Esta es una traducción libre del espíritu que movió a John Maynard Keynes a escribir Las consecuencias económicas de la paz en 1918. Él era asesor del gobierno británico y veía cómo ese anhelo de venganza y ese deseo de humillar a los alemanes sembrarían la semilla de la discordia y sería tierra fértil para que los extremistas y nacionalistas triunfaran en Alemania y se generaran las condiciones para la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, Keynes tuvo razón. Algunos años después, el Tercer Reich se formó sobre esa base y apostó por ese nacionalismo que derivó en el rencor y anhelo de venganza en contra del resto de Europa por la humillación al terminar la Primera Guerra Mundial.
Guardando las distancias y ciertas características particulares, estamos viviendo esa misma historia hoy en Guatemala. El anhelo por venganza de ciertos grupos (especialmente pro-derechos humanos de algunos y no de todos) y el deseo de ver humillados a los militares está moviendo el ambiente de tal forma que en vez de construir paz, conciliación personal y reconciliación nacional, estamos a punto de pasar de la guerra a la guerra. En un teatro de operaciones diferente –nuestro sistema débil de justicia.
Por esa publicación a Keynes lo acusaron de ser pro Alemania. No era ese su punto, al contrario, estaba visualizando que se estaban generando las condiciones perfectas para que los extremistas encontraran apoyo, generaran fuerzas nuevas y lanzaran una ofensiva que destruiría cualquier posibilidad de convivencia pacífica.
Ese es mi punto actualmente. Estamos generando las condiciones perfectas para que los extremistas (de ambos lados) se fortalezcan y renueven fuerzas para atacar la incipiente democracia y nuestro camino a la paz y la reconciliación. En las publicaciones y comentarios que hago en Facebook, Twitter o en Temas y Debates en Radio Infinita me plantean que estoy a favor de la impunidad de los crímenes cometidos. Curiosa acusación viniendo de organizaciones que no dicen nada de la impunidad lograda (principalmente para los crímenes cometidos por la guerrilla) por medio de la Ley nacional de reconciliación. La que establece qué crímenes son individualizables y judicializables y cuáles no. Casualmente, los que no son individualizables son la mayoría de los atribuibles a la exguerrilla. Los que si son individualizables y judicializables son los que se le atribuyen a las fuerzas del Estado –traducción– miembros del ejército.
No se si fue por buena fe o incapacidad de los negociadores del ejército, pero efectivamente quedaron al descubierto legalmente y los actos criminales de la guerrilla quedaron inmunes (o sea bajo un manto de impunidad) y libres para ejercer como vicepresidentes, secretarios, ministros y columnistas –con todo y sus mochilas al hombro. Asesinos, secuestradores, destructores de bienes públicos y privados. Todos cubiertos bajo el manto de la impunidad. ¿Eso es justicia?
¿Será que nuestro sistema de justicia –débil– tiene la capacidad humana y financiera de atender esas demandas? ¿Será este el mejor uso de nuestros recursos para construir una Guatemala libre de desnutrición, pobreza extrema y carencias en oportunidades en educación, salud, seguridad y desarrollo social, cultural y económico? ¿No eran esas las razones originales para el conflicto armado al principio? ¿Es ese el camino hacia la paz y reconciliación?
Yo me uno a una serie de personas que creemos que el camino pasa por un Pacto de Convivencia Ciudadana. Debemos construir las bases de entendimiento de cómo caminar juntos hacia adelante y no caminar separados hacia atrás. No repitamos la historia que profetizó Keynes en 1918. No seamos parte de la sociedad que permite que caminemos hacia adelante viendo exclusivamente por el retrovisor. No recordemos la historia para revivirla, recordemos la historia para no repetirla.
Caminemos viendo al horizonte con esperanza y no viendo al retrovisor con rencor, anhelo de venganza y deseo de humillación.
Dios los bendiga y les recuerdo que toda la gloria, la honra y el honor son siempre para Jesús.
Más de este autor