El primer aspecto clave es tener una visión clara del tipo de país y sociedad que debemos construir. El segundo es generar la institucionalidad (políticas públicas) que permita articular esa visión en acciones concretas y consistentes por el tiempo determinado. Finalmente, debemos darle sostenibilidad a esa visión y a esas políticas públicas por medio de la participación activa, ordenada y sistematizada de la ciudadanía.
Como guía para iniciar este proceso necesitamos ir resolviendo un grupo de preguntas; ¿Qué país (sociedad, servicio, ciudad, etc.) queremos? ¿Cuánto cuesta? ¿Quién lo paga? ¿Quién lo hace? ¿Cuánto tiempo nos tomará? ¿Cómo vamos a medir si estamos avanzando? La primera pregunta tiene que ver con la visión, pero las siguientes preguntas tienen que ver con la institucionalidad que requiere implementar esa visión. Lo que asegura la sostenibilidad es la participación activa, informada y permanente de la sociedad de una forma legítima y representativa en todo el proceso.
Tener una visión clara y un modelo de desarrollo propio o particular de las nuevas autoridades es fundamental, pero es igual o más importante tener la capacidad de comunicarlo claramente y generar los mecanismos para que esa visión sea compartida y consensuada. Muchos líderes o personas en puestos de autoridad (dos cosas diferentes) suelen tener la capacidad de visualizar el ideal que están buscando. Una de las principales razones para que no se lleven a cabo estas visiones es porque el liderazgo no tiene la capacidad de comunicar esa visión, pero peor aún, no tiene la capacidad de generar discusión acerca del tema y posteriormente producir consenso sobre esa visión.
Aquí son oportunas las palabras que se le atribuyen a Oscar Arias (expresidentes de Costa Rica) donde expresa que al pueblo no hay que darle lo que quiere, sino lo que necesita. En Guatemala tenemos autoridades que creen firmemente en este concepto de la democracia dirigida, también hay quienes consideran que hay que darle al pueblo lo que quiere, los populistas. Sin embargo, la verdad, como suele ser muchas veces, está en un punto medio. Debemos poder articular los mecanismos para llegar a consensos en estos temas y lograr que lo que las personas (el pueblo) quieran, coincida con lo que el pueblo necesita. Eso se logra con comunicación, información oportuna y suficiente, espacios para dialogar y la disposición de ceder.
Una vez alcanzados los consensos en la visión y en el modelo de desarrollo, debemos pasar al siguiente tema. Debemos construir la institucionalidad que permita construir esa visión compartida y consensuada. Esta institucionalidad requiere de normas, organización, personal, recursos y capacidades. La sumatoria de lo que recién describo se conoce como políticas públicas. Acá es donde resolvemos las preguntas de cuánto cuesta, quién lo hace, quién lo paga y como medimos resultados. Para el gobierno entrante, por ejemplo, acá cabe el ejemplo del Ministerio de Desarrollo Social. Se crea la institucionalidad, con recurso humano, financiero, equipo y dirección para poder implementar la política pública en esta materia.
Lo que algunos funcionarios públicos olvidan es generar los espacios de discusión con los sectores involucrados, con la población que se verá afectada o impactada (por ejemplo la norma de sistema prepago para transportistas) y con quienes deberán pagar, para que esas políticas públicas sean sostenibles en el tiempo. ¿Esto desgasta, toma tiempo y recursos? Sí, pero es lo único que permite que se generen, se mantengan y se sostengan este tipo de políticas públicas en el tiempo.
Un último comentario, las políticas públicas deben ser de Estado y no de gobierno, partido, gremio y mucho menos personales.
Dios los bendiga y siempre les recordaré que toda la Gloria, la Honra y el Honor son siempre para Jesús.
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