El discurso de odio existe para colocar en el debate público un tema que provoque controversia y desvíe la atención de problemas sociales. En los Estados Unidos llevan décadas debatiendo en torno al aborto, unos sectores, reduciéndolo a un acto violento contra una «persona» y otros, defendiendo el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y aclarando que en las primeras semanas de gestación no existen dos personas.
De esa cuenta, he llegado a ver videos de propaganda en los cuales se escucha a un feto de pocas semanas rogándole a su madre que no lo asesine. Del mismo modo, la transfobia en Estados Unidos se ha anclado en que las mujeres trans no deben usar sanitarios públicos porque son en realidad hombres que pueden abusar de niños y niñas. Nada de empatía para quienes se atreven a ser diferentes.
Tomo dos ejemplos «gringos» porque parece que las estrategias de odio de las derechas evangélicas guatemaltecas son fabricadas en el cinturón cristiano del sureste de Estados Unidos. Así, el odio a lo diferente o el rechazo por lo desconocido se abonan en la ignorancia y sirven para que, en esta coyuntura se interpele a Semilla con mentiras que no tienen nada que ver con el fondo de los problemas nacionales.
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Lo repito, la finalidad del discurso de odio es acaparar el espacio de controversia y no dejar lugar a lo que importa realmente a las derechas fascistas: el dinero. Y ese interés se extiende a otras derechas que suelen ser cómplices con su silencio ¿Por qué el dinero? Bueno, en realidad al decir dinero me refiero a privilegios, enriquecimiento lícito o ilícito, y en general a la acumulación de capital. Y eso es precisamente lo que las derechas detestan de Semilla y aman de la Une 2.0 que, ahora se presenta vestida de santidad.
Son derechas ignorantes manipuladas porque Semilla, si llegara a la Presidencia, no tendrá control del Congreso, pero aun en esas condiciones, es de esperar que utilicen los medios a su alcance para revertir algunos privilegios y que, por ejemplo, hagan que los más ricos paguen sus impuestos cabales en lugar de que solo se persiga a pequeños o medianos contribuyentes. Allí está el tema central que le quita el sueño a narco-ganaderos, empresarios de la palma africana, dueños de oligopolios o sectores que están acostumbrados a pagar lo que quieren y no lo que deben.
Esos sectores que no quieren pagar impuestos ni renunciar a privilegios, se vascularizan con las iglesias que, sorpresa, tampoco pagan impuestos siendo empresas lucrativas. Incluso, aunque se mantenga el privilegio de no tributar, las iglesias, como cualquier institución, deberían ser fiscalizadas porque son el escenario perfecto para el lavado de dinero y otros activos.
Esto último me lleva a pensar en que, en lugar de perder tiempo explicando que el matrimonio igualitario no va a ocurrir en los próximos cuatro años, deberíamos explorar vías para que se discuta el enriquecimiento ilícito de pastores o lo que nadie parece atender: la vergonzosa pobreza extrema que genera la muerte de cientos de bebés cada año.
Si Semilla llega a la segunda vuelta, y espero que así sea, Sandra Torres continuará con su narrativa antiderechos para satisfacer a la masa votante e indirectamente a sus patrocinadores. Creo firmemente que el discurso de Semilla en contra de la corrupción y los privilegios es consistente, pero también creo que es necesario incorporar desde diversos campos, temas de debate que importan y que pueden disputar espacios, por ejemplo, los bebés que mueren de hambre cada año o la desigualdad que ha sido normalizada en el país de hambre que somos.
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