Un sacerdote romano predijo que el año 500 sería el fin del mundo. Ese año vendría Cristo en su segunda venida. Como estudiaba mucho la Biblia, encontró que el arca de Noé medía 500 codos de largo. El arca de Noé era símbolo del fin del mundo y cada codo era un año, entonces el año 500 se acabaría el mundo. Pero llegó el año 500 y el mundo siguió.
El año 1000, como es otro año redondo, pues termina en tres ceros, mucha gente pensó que regresaría Cristo y el mundo se acabaría. El año 999 durante los últimos meses todos se comenzaron a portar bien, pero había mucho miedo y comenzaron a vender sus propiedades y a dárselas a los pobres, y dejaron de cultivar la tierra y miles de personas peregrinaron a Jerusalén abandonando sus lugares. Pero llegó el año 1000 y nada sucedió.
Pero no solo entre cristianos han surgido estas profecías. Anwari fue un gran poeta persa. Él dijo que el 16 de septiembre de 1186 sería el fin del mundo porque ese día cinco planetas se agruparían en la constelación llamada Libra y provocarían una energía catastrófica. El poeta miraba el cielo pero el fin del mundo no llegó.
Otro gran sabio alemán de la Universidad de Tubinga predijo que el 20 de febrero de 1524 se acabaría el mundo, porque ese día se juntarían otros planetas en el constelación Piscis. Siempre la teoría de que de los astros vendrá el fin del mundo. El sabio era muy respetado y los ricos comenzaron a construir arcas como la de Noé. De hecho, el 19 de febrero de ese año hubo una gran tormenta con lluvias torrenciales. La gente asaltó los barcos para salvarse, hubo naufragios y muertes por exceso de pasaje y después de 24 horas de angustia, el día 21 amaneció esplendoroso.
Los números también han fascinado para especular sobre el fin del mundo. En 1666 debía ser el fin del mundo porque los tres 6 son la señal de la bestia, dicen algunos, pero el año terminó y el mundo siguió dando vueltas como una pelota. Los adventistas y los Testigos de Jehová han sido fanáticos de estas profecías. Russell, fundador de los Testigos, anunció el fin del mundo para el 1874. Como no pasó nada, cambió la fecha para 1914. Como tampoco llegó, dijo que le habían interpretado mal y que sería el 2914. Nosotros ya no estaremos para ver si se equivocó de nuevo.
¿Qué sacamos cuando alguien dice que el 2012 será el fin del mundo? Por puro sentido común, es que es uno de tantos engaños de la historia. ¡Y con el engaño vienen todos lo males!
II 13 b’ak’tunes
Hay gente que admira la civilización maya y dice que el fin del mundo será el 21 de diciembre del 2012 en un día 4 Ajaw (o 4 Ajpú, según el calendario kiché). Dicen que si no será el fin del mundo, al menos ese día habrá un cambio espectacular en el cielo y en la Tierra y en toda la humanidad. ¿En que argumentos se basan?
Se basan en cálculos y suposiciones que ellos combinan fantasiosamente para darle ese sentido al calendario maya. Dicen que ese día se completará un ciclo de 13 b’ak’tunes. Ese ciclo consta de 5,125 años y comenzó el 11 de agosto del año 3114 antes de Cristo. Ese ciclo comenzó, dicen, cuando se creó el mundo y se terminará cuando el mundo, lógicamente, debe destruirse para que nazca otra creación. La creación que se va a acabar no es la primera, es la quinta. O sea que ha habido otras antes, dicen. La presente creación, la que se está acabando, que es la Quinta Creación, se llama también el Quinto Sol.
Hay que explicar algunas cosas que son algo complicadas. ¿Qué es un b’ak’tun? El b’ak’tun es un ciclo de 144,000 días. ¿Cómo es eso? El calendario maya está compuesto de 20 días. Es un calendario antiquísimo, aunque no es el único, porque los chinos, los musulmanes, los judíos… tienen el suyo. Esos 20 días son los mismos que conocen y usan actualmente los líderes espirituales kichés (ajq’ijab’) del calendario que usan y llaman cholq’ij, que quiere decir la cuenta de los días. El número 20 es como una persona (winaq) que tiene 20 dedos. Si se multiplica una persona por 18 meses, entonces tenemos (20 x 18) un tun que tiene 360 días, casi un año solar. Un tun es como un golpe de tambor. Si luego multiplicamos 20 tunes – 20 tamborazos - por 360 días tenemos un k’atun, con 7,200 días. Y 20 k’atunes son un b’ak’tun o sea 144,000 días. Por fin, el ciclo de que hablamos arriba es de 13 b’ak’tunes, es decir, 1.872,000 días, o sea 5,125 años. Toda una matemática complicada que los mayas usaban en sus inscripciones para recordar fechas, teniendo como centro a la persona humana: número 20.
Las estelas mayas son piedras altas talladas con inscripciones de fechas y otros relatos que los epigrafistas ahora están ya descifrando. Escribían los números con puntos y rayas. Un punto valía uno, dos puntos es dos… pero en vez de escribir 5 puntos escribían una raya. El 6 era la raya y encima un punto, el 7 era la raya y encima dos puntos. Cuando llegaban a 10, escribían una raya encima de la otra. Todo esto aparece en las estelas, con frecuencia a un lado de la estela. Una fecha decía cuántos días del winaq había, cuántos tunes, cuántos k’atunes, cuántos b’ak’tunes. Cuando se encuentra la inscripción 13.0.0.0.0 quiere decir que ha comenzado o terminado el ciclo de 13 b’ak’tunes. Comenzando del 0 último, decimos que hay 0 winaq, 0 tun, 0 k’atun, 0 b’ak’tun 13 veces. Esta fecha siempre correspondía con 4 Ajaw (4 Ajpu, según el cholq’ij).
Ahora ya podemos acercarnos a algunas estelas.
III Solo dos estelas de piedra con el 13.0.0.0.0
Según las inscripciones descubiertas, el uso profético del 4 Ajaw 13.0.0.0.0 no es nada frecuente, como lo dan a entender los profetas del 2012, que no suelen ser mayas. En toda el área maya solo se ha encontrado una estela de piedra en que aparezca el 13.0.0.0.0 con referencia al 21 de diciembre 2012. Este monumento se encontró en Tabasco, México, y lo llaman monumento Tortuguero. Seguro había muchas tortugas donde lo encontraron. Los epigrafistas han tratado de comprender lo que dice. Es muy difícil descifrarlo, porque la piedra está rota donde se encuentran unos glifos importantes. Ellos leen lo siguiente: “el 13 b’ak’tun sucederá negro… bajará B’olon Yokte’ a la roja”. Eso es todo. B’olon Yokte’ es un dios poco mencionado, no es famoso, diríamos. Su nombre significa algo como “Nueve árbol de muchas raíces”. Es un dios del cambio, de la destrucción y del fin de períodos. En el monumento se profetiza que “bajará” y que “sucederá negro”. Aquí ciertamente encontramos una predicción de algo catastrófico al fin del 13 b’ak’tun, pero esta predicción es única en el área maya, el dios que baja no es famoso, como Kukulkán (ver adelante), la catástrofe que se predice solo podemos deducir que será muy grande porque se da al fin del ciclo y no se menciona que se trata del fin de la Quinta Creación. Son datos muy fragmentarios para deducir el fin del mundo, no solo de esa comunidad de Tabasco.
Hay otra estela en que aparece el 13 b’ak’tun, pero no como profética, sino como histórica. No ve al futuro, sino al pasado. Es una estela de Quiriguá, Izabal. La referencia en ella es, entonces, a la fecha en que comenzó el ciclo del 13 b’ak’tun: 3114 AC. Lo que describe es la creación del mundo. La breve narración nos presenta a los dioses haciendo el mundo como cuando se levanta una casa. Comenzando por “el fuego del hogar que se reveló” y por las tres piedras donde se coloca el comal. Los dioses colocan las piedras sobre la tierra, pero también en el cielo, donde se pueden ver como estrellas y para moverse en el cielo utilizan una canoa. Los dioses son remeros de ese mar infinito que es el firmamento.
Conociendo, por este monumento de Quiriguá, cómo fue la creación del mundo, podemos tener una idea de cómo se iniciaría una nueva creación el 21 de diciembre del 2012. Nada más. Esta estela de Quiriguá no dice nada del futuro, solo mira al pasado. Con nuestra imaginación podemos combinar lo que dice esta estela con la de Tabasco, pero eso es arriesgado, porque, aunque en esos tiempos por todos lados se usaba el calendario maya, la cuenta de los ciclos y la interpretación de la lectura de ellos era muy diferente en cada lugar. Dadas las distancias y diferencias es muy improbable que si en Tabasco se estuviera profetizando el fin de una era para tal fecha, también en Quiriguá se tuviera esta creencia.
En las dos estelas, solo hay coincidencia en el uso del b’ak’tun, pero no en su carácter profético. Una mira al futuro, pero la otra al pasado.
IV La estela del origen infinito
Nos vamos ahora a Quintana Roo, México, lugar de mucho turismo en la actualidad. Allí se encontró una estela en un lugar llamado Coba. Esta estela también tiene el 13.0.0.0.0 y el 4 Ajaw, pero no para profetizar nada, ni para fijar una fecha de creación en el pasado. Su inscripción es interesantísima y rompe todos los moldes que se tenían antes para pensar que de acuerdo a los mayas la creación actual había comenzado en el año 3114 antes de Cristo. La mirada de los que la hicieron se lanza al pasado hacia una fecha que supera toda la imaginación. Es como si nos dijera, “si uds. creen que el mundo comenzó hace 5,125 años, están uds. muy equivocados, porque no tenemos idea de su ancianidad”. ¿Cómo dicen esto? Lo hacen escribiendo el 13.0.0.0.0 pero precedido por 19 treces. Así:
13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.13.0.0.0.0.
Se trata de una suma gigantesca de años que antecede a la Explosión de la materia, lo que llaman en inglés, el Big Bang. Esto quiere decir que la Creación tuvo lugar en un tiempo casi infinitamente anterior. También quiere decir que esta perspectiva es distinta de la del monumento Tortuguero de Tabasco y de la de la estela de Quiriguá, aunque siempre se base en el mismo calendario. Cada ciudad maya tenía su manera propia de interpretar el pasado, aunque siempre se valieran todas del mismo calendario. El calendario era el lazo, la pita, que mantenía a todos en la red de esa gran civilización, pero cada lugar lo interpretaba para ver el pasado y el futuro de manera distinta.
Si quisiéramos proyectar esta visión al futuro tendríamos que decir que el fin del mundo se aleja hasta una fecha infinitamente distante. Casi como decir, que no hay previsión de que el mundo se acabe o que el mundo no tendrá fin.
Sin embargo, esta proyección es arriesgada, porque esta estela está hablando solo del pasado y nuestra imaginación es la que sacaría esa conclusión de la que no está hablando la estela. También es muy arriesgada si quisiéramos afirmar que así pensaban todos los mayas, pues es solo una intuición hacia el pasado de un solo lugar: Coba.
Los mayas, aunque tuvieran un pensamiento de fondo común, un sustrato cultural, a la hora de utilizarlo para el gobierno difería mucho. Sería querer empobrecer la riqueza de esta diversidad, sacar conclusiones generales para hechos prácticos particulares.
V La profecía del Chilam B’alam de Chumayel
Todas estas estelas fueron hechas antes de la Invasión española (la Conquista), por los años 700 DC. Pero hay un documento escrito, no en piedra, sino en papel, después de la Invasión, en el siglo 18 DC. Es el Chilam Balam de Chumayel, Yucatán, escrito entre 1773 y 1800. Es un libro profético y difícil de entender. En sus profecías, sobre todo la Profecía del K’atún 4 Ajaw, se basan muchos de los que predicen para 2012 un cambio radical del mundo o el final del mismo.
Sin embargo, estas profecías no se basan sobre el ciclo del b’ak’tun, sino en el otro más pequeño del k’atun. Dice lo siguiente: “El 4 Ajaw K’atun es el undécimo que se cuenta: Chichén Itzá, Orillas de los pozos del adivino del agua, es su asiento. Llegará el Quetzal, llegará el pájaro verde Yaxum, llegará Aj Kantenal, el del árbol amarillo, llegará el vómito de sangre por cuarta vez, llegará Kukulkán, Serpiente quetzal en perseguimiento de los Itzaes, Adivinos del agua. La cuarta vez que habla el K’atún, la cuarta vez que llega al Itzá, Adivino del agua” (p. 83).
En esta profecía se anuncia la venida de Kukulkán, la Serpiente emplumada, un dios muy famoso en toda el área maya y azteca, y dentro del área maya también incluimos a los kichés antiguos. Su llegada será de muerte y de vida a la vez. Su venida será trágica, como un vómito de sangre, para los adivinos del agua, los mayas itzáes. Pero a la vez, será de un aprendizaje nuevo, traído por Kukulkán. El lugar adonde llegará es Chichén Itzá, la sede principal de los itzaes.
Según esta profecía, la llegada de Kukulkán o Quetzalcoatl (según los aztecas) se da en 4 Ajaw y se repíte cada 13 K’atunes. Un k’atún, como ya dijimos, equivale a 20 tunes y un tun es un año de 360 días. Es decir, se repite cada 260 tunes (o cada 256 años de 365 días, ya que el año solar es 5 días mayor que el tun). La primera llegada de Kukulkán se dio en 1244 DC. La segunda en 1500 DC, la tercera en 1756 DC y la cuarta será en 2012 DC. Cuando esta profecía se registra en el pueblo de Chumayel hacía algunos años que se había cumplido el ciclo de 256 años, en 1756 DC. Debe haber sido una época de grandes sufrimientos que se veían como continuación de la Invasión española (la Conquista), aunque esta ya se hubiera consolidado, ya no había vuelta atrás y debían encontrar en medio de su dolor un nuevo aprendizaje. Entonces, al profetizar miran a la vez para atrás, al 1500 DC, cuando poco después se dio la Invasión, y hacia adelante al 2012, cuando se repetirá de alguna manera la misma desgracia. Así es como proyectan los rasgos de la Invasión hacia el futuro, aunque ese futuro sea distinto. Ese futuro será la cuarta venida de Kukulkán y los rasgos de su advenimiento serán el vómito de sangre pero también el aprendizaje de algo nuevo, algo deslumbrante, como fue la civilización que trajeron los rubios españoles y que por su novedad confundió a los habitantes originarios que creyeron que los españoles eran Kukulkán.
Según esta profecía, no se trata del fin del mundo, sino de una gran tragedia combinada con una nueva conciencia. No se trata, tampoco, de un ciclo de 13 b’ak’tunes, sino de ciclos de 13 k’atunes que empiezan con el 4 Ajaw. No es una predicción universal, sino que se refiere a los mayas itzáes.
VI La piedra del Sol de los aztecas
El regreso de Kukulkán era una creencia no solo de los mayas, sino también de los aztecas. Ellos lo llamaban Quetzalcóatl. Pero entre las creencias de los mayas y de los aztecas no hay acuerdo en cuanto a las fechas. No es que discutieran entre sí, sino que estaban distantes, y aunque manejaban ambos el mismo calendario, a veces con algunos nombres de días distintos, les daban a los grandes ciclos interpretaciones diversas. Los aztecas, por ejemplo, no manejaron la cuenta larga del b’ak’tún. Su ciclo era de 52 años. También, el día que volvería Kukulkán para los mayas, como ya hemos visto, sería un 4 Ajaw, que en el cholq’ij kiché equivale a 4 Ajpu, en cambio para los aztecas el regreso de Quetzalcóatl sería en 4 Ollin [4 Movimiento], que en el cholq’ij kiché equivale a 4 No’j. Según los aztecas, también, ese día (en el año 2 Aj) se daría el año 2027, no el 2012. O sea que hay mucha discrepancia en las fechas. Las fechas exactas son clave en las predicciones del fin del mundo. No se trata de un más o menos.
Según la famosa piedra del sol de los aztecas, ha habido 5 Creaciones, llamadas también los 5 Soles. Los aztecas tomaron esta creencia de los mayas, pero de los mayas no nos queda una explicación tan completa de las diferentes eras del mundo como de los aztecas. La piedra es un altar redondo y en las cuatro esquinas aparecen glifos que representan esas 4 Creaciones. En el centro aparece el Sol, que representa a la 5ª Creación. A cada esquina le pertenece un color y una de las cuatro direcciones cardinales, como hacemos en nuestras celebraciones en los pueblos kichés en la actualidad. La primera Creación comenzó en 4 Jaguar del 956 AC y duró 13 ciclos de 52 años (676 años). Terminó en otro 4 Jaguar el año 280 AC. (4 Jaguar corresponde a 4 I’x del cholq’ij). Esa creación finalizó cuando los habitantes de esa creación fueron comidos por jaguares. La segunda Creación comenzó en un día 4 Viento (4 Iq’ del cholq’ij) y duró siete ciclos de 52 años (364 años). Terminó con un huracán y los habitantes de esta creación fueron convertidos en chompipes. La tercera Creación comenzó en un día 4 Lluvia (4 Kawoq del cholq’ij) y duró seis ciclos de 52 años (312 años). Terminó con una lluvia de fuego en el siglo IV DC. La cuarta Creación comenzó en un día 4 Agua (4 Toj del cholq’ij) y duró 13 ciclos de 52 años (676 años). Terminó con una inundación y sus habitantes se cambiaron en peces. Esto se dio después de 1125 DC. Todas estas creaciones siguieron períodos de 52, es decir, fueron cíclicas, pero cada vez mejores. Tal vez, por eso, es más exacto decir que fueron elípticas, más que cíclicas. Todas ellas fueron, sin embargo, inestables. Llevaban la destrucción en su nombre y debían terminar. En cambio, la 5ª. Creación, que es la nuestra, fue la definitiva. Las otras pertenecían a los distintos puntos cardinales, esta fue la del centro y comenzó en un 4 Movimiento (4 No’j del cholq’ij) (en 1143 o en 1195 DC), cuando los dioses hicieron un sacrificio de sangre para poner al Sol en movimiento. Esta puede durar para siempre. Es la última Creación, es el 5º. Sol. Si se llegara a terminar, será por causa de tremendos terremotos. Y el día del fin sería en un 4 No’j al fin de un período de 52 años, en 2027 o 2079 o 2131, etc. pero no en 2012, ni en un día Ajaw (Ajpú del cholq’ij).
VII El Popol Vuh
En el Popol Vuh, que es maya kiché, queda la estructura de 4 Creaciones, no de 5, y la definitiva es la nuestra en que vivimos, que comenzó cuando el hombre y la mujer fueron hechos de maíz. El PV no da fechas, aunque cierra cada creación anterior a la definitiva con un castigo. Después de que los animales no pudieron reconocer al Formador y Creador, son condenados a ser comidos. Fin de la 1ª. Creación. Después de que los humanos de barro no pudieron tampoco reconocer al que los hizo, fueron castigados deshaciéndose en el agua. Fin de la 2ª. Creación. Después de que tampoco los humanos de madera pudieron rendir su reconocimiento, fueron devorados por los animales y castigados por toda la creación hasta que cayó una lluvia negra que los deshizo. Los monos son los restos de ellos. Fin de la 3ª. Creación. La 4ª. es la última, los humanos reconocen a los dioses y no hay ya un castigo, a no ser por un cambio en su naturaleza semi divina cuando Juracán o Corazón del Cielo baja y les oscurece la mirada con el vaho de su aliento. Posiblemente hay un vacío en la ausencia de la 5ª. Creación insinuado por el tiempo que pasan los primeros padres y madres sin ver el Sol. Pensaría uno que el inicio de la última creación debería coincidir, para ser colmada, con la salida del Sol. Pero no es así. Todo lo cual da para pensar que en tiempo de los kichés, que eran guerreros y no contemplativos como los mayas de la península de Yucatán, la cuenta larga de los b’ak’tunes se habría ya perdido y solo quedaba la corta, la misma que usan nuestros líderes espirituales (ajq’ijab’) en la actualidad, sin tener conciencia de que de ella podrían subir por la lógica vigesimal a la cuenta larga.
Por eso, tampoco entre los líderes espirituales hay conciencia de la predicción ni de un fin del mundo, ni de una catástrofe para el 21 de diciembre de 2012, a no ser que esta haya sido traída de fuera. Este tipo de discurso les es ajeno. Encuentra acogida entre los sectores mayas más preparados y en la espiritualidad del movimiento maya, influida por la new age, aunque entre algunos más profesionalizados en el entendimiento de las difíciles inscripiciones del pasado, ya existe una mente más crítica.
Todo lo cual, no significa, que no estemos ante el cambio de una gran etapa de la historia y que la cultura maya antiquísma no nos pueda iluminar para saber vivir ese cambio tan fundamental. Pero se trata de una etapa que no cambia en un día, ni que significa fin del mundo, aunque haya grandes catástrofes, como las que vivimos por los desastres ecológicos, las innumberables y cruelísimas guerras alrededor del mundo, los movimientos de población a nivel global que prenuncian conflictos entre Norte y Sur, el desabastecimiento de las fuentes de energía (petróleo), la escasez y la lucha por el agua, etc. Estamos en un tiempo de transición, incluso del conocimiento, como dice un famoso pensador portugués, Theotonio dos Santos. De un conocimiento regulador a un conocimiento emancipatorio.
VIII Los primeros cristianos y el fin del mundo
Los primeros cristianos, incluso San Pablo, creyeron que el fin del mundo sería muy pronto. Lo llamaban la segunda venida del Señor Jesús. No tenían fecha exacta, solo sentían que era inminente, antes de su muerte. Fue una idea fomentada por San Pablo, para que los cristianos se consolaran y aguantaran las persecuciones que padecian como cristianos. Les exhortaba a estar vigilantes, despiertos, yendo siempre a la profundidad de las cosas. “Consuélense los unos a los otros con estas palabras” (1 Tes 4, 15-18).
Pero el día no llegaba y los cristianos se desviaron. Entonces, San Pablo les escribió otra carta y les hizo ver cuál era el comportamiento en el que habían caido. Esta experiencia es importante para nosotros, hoy día, para precavernos de una creencia, que puede sacarnos de la realidad, espiritualizarnos, empobrecernos y dividirnos.
En esa segunda carta, San Pablo les dijo: “a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo… les rogamos, hermanos, que no pierdan fácilmente la cabeza, ni se alarmen por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmáramos que el día del Señor está encima” (2Tes 2,2). ¿Qué les ha pasado a esos cristianos? La vigilancia los ha trastornado. La habían exagerado. Se enloquecieron y comenzaron a ver y oír “supuestas revelaciones”, tal vez despiertos, tal vez dormidos en sueños. Se engañaron. Precisamente, lo que se pretendía con estar despiertos ante la venida del Señor, les sirvió al contrario, para perder la cabeza.
¿Y cómo perdieron la cabeza? La perdieron por el miedo. Se “alarmaron”. Les entró pánico, como cuando hay un terremoto y salimos corriendo con el corazón en la garganta. El miedo extremo les hizo perder la cabeza y entonces se multiplicaron las revelaciones falsas. Pero para todo ello se apoyaban en documentos de San Pablo. Hacía falta una autoridad que les respaldara su creencia. Entonces, inventaban que San Pablo dijo esto o dijo lo otro, y que San Pablo había escrito una carta extra, lo cual era falso. Siempre, el engaño y luego las divisiones, porque unos decían que sí y otros que no.
Pero lo más grave cuando hay estos fanatismos, es que la vida diaria se rompe y surgen las divisiones y un mayor empobrecimiento. Porque, si el fin del mundo está cerca, ¿entonces para qué trabajar? Por eso, les dijo San Pablo en esta segunda carta: “Nos hemos enterado que algunos de su grupo viven en la ociosidad, muy ocupados en no hacer nada. A estos les mandamos y recomendamos en nombre del Señor Jesucristo que trabajen pacíficamente y así ganen para comer” 2 Tes 3, 11-12. Ociosidad es no trabajar, es pereza. Pero es una pereza activa porque se encuentran “muy ocupados en no hacer nada”. Quiere decir, que se mueven, tal vez rezan, tal vez peregrinan, tal vez cantan y no tienen un ratito libre. Pero no producen, “no ganan para comer”. Entonces, se empobrecen y comienzan a vivir de otros y nace el pleito y las críticas.
Así es como la creencia en el fin del mundo inmediato puede dividir a la comunidad, estancarla económicamente, alucinarla con falsas revelaciones, llenarla de miedo y predisponerla para el engaño y las extorsiones.
*Ricardo Falla es antropólogo y sacerdote jesuita. Le ha dedicado varios libros a la descripción y el análisis de las masacres del conflicto armado de Guatemala.
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