Hoy más que nunca se demuestra que, en el sistema colonial-moderno, las leyes las hacen los que ejercen el poder político y económico. Para que en momentos en que se vea en peligro el modelo, éstas sirvan para preservarlo a toda costa. Es decir, las leyes en Guatemala lo que menos tienen es ser justas.
Se demuestra, también, que los principios republicanos de independencia de poderes se pervierten por la colonialidad, al constituirse en feudos corporativos de poder que gozan de autonomía relativa para que los detentadores de esos espacios puedan vivir del Estado y alinearse en momentos de riesgo, formando comunidad para defenderse y defender el sistema a costa de la democracia, la ciudadanía y el bien común o Buen vivir.
Esa autonomía relativa de los poderes, en este contexto colonizado, permite el penduleo del núcleo de poder en ciertas coyunturas. En 1985, aparentemente el ejercicio del poder pasó a los civiles, desviando nuestra atención. Los militares no lo perdieron, conservaron el núcleo del poder. Vinicio Cerezo decía que tenía un tercio del poder. Con Serrano Elías el poder presidencial, en ese movimiento pendular, pasó al Congreso, que determinó la sucesión por el autogolpe.
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En 2015, la fuerza civil de la población orientó su lucha hacia el binomio presidencial Pérez Molina-Baldetti, sin tomar en cuenta que el poder estaba en el Congreso de la Republica que es el que ha conducido los hilos del subdesarrollo político en los últimos años. Hasta ahora que, en esta crisis eleccionaria, se demuestra que el que asume el núcleo del poder es el Poder Judicial con sus asociados, la Corte de Constitucionalidad, el MP y hace poco aún el TSE. Sistema político perverso y malvado. La Presidencia de la República, el Congreso y, sobre todo, el Ejército parecieran marginales en la presente crisis, esperando el traslado del núcleo de poder si empeora la situación.
Las consecuencias del momento que vivimos no auguran nada bueno. En un ejercicio prospectivo, considero que la segunda vuelta se realizará y que Bernardo Arévalo triunfará. El ataque a Semilla, a sus miembros y al Registro de ciudadanos, es una táctica para desviar la atención de lo que vendrá posterior a la elección.
El núcleo de poder se situará de nuevo en el futuro Congreso de la República, de mayoría conservadora y corrupta que, sin importarles el bienestar de la población, bloquearán a la presidencia en perjuicio de la gobernabilidad. Arévalo, tendrá que hacer un corrimiento a la derecha progresista (si es que hay), para poder gobernar, con un plan de gobierno de cambios permitidos por el sistema.
Lo que menos le conviene es apoyarse en la izquierda partidista la cual, en declaraciones públicas, pareciera apropiarse del crecimiento y la oportunidad que tiene Semilla para gobernar. Si bien es cierto, las agendas de género, de pueblos indígenas y de la diversidad sexual son necesarias, aunque por el momento no son viables y tampoco pueden ser condicionantes para apoyar a Arévalo. Bastante tendrá con lidiar con el pacto de corruptos que no escatimará esfuerzos para llevarnos a la debacle. Muchas demandas democráticas quedarán para el futuro, ya que, el fracaso electoral de la izquierda, ladino-mestiza, social e indígena, ha demostrado que no son los interlocutores válidos para las históricas reivindicaciones de pueblos y clases. Para el futuro quedará la construcción de partidos verdaderamente democráticos, legítimos y plurales.
Por el momento, solo la organización de los distintos sectores de la población, articulados, orientados a defender lo poco digno que queda en la política, responsables de las futuras generaciones y con vocación democrática, podrá contener la jauría corrupta que, por el momento, tiene control casi absoluto de los espacios de poder. Construir esa articulación necesaria es el reto al que debemos orientar nuestros esfuerzos y obviar a los que han medrado en el sistema de partidos que, por su debilidad programática y partidaria, no han podido llevar a buen puerto las justas y legítimas demandas de pueblos, clases y sectores.
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