, para contribuir a denunciar el hecho, aumentar la sensibilidad social y, por ende, la presión hacia los políticos nacionales para que actúen como deben. De esta manera, el cuarto poder y sus periodistas pueden desempeñar un papel destacado en la lucha contra el hambre en Guatemala. El segundo asunto más importante de este país, detrás de la violencia y el narcotráfico, requiere el esfuerzo de todos. Sigan informando, sigan denunciando, sigan proponiendo. Solo manteniendo la presión mediática conseguiremos que Guatemala deje de ser el tercer país del mundo con mayor desnutrición crónica, detrás de Afganistán y Yemen, según últimas estadísticas de Unicef. Indignación, comunicación, incidencia y movilización son palabras clave en estos tiempos de crisis. Periodistas de Guatemala, gracias.
Para comentarios: hom-ca@acf-e.org
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