La realidad golpea: las niñas muertas por el fuego, los asesinatos de los líderes comunitarios, la desaparición de un pescador que se atrevía a hablar, el desalojo de familias enteras sentenciadas a un rumbo inseguro e incierto, los llantos de los niños en la frontera, comunidades desaparecidas por la ceniza… Golpea. Y duro. También irritan y desesperan los políticos que no hacen más que tropezar complacientemente con el interés propio, las mentiras vengan de donde vengan, los discursos altisonantes que promueven una sociedad más conservadora, la intimidación, los diputados pateando loncheras mientras roban la posibilidad de construir una sociedad más digna. Es que parece que estamos en un laberinto en el que nos perdemos cada día más.
En medio estamos nosotros. No deja de haber vientos fuertes, de esos que amenazan con arrancar los árboles de raíz y arrebatarle cualquier razón a la alegría. No dejamos, por momentos, de sentirnos solos. A veces con miedo. Siempre estamos tentando a la vida con bajar los brazos y ver hacia otra parte. De esquivar el siguiente paso, de sentarse a esperar. Pasa y seguirá pasando.
[frasepzp1]
Seguimos nosotros, las mujeres y los hombres, con sangre en las venas, con nuestras experiencias propias, con la manera de sentir nuestras realidades, las del día a día, las íntimas y las compartidas por el movimiento de la historia, con nuestras rebeldías y el propio timbre de voz, siempre diferente. Somos los que seguimos necios queriendo ver otro país. Creemos que la política se hace de a colectivo, viendo siempre a los que nos rodean. Sé que reivindicamos el cuidado mutuo en todo sentido. Agradecemos la vida y las expresiones más sublimes de esta, aun sin darnos cuenta de que lo hacemos en la conversación clara, en el abrazo largo, en la escucha atenta de quien está enfrente.
Seguimos en este laberinto, es cierto, conscientes de su incertidumbre. En momentos duros nos preguntamos si hay esperanza, si hay futuro. Honestamente no lo sé. Pero quisiera hacer una breve interrupción, una corta inflexión, ese silencio en el pentagrama, para preguntarle cómo está su corazón mientras lo veo directamente a los ojos y me aseguro de ser consciente de que, mientras esté usted a mi lado —las amigas sinceras, los compañeros de organización honestos, los hombres y las mujeres que no creen en el tono de voz alto y en el ego altanero, sino en los encuentros genuinos—, seguiré creyendo que este es mi camino. Aunque sea en el laberinto de la política de este país.
56
Más de este autor