Quizá fue una simbiosis en la cual yo lo escuchaba y él me mentoreaba, pero no de una manera solemne, sino más bien entre la camaradería de la cotidianidad. En salas de casas, comedores, restaurantes, viajes.
Mi primer contacto con la formación política se dio cuando asistí a unos talleres que él organizaba, en los que venían a Guatemala personas de talla mundial especializadas en gerencia: quienes habían dirigido campañas para presidentes de Latinoamérica y de Estados Unidos. Yo me limitaba a escuchar. De 13, 14, 15 años veía a viejos hablar sobre cómo llamar la atención para conducir contiendas electorales sin mucho presupuesto. Sobre cómo cortarle la cara a un candidato en un anuncio para sembrar incógnitas en los votantes y atraer atención. En uno de esos eventos conocí la campaña del no en Chile, cuando un grupo plural y diverso logró expulsar a Pinochet por vías democráticas. Luego vendría la película protagonizada por Gael García que muestra cómo esa idea, esa campaña, unió al país. A mi juicio, este ejemplo sigue siendo válido para Guatemala, especialmente ahora, en este clima tan regresivo. Fui a muchos de esos eventos, en los cuales notaba que los demás le decían doctor con mucho respeto y formalidad.
[relacionadapzp1]
Para mí era un tío chistoso y agudo, que siempre invitaba a pensar, a descifrar por uno mismo, ciertas verdades sociales o personales que para él estaban más que claras. No nos daba las respuestas. Sabía, en todo caso, que la respuesta era un proceso y que eran cuestiones perfectibles y variadas, que cambiarían con el tiempo. En alguna carta que me escribió luego de un retiro espiritual al que fui (carta que revisé hace poco mientras ordenaba mi cuarto) me decía que no era posible actuar de la misma forma a los 20 que a los 50 y que poco a poco me iba a ir dando cuenta de cómo se forjaba la vida. Creo que él tuvo una expansión de criterios conforme los años pasaron, pero nunca dejó de utilizar todas las herramientas que tenía para proponer una ruta de país. Para ver qué hacer. Cada libro suyo implicaba cientos de charlas en madrugadas en las que íbamos entendiéndolo. El libro era un proceso propio de pelea, de vivir el momento del país, y su forma de luchar era hacer una investigación que pudiera dar insumos para salir del atolladero. Puso sobre la mesa el tema de la necesidad de profundizar el sistema fiscal. Creyó en un acuerdo social amplio en el que debían participar los empresarios, los trabajadores y el Estado al internarse en el Pacto de la Moncloa y en cómo esto podría adaptarse a nuestra realidad. Estudió las élites económicas y su rol tanto de protección de un régimen cuasifeudal como las oportunidades que se les presenta para realmente transformar la sociedad.
[frasepzp1]
Tuvo relación con muchos de los altos empresarios, sobre todo con quienes ofrecían una interpelación de las propias prácticas empresariales, lo cual implicaba inmiscuirse en la política al punto de dominarla hacia sus propios intereses. Y ahora se prepara la que yo llamaría su obra maestra, en la cual conjuga sus trabajos anteriores para exponer cómo se refuncionaliza el país luego de cada crisis desde hace cientos de años. Es una amplia trilogía que se encuentra ya en revisión en la Universidad Rafael Landívar. Esta fue su casa por más de 20 años. Fundó el Instituto de Investigaciones y Gerencia Política (Ingep) de forma innovadora, pues entonces no se conocía nada de gerencia política, cuestión que aprendió en México, en la Universidad Iberoamericana, donde se graduó de maestro y de doctor. Mantuvo un amor con México, país que le dio despliegue académico y tantas amistades. Él y su esposa Sandra nos enseñaron a comer tacos de buche, de maciza, de rajas, de tinga, y tantas otras viandas. Compartimos una pasión por las lecturas políticas y filosóficas y de su biblioteca saqué libros memorables. El primero que tomé, hace 20 años, fue Derecha e izquierda, de Norberto Bobbio, y conocí las autobiografías de Gorbachov y de Kissinger. Era amante del matiz dispuesto a aprender de quienes consideraba sus rivales.
Te gustaba firmar «J. Fernando».
[frasepzp2]
Mandabas, a la vieja usanza, artículos a nuestros correos. De los procesos económicos en Brasil, de un nuevo banco chino, o un memorial a García Lorca. Detrás de todo lo político respingaba en realidad una relación familiar que considero única. Me querías tanto como yo a vos. La última vez que nos vimos platicamos de las columnas de los martes de Lionel Toriello y me recomendaste que las leyera todas las semanas como cuestión didáctica, pues marcaba una línea sobre una empresarialidad democrática, con inteligencia histórica y visión. Hablamos del posible rumbo de la U, de nuestra querida Landívar, y de cómo los vaivenes coyunturales afectaban a la academia. Quedamos de platicar para ver cómo seguiría influyendo la política de Biden en la región y si se concretaría o no el intento de una fiscalía regional. Cargabas una gorra estilo español, bebiste un whiskey, creo, y nos tomamos esa última foto en la querida granja donde vivimos tantos Años Nuevos en los que reventaron las ametralladoras que comprabas en la vieja cuetería El Culebrón, de la que eras asiduo cliente y amigo. Recordamos ese día los boletines huelgueros que escribimos para varios Viernes de Dolores, cuando ustedes nos impregnaron a Javier y a mí de un espíritu sancarlista que tenemos sin de hecho haber sido sancarlistas.
[relacionadapzp2]
Pienso ahora en tantos amigos comunes que conocimos cada quien por nuestro lado y en todas las esquelas y en los mensajes de tanta gente a la cual le impactó tu vida. Releí un libro tuyo hace poco, unas entrevistas que les hiciste a expresidentes del Cacif, en el que se reflexiona sobre cómo las élites empresariales han impuesto las políticas y cómo ellas mismas reconocen que ese no debería ser su rol. Pero veo que hace poco, con una Corte de Constitucionalidad en el bolsillo, convocaron a un diálogo acotado sobre sus limitadas maneras de ver el problema de la corrupción. No es que haya cambiado mucho la cosa.
Estoy agradecido de haberte conocido, pienso, mientras veo la foto que nos tomamos para el último cumpleaños de mi mamá, cuando se produjo esa imagen inmortal, la que queda en nuestro chat familiar.
Más de este autor